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El líder supremo de Irán avisa a Arabia Saudí de que habrá “venganza divina”

La ejecución de un clérigo chií por Arabia Saudí incendia la región

Arabia Saudí ha ejecutado este sábado al clérigo chií disidente Nimr Baqr al Nimr junto a otros 46 reos acusados de terrorismo, según informó ayer el Ministerio del Interior. La decisión de incluir al jeque Al Nimr, al que observadores occidentales confiaban en que se conmutara la condena a muerte, supone un duro golpe para la minoría chií del reino y agrava las tensiones sectarias en la región. Irán, Irak y el Hezbolá libanés han condenado la medida, mientras que en varios países ya se han desatado protestas.

Prominente crítico de los Al Saud, la familia real saudí, el jeque Al Nimr había sido detenido en varias ocasiones durante la pasada década. Pero fue su papel en las protestas de 2011-2012 lo que motivó su condena a muerte, ratificada el pasado marzo y muy criticada por las organizaciones de derechos humanos. Al hilo de la primavera árabe, la minoría chií (en torno a un 10% de la población saudí) se manifestó reiteradamente en la Provincia Oriental, donde se concentra esa comunidad, para denunciar su discriminación legal ypedir la liberación de sus detenidos sin juicio. Al Nimr, que tenía 56 años, era muy popular entre los jóvenes.

“El mensaje que envía la ejecución del jeque Al Nimr es que las autoridades saudíes no toleran ningún tipo de oposición ni de peticiones de reforma sin distinguir si se hacen de forma violenta o pacífica”, explica el disidente Ali Adubisi, que dirige la Organización Europeo-Saudí para los Derechos Humanos (ESOHR).

El portavoz del Ministerio de Exteriores saudí, Osama al Nugali, defendió ayer en su cuenta de Twitter que el castigo no se ha producido por su condición de chií sino de terrorista. Sin embargo, Reprieve, una organización de derechos humanos británica que ha seguido el caso, ha calificado de “alarmantes” las ejecuciones y asegura que al menos cuatro de los ajusticiados, incluido Al Nimr, lo han sido por motivos políticos.

Junto al religioso chií, han sufrido la pena de muerte varios acusados por los atentados que Al Qaeda cometió en el reino en 2003, pero el sobrino del jeque, Ali al Nimr, que tenía 17 años cuando fue detenido por participar en las protestas, no estaba en la lista.

Condena internacional

La noticia del ajusticiamiento de Al Nimr ha merecido una dura condena por parte de Irán, el gran rival regional de Arabia Saudí y adalid del islam chií. El portavoz de Exteriores, Hosein Ansari, acusó al Gobierno saudí de utilizar “el lenguaje de las ejecuciones y la represión con sus críticos internos, mientras apoya a los terroristas y a los extremistas suníes”. Mientras, el ultraconservador ayatolá Ahmad Jatami aseguró que la familia Al Saud “va a ser borrada de las páginas de la historia”, parafraseando las palabras que Jomeini, el fundador de la República Islámica, pronunció sobre su más enconado enemigo, Israel.

El tono “hostil” de estas declaraciones hizo que Arabia Saudí convocara al embajador iraní en Riad. Poco antes, el régimen de los ayatolás había llamado al encargado de negocios de la legación saudí en Teherán, donde a medianoche la policía tuvo que dispersar a un grupo de manifestantes que arrojaron cócteles molotov al interior, prendiendo varios focos de fuego. El Ministerio de Exteriores iraní emitió un comunicado instando a la calma y a las manifestaciones pacíficas.

“La ejecución del jeque Al Nimr acabará con el régimen saudí igual que la del mártir [Mohamed Bakr] Al Sadr acabó con el de Sadam Husein”, dijo, por su parte, el chií Nuri al Maliki, ex primer ministro iraquí, haciéndose eco del sentir generalizado entre su comunidad, mayoritaria en el país. El actual jefe de Gobierno, Jaidar al Abadi, condenó también la ejecución. “La violación de derechos humanos tiene repercusiones en la seguridad, la estabilidad y el tejido social de los habitantes de la región”, subrayó.

