Poco antes de la medianoche se publicaba en el BOE el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19. En él se establece:
Artículo 11. Medidas de contención en relación con los lugares de culto y con las ceremonias civiles y religiosas.
La asistencia a los lugares de culto y a las ceremonias civiles y religiosas, incluidas las fúnebres, se condicionan a la adopción de medidas organizativas consistentes en evitar aglomeraciones de personas, en función de las dimensiones y características de los lugares, de tal manera que se garantice a los asistentes la posibilidad de respetar la distancia entre ellos de, al menos, un metro.
Con la Iglesia hemos topado. Ni siquiera el coronavirus ha hecho que el Gobierno ordene el cierre de parroquias, como ya ocurre en Italia o Bélgica, para detener el contagio de la pandemia en los templos. En el decreto que declara el estado de alarma, al que ha tenido acceso eldiario.es, el Ejecutivo se limita a pedir a los sacerdotes que adopten «las medidas organizativas consistentes en evitar aglomeraciones de personas» en «lugares de culto y ceremonias civiles y religiosas, incluidas las fúnebres» para «que se garantice a los asistentes la posibilidad de respetar la distancia entre ellos de al menos un metro».
El dictamen del Gobierno, a diferencia de lo que se esperaba, no toma medidas restrictivas ante la apertura de los templos católicos, lo que resulta especialmente grave teniendo en cuenta que la mayor parte de la feligresía (y del clero) son personas mayores y forman parte del grupo de especial riesgo.
Medidas de contención
En concreto, en el artículo 12 se habla de «Medidas de contención en relación con los lugares de culto y con las ceremonias civiles y religiosas». Son las siguientes: «La asistencia a los lugares de culto y las ceremonias civiles y religiosas, incluidas las fúnebres, se condicionan a la adopción de medidas organizativas consistentes en evitar aglomeraciones de personas, en función de las dimensiones y características de los lugares, de tal manera que se garantice a los asistentes la posibilidad de respetar la distancia entre ellos de al menos un metro».
Una decisión que está en la línea de lo anunciado anoche por la Conferencia Episcopal española, que en la misma nota en la que ordenaba «la supresión de las procesiones» mientras dure la pandemia, no hacía lo mismo respecto al cierre de iglesias.
Evitar la concentración de personas
En su comunicado, los obispos apuntaban que «en caso de celebraciones abiertas al pueblo recomendamos evitar la concentración de personas», y durante este tiempo «cada Obispo puede dispensar del precepto dominical a quienes no participen presencialmente en la Eucaristía por estos motivos». Por el momento, «las celebraciones habituales de la Eucaristía pueden mantenerse con la sola presencia del sacerdote y un posible pequeño grupo convocado por el celebrante», señalan los obispos.
Con respecto a la celebración de funerales y exequias, «se recomienda que participen únicamente los familiares y personas más allegadas manteniendo las mismas prevenciones que en los apartados anteriores. Pospónganse en la medida de lo posible las demás celebraciones».
Personas vulnerables
«Debido a su vulnerabilidad, es aconsejable que las personas con enfermedades crónicas, ancianas, debilitadas o con riesgo potencial, y quienes conviven con ellas, se abstengan de acudir a la celebración de la Eucaristía. A todos se nos está recomendando salir de casa lo menos posible», añaden.
Finalmente, los obispos «mostramos nuestra disposición a colaborar responsablemente en todo lo necesario para el control de esta pandemia atendiendo a las indicaciones de las autoridades sanitarias, especialmente la concreción del estado de alarma, por lo que estos criterios podrán ser actualizados en la medida en que evolucionen los acontecimientos y surjan nuevas medidas por parte de las Administraciones públicas».
Diócesis que prohíben las misas en público
De todos modos, algunas diócesis han ido más allá, y han ordenado la supresión de las misas públicas. La más importante es Barcelona, cuyo titular, Juan José Omella, es el actual presidente de la Conferencia Episcopal. En una nota que acaba de salir, la diócesis indica que «quedan suspendidas todas las celebraciones públicas de la Eucaristía con participación de fieles, también la dominical».
En todo caso, Omella afirma que «sería bueno manener las iglesias abiertas en la medida de lo posible, y que se atiendan las urgencias pastorales y a las personas enfermas, aprovechando también las nuevas tecnologías». Junto a Barcelona, también los obispos gallegos han decretado el fin de las misas públicas, siguiendo la pauta marcada el pasado jueves por la diócesis de Vitoria. León, el Arzobispado Castrense o la diócesis de Huesca son otras de las que han optado por prohibir las misas públicas. Se espera que, a lo largo del día, la gran mayoría de los obispados hagan lo propio, siguiendo las indicaciones de las autoridades gubernamentales.