No soy partidario del escolasticismo. Para mí, lo que han dicho los pensadores universales de todos los tiempos –en nuestro caso occidentales, porque estamos limitados a la civilización judeocristiana– sólo son insumos para el proceso de la liberación del hombre. Un proceso que se inicia con el descubrimiento de la conciencia de sí mismo, para desembocar finalmente en el de la conciencia de la necesidad”.
El proceso de cobrar conciencia de sí mismo le tomó al hombre muchísimos años, probablemente millones. Empezó por el asombro, continuó con la magia, y desembocó en la religión. En alguna fecha, también muy lejana, este proceso le permitió al hombre descubrir la potencialidad de la razón, hasta enfrentarla con la religión. Una confrontación que aún no termina y que se encuentra sesgada por la división infinitesimal de la religión -–insisto–, en nuestro caso judeocristiana, sostiene el analista.
“Mientras esta discusión
–razón y religión–, dice Díaz Lacayo, se mantenga en el ámbito de la ilustración, la contradicción derivada de la misma siempre será radical. No existe ninguna posibilidad de avenimiento entre ambas. Por lo mismo, resulta improcedente —-quizás debo decir iluso—- plantear la sola posibilidad de una religión compatible con la razón”.
Burda manipulación
Pero Onofre Guevara ve, más que un elevado espiritualismo, una “burda utilización de las creencias religiosas con objetivos políticos” en “las invocaciones a la divinidad en los actos políticos del Frente Sandinista, de parte de sacerdotes, obispos o del propio gobernante y de su esposa”.
Guevara hace un repaso de cómo el sabotaje al artículo 14 de la Constitución dejó a las mujeres en la indefensión, con la penalización de la suspensión del embarazo cