Lleva décadas estudiando e investigando la vida y obra de Miguel Hernández al tiempo que lo traduce al «Náhuatl», la lengua, de la región central de México. Natural del pueblo leonés de Posadilla de la Vega (1951), Santos Escarabajal García pasó su infancia y juventud entre León, Elche y Alicante para posteriormente trasladarse a México donde reside actualmente.
Ha publicado trabajos en numerosas revistas y periódicos españoles como El Eco Hernandiano, La Lucerna y Empiurema, de Orihuela. En 1999 y 2005 publicó en México la primera y segunda edición de poemas de Miguel Hernández traducidos. En 2008 saca a la luz su libro sobre el anarquista Antonio Pujazón ( El infierno en Orihuela 1936-1940 ). Actualmente investiga los dibujos de Miguel Hernández muerto.
-Comenzó a estudiar a Miguel Hernández hace más de quince años en Elche y Alicante. ¿Por qué ese interés hacia la figura del poeta oriolano?
-Me llevó a ello su manera metafórica de expresar las condiciones del pueblo, la manera en que él luchaba porque esas condiciones fueran más justas y equitativas. Esas ideas lo llevaron al otro extremo del poder, que después se volvió en contra de él, porque no estaba del lado vencedor. Al irme adentrando en su vida, he encontrado situaciones que han llamado mi atención, como su amistad con Almarcha, sus relaciones con algunos falangistas, así como con escritores y artistas que no le ayudaron finalmente a nada.
-Como leonés, la figura del que fuera obispo de esta ciudad Luis Alamarcha no le resulta ajena, ¿qué representó en la vida de Miguel Hernánez?
-Voy a contestarle con relación al pasado, pues contestarle con relación al presente sería una falta grave a la memoria de los involucrados, pues somos víctimas de las circunstancias. Luis Almarcha, fue el «abogado del diablo» en la vida de Miguel, pues si bien le ayudó financieramente en un principio para la publicación de algunos de sus primeros trabajos, casi al finalizar la vida del poeta lo condena a muerte junto con el sistema franquista a pasar sus últimos días en prisión, cuando bien pudo sacarlo en libertad para que estuviera al lado de las personas que más quería. Sin embargo, la Iglesia y el Estado poseían el poder y Luis Almarcha «salvó su alma» al casarlo canónicamente con Josefina, y lo dejó morir en la cárcel para ejemplo y escarmiento de los seguidores de conciencia republicana, es decir Almarcha fue el autor intelectual de la muerte del poeta.
-¿Pudo ayudar para que Miguel Hernández saliera del penal de Alicante y fuera trasladado al sanatorio de Porta Coeli?
-Hasta lo que yo he podido investigar, el vicario de Orihuela iba al juzgado militar número uno de Alicante a decirle al juez a quién tenía que fusilar y a quién no. Cuando Luis Almarcha se encontraba en Murcia en plena Guerra Civi, fue descubierto por los republicanos Antonio Sequeros y Vicente Escudero, quienes negociaron su libertad para que dijera en dónde se escondían algunos sacerdotes, entre ellos Pascual Oliván Palacios, que fue ejecutado el 24 de agosto de 1936. Los cinco meses en que Almarcha estuvo «escondido» en Murcia, de agosto a diciembre de 1936, fueron paseados 16 sacerdotes a las afueras de Orihuela, donde los ejecutaban. Él tuvo mucho poder, no como civil, pero sí como religioso y pudo haber salvado a mucha gente, pero no lo hizo; siempre miró por sus intereses y se supo manejar entre los franquistas y algunos republicanos. Sus habilidades fueron recompensadas con el Obispado de León, respaldado por el general Franco.
-¿Por qué fue detenido de nuevo Hernández en Orihuela el 28 de septiembre del 39?
-Fue una imprudencia. Regresó a Orihuela a ver a su mujer e hijo. Acababa de salir de comer de casa de los padres de su amigo Ramón Sijé y fue visto por un oficial del juzgado que lo denunció. Es detenido en Orihuela el 28 de septiembre de 1939 e ingresa al día siguiente en la prisión de San Miguel, quedando a disposición del juez militar de Orihuela y al mismo tiempo a disposición del juez militar de prensa de Madrid. El 1 de octubre el juez de Orihuela le toma declaración y, entre otras cosas, Miguel dice que antes del Glorioso Movimiento Nacional, no pertenecía a ningún partido político y en septiembre del 36 se afilio al PC. Que hace entrega de un certificado hecho por Juan Bellot Salmeron, secretario provincial de milicias de F.E.T. y de las J.O.N.S. de Valencia, y otro de Diego Romero Pérez, alférez provisional de Infanteria perteneciente a la Auditoria del Ejercito de Madrid. A Hernández le incoan un nuevo sumario, el número 4.487, para que fuera juzgado y sentenciado en Orihuela. El día 23 de octubre se manda un oficio por el juez militar de prensa, Martínez Gargallo, al jefe de la cárcel y no al juez de Orihuela.