También Hezbolá, el movimiento chií libanés, condenó la decisión saudí, que atribuyó a la demanda por parte de Al Nimr de “derechos para una población oprimida”, en referencia a la minoría chií en Arabia.

Los Gobiernos de Emiratos Árabes Unidos y Bahréin han declarado que apoyan las medidas de Riad para combatir el terrorismo. Pero en Bahréin, un pequeño reino fracturado desde 2011 por el rechazo de la familia gobernante (suní) a acomodar las peticiones de reforma de su mayoría chií, estallaron ayer protestas. Tras el rezo del mediodía, numerosos manifestantes enarbolaron fotografías de Al Nimr y corearon consignas contra los Al Saud y sus aliados bahreiníes, los Al Khalifa.

En previsión de incidentes similares, las autoridades saudíes habían reforzado la seguridad desde la víspera de las ejecuciones. Aun así, los activistas convocaron concentraciones de condena en Qatif, uno de los oasis de la Provincia Oriental donde se concentran los chiíes saudíes. Mohamed al Nimr, un hermano del jeque, ha pedido que las manifestaciones sean pacíficas. En Londres, decenas de personas protestaron ante la legación saudí.


El líder supremo de la República Islámica de Irán, el ayatolá Seyyed Alí Jamenei, ha condenado de forma enérgica la ejecución por parte de Arabia Saudí del importante clérigo chií Nimr al Nimr, según ha informado la cadena iraní Press TV. «Sin ninguna duda, la sangre derramada de forma ilegal de este mártir inocente tendrá un rápido efecto y la venganza divina caerá sobre los políticos saudíes», ha asegurado.

Jamenei ha señalado que se trata de un «error político» del Gobierno saudí y ha añadido que el «Dios Todopoderoso no quedará indiferente ante la sangre de los inocentes y esta sangre injustamente derramada afligirá con rapidez a los políticos y altos cargos del régimen saudí». También ha pedido que el mundo entero actúe de forma responsable ante este y otros crímenes cometidos por el régimen saudí en Yemen y Bahréin. Horas antes, el ayatolá homenajeó a Al Nimr a través de su cuenta oficial de Twitter publicando una imagen del clérigo acompañada de la frase «El despertar no se puede suprimir».

Nada más conocerse la ejecución del clérigo chií y de otros 46 reos, el portavoz de Exteriores, Hosein Ansari, acusó al Gobierno saudí de utilizar “el lenguaje de las ejecuciones y la represión con sus críticos internos, mientras apoya a los terroristas y a los extremistas suníes”. Mientras, el ultraconservador ayatolá Ahmad Jatami aseguró que la familia Al Saud “va a ser borrada de las páginas de la historia”, parafraseando las palabras que Jomeini, el fundador de la República Islámica, pronunció sobre su más enconado enemigo, Israel.

La respuesta en Arabia Arabia ha venido, de momento, de un alto cargo del Ministerio de Exteriores, que ha subrayado que «el iraní es el último régimen del mundo que puede acusar a otros de apoyar al terrorismo, ya que es un Estado que patrocina el terrorismo y que está condenado por las Naciones Unidas y por muchos otros países».

El principal clérigo chií de Irak, el gran ayatolá Alí al Sistani, ha sumado su voz a las múltiples condenas. «Hemos recibido con mucha pena y tristeza las noticias del martirio de nuestros hermanos creyentes, cuya sangre ha sido derramada en una agresión injusta», ha explicado en una misiva.

Por otro lado, las autoridades iraníes han informado este domingo de la detención de 40 personas por las protestas producidas la noche anterior ante la Embajada de Arabia Saudí en Teherán. El edificio sufrió un incendio por el lanzamiento de cócteles molotov.


La hostilidad entre las dos grandes ramas del islam, una puja de más de mil años

Las 47 ejecuciones realizadas ayer en Arabia Saudita avivan los enfrentamientos entre chiitas y sunnitas, y podrían desatar una tempestad en el Golfo Pérsico y en la seguridad mundial.

