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El Papa provoca una de las crisis más graves de la historia reciente de la iglesia

Benedicto XVI con su discurso sobre el Islam, leído la semana pasada en la Universidad de Ratisbona, en Baviera, Alemania, ha provocado una de las crisis más graves de la Iglesia en su historia reciente. La línea prevaleciente en estas horas en el Vaticano, es la de echar agua en el fuego explicando esencialmente una cosa: el discurso académico del Pontífice estaba dirigido primordialmente a reafirmar la relación indisoluble entre fe y razón, entre cristianismo y pensamiento griego.

En síntesis, la pretensión era definir la identidad de Occidente –y de Europa en particular- a partir de sus propios orígenes cristianos. Intención externada, por otra parte, en numerosas otras ocasiones (como durante la redacción de la Constitución europea)  y rechazada por la Europa laica, con tino, como demuestran las reacciones islámicas de estos días a las palabras del Pontífice.
En el discurso que llevó a cabo el Papa hay también una crítica frontal al Evolucionismo de Darwin, al que se quiere desautorizar e imponer en su lugar la teoría del ‘Diseño inteligente’ de las iglesias evangélicas fundamentalistas estadounidenses; así como también la acusación a los no creyentes de no ser capaces  de construir una ética, una moral universal. Todo esto también ha suscitado encendidas polémicas en el ámbito científico. Y es un hecho inequívoco que en la primera parte del discurso el Papa define las diferencias sustanciales entre el islam y el cristianismo, tildando al primero de ser una religión nacida de la irracionalidad y al segundo de haber surgido de la fe que se confronta constantemente con la razón. Después había, en el discurso del Papa, una referencia confusa a la ‘guerra santa como un hecho negativo del islam.