La hostilidad entre Arabia Saudita, la gran potencia regional sunnita, y el Irán chiita suele alimentar numerosos conflictos en Medio Oriente, debido a que los dos países están dominados por mayorías que profesan ramas distintas del islam.

Y la retórica extremista, frecuente en grupos jihadistas como Estado Islámico -que considera herejes a los chiitas- también está presente en el discurso oficial de las dos potencias regionales.

Los dirigentes sauditas, por ejemplo, justifican su actual intervención militar en Yemen contra las milicias chiitas como una lucha entre «el bien y el mal», mientras que Irán ha llegado a hablar de «genocidio».

En Siria, el gobierno y sus aliados, incluido Irán y el grupo chiita libanés Hezbollah, califican de «terroristas» a los opositores sunnitas.

Esa rivalidad entre Riad y Teherán, dos poderosos países musulmanes productores de petróleo, se remonta a varias décadas. Pero en los últimos años se agravó como consecuencia de la invasión de Irak en 2003 por parte de una coalición liderada por Estados Unidos. Luego de esa ofensiva, el gobierno de Bagdad quedó bajo la influencia de Irán, lo que cambió los equilibrios regionales que existían hasta entonces.

Los expertos occidentales entienden que uno de los grandes conflictos existentes en el mundo islámico es precisamente este conflicto entre sunnitas y chiitas, una puja que surgió hace más de mil años.

La historia de la división del islam se inició tras la muerte del profeta Mahoma, en el 632 después de Cristo, cuando sus seguidores empezaron a cuestionarse quién sería su sucesor en el gobierno del califato islámico. Algunos argumentaban que el poder debía designarse por gracia divina y que un parentesco familiar con Mahoma era la señal para elegir al futuro líder. En ese sentido, ese pequeño grupo (Shi’atu Ali, en árabe, o partidarios de Ali) creía que el mejor candidato para el califato era Ali, primo y yerno de Mahoma.

Otros expresaron su desacuerdo con que el principio de «sucesión por sangre» determinara al continuador del Profeta.

Según estos, la cabeza del califato debía ser elegida por la mayoría de los miembros de la comunidad musulmana. Esa posición aparece explicada en extractos de la Sunna, un libro que contiene las palabras del profeta y sus seguidores. Por esta apelación a laSunna, el bando fue nombrado sunnitas.

Revolución

Más recientemente, en 1979, la Revolución Islámica en Irán marcó el comienzo de un régimen teocrático chiita en ese país, que hoy es el principal centro político de esa rama.

Pero también la guerra en Irak de 2003 influyó en el panorama debido a que la intervención de Occidente permitió a la mayoría chiita llegar al poder después de años de régimen sunnita de Saddam Hussein, que era visto como un obstáculo en el camino del Irán chiita. Desde entonces, el conflicto chiita-sunnita se intensificó.

En sus creencias, los chiitas esperan la llegada del 12° Imán, que se convertirá en líder musulmán, el Mesías capaz de instalar el Reino de Dios en la tierra pecaminosa. Para los sunnitas esta concepción es una herejía, ya que sostienen el concepto de adoración directa de Alá, sin intermediarios. El Imán, desde su punto de vista, es una figura religiosa ordinaria.

Para los sunnitas, la importancia que los chiitas dan a los imanes y al descendiente Ali pondría en duda el lugar del propio Profeta Mahoma y es por eso que los sunnitas creen que los chiitas introdujeron en el islam innovaciones «indebidas».

Además del Corán, los sunnitas reconocen la Sunna (las tradiciones del Profeta), y los chiitas el Akhbar (noticia sobre el Profeta).

La mezquita Masjid al-Haram en la Meca, la mezquita del Profeta en Medina y la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén son los tres destinos sagrados de peregrinaje para los sunnitas. Los chiitas, además de a estas tres mezquitas, peregrinan también al mausoleo del imán Hussein en la ciudad de Karbala, en Irak

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