LAS DISCULPAS
Como se sabe, el domingo pasado Benedicto XVI, durante el Angelus, intentó corregir el sentido de algunas de sus afirmaciones (luego de que había delegado a su portavoz y al flamante Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, afrontar el desaguisado) diciendo que su discurso en Baviera había tenido, en realidad, la intención de construir el diálogo entre las religiones. Sin embargo, no deja de resultar sorprendente que un Papa se equivoque con tanta frecuencia. Ya durante su viaje al campo de exterminio de Auschwitz, Polonia, también desató la polémica y las críticas por su discurso. Y como señala el ex presidente de las comunidades hebreas italianas, Amos Luzzatto, “es muy difícil hablar de mal entendidos. Si miramos las cosas como son, el Papa retrocedió siete siglos, y citó un fragmento claramente hostil al islam que pertenece a otro contexto histórico y político, en el cual sería posible entenderlo. La pregunta es: entre tantos fragmentos citables, tantas opiniones expresadas en éstos últimos siglos, ¿por cuál motivo el Papa fue a escoger precisamente ese?”.
Esa es una buena pregunta que muchos en estas horas nos hacemos. Si, como asegura en este momento el Vaticano, el discurso de Baviera tenía el objetivo de construir el diálogo entre las religiones, no se entienden las citas y las palabras seleccionadas por el docto Ratzinger. El mismo flamante Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, el mismo día de la asunción de su cargo difundió una larga declaración en la que insistió que la Santa Sede pretende proseguir por el camino del diálogo con las otras confesiones y con el islam. Lo mismo dijo el nuevo portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi, quien reemplazó a Joaquín Navarro Valls. En pocas palabras se está llevando a cabo una amplia estrategia diplomática para intentar remediar el entuerto (que incluye instrucciones detalladas a los nuncios para que “expliquen” las palabras del Papa).
Sin embargo, ya hay una primera víctima: una monja italiana, Leonella Sgorbati, quien trabajaba en un hospital en Mogadiscio, Somalia, donde las cortes islámicas controlan la vida de la población de la capital y buena parte del país, fue asesinada luego del discurso pontificio.
Cabe recordar que de Pakistán a Irak y África, la intolerancia y la violencia persigue a los cristianos. Por ejemplo. En Turquía la Constitución no permite al ciudadano cambiar de confesión. En Afganistán existe la condena a muerte para quien cambia de religión. En Sudán, las comunidades cristianas del sur del país no tienen derechos y no pueden construir iglesias.
Es claro que las franjas islámicas más radicales y violentas en cada punto de la geografía planetaria, aprovecharon la ocasión inesperada ofrecida por Benedicto XVI. El Papa escogió el terreno del choque ideológico y teológico con la facción adversa del islam y de esta forma ha debilitado a los importantes sectores del mundo musulmán que se oponen a la estrategia de sangre y terror de los fundamentalistas. Entre los mayores beneficiarios del discurso del Papa está precisamente Al Qaeda y aquéllos que en Occidente buscan alimentar la confrontación militar e ideológica con los países musulmanes y hablar de “choque de civilizaciones”.
Los intelectuales teocon y los llamados “ateos devotos” inmediatamente buscaron, por enésima ocasión, colocar al Papa de su lado y subirlo a su barco ideológico que entre otras cosas impulsa la guerra en Medio Oriente como única vía para la solución de conflictos. Como señaló el diario italiano il Reformista, los teocon se adueñaron inmediatamente de la polémica para arrojar más gasolina en el fuego y para sembrar más odio, intentando transformar, contra su voluntad y su mismo pensamiento (es de esperarse), a Benedicto XVI en el campeón de Occidente en “la guerra de civilizaciones”. Los fervorosos teocon atacaron al New York Times por haber criticado al Papa y haberle dicho que “es trágico y peligroso cuando uno siembra dolor, bien deliberadamente o por descuido”.  Pero como señala Juan José Tamayo en El Periódico de Cataluña, la realidad es que el reciente viaje de Benedicto XVI a Alemania ha revelado la auténtica identidad ideológica del actual pontificado … el Papa ha expuesto con total nitidez las grandes líneas en las que se sustenta el discurso teocon, del que él es el principal ideólogo y aval. El elemento clave de la construcción del pensamiento teocon es la tendencia e legitimar teológicamente el capitalismo en su actual versión neoliberal y la globalización que dicho sistema económico ha puesto en marcha” utilizando la “guerra preventiva” como mecanismo de conquista y dominio. Al Papa, por ejemplo, no se le ha escuchado una clara y nítida condena, con nombre y apellido, de la política exterior de Bush.
Lo que queda claro es que Ratzinger, en una semana parece haber demolido el valioso trabajo que llevó a cabo Juan Pablo II en la construcción del diálogo con los otros líderes religiosos, cristianos, musulmanes y hebreos. Uno de los pocos espacios de paz del planeta. Y una de las pocas esperanzas de paz para Medio Oriente. El no profético a la guerra de Wojtyla, signo esencial del Evangelio cristiano del amor, se ha convertido –en la visión del nuevo Papa- en un reclamo de la identidad cristiana para Europa en la era de la secularización y de la creciente confrontación con el Islam y sus franjas extremas. Es difícil y pronto todavía hacer un balance de daños luego de las palabras del Papa. 
Pero, si se observa el camino del presente pontificado, no cabe la sorpresa. Entre las primeras iniciativas tomadas por el Papa alemán estuvo el castigo impuesto a los franciscanos de Asís, a los que se canceló toda autonomía en la organización de sus encuentros interreligiosos. Pablo VI les había otorgado plena autonomía, la que Benedicto XVI colocó bajo la tutela de la Conferencia Episcopal Italiana. Poco después suprimió el Pontificio consejo para el diálogo interreligioso y lo colocó bajo la férula del ministerio de cultura. Hay más detalles de esta política de Estado de Benedicto XVI, como su primer discurso al asumir el cargo de Papa cuando canceló toda referencia a las relaciones fraternas con el monoteísmo islámico.
En pocas palabras, no hay duda. No se trató de un error de comunicación, como se ha dicho, sino de un discurso que sigue a una secuencia lógica de actos de Gobierno en la dirección que hemos citado. No se debe olvidar que Ratzinger criticó las iniciativas del diálogo interreligioso de Juan Pablo II, cuando era cardenal. Por último cabe señalar que los periodistas, en primer lugar, habiendo leído el discurso de Ratisbona con algunas horas de anticipo (como prevé la praxis de la sala de prensa del Vaticano) al momento en que fue leído por Benedicto XVI, tuvimos temor y preocupación por las reacciones violentas que habrían podido provocar los títulos de las notas de agencia enviadas a todo el mundo. Una colega de una importante agencia internacional, consciente del discurso del Papa, ante las cámaras de televisión afirmó: “Nunca como ahora en este momento me doy cuenta que tengo entre las manos un instrumento que puede desencadenar una guerra”. Es muy difícil pensar que nadie, entre el equipo del Pontífice, se haya dado cuenta del potencial destructivo de las palabras pluricitadas del discurso de Ratisbona.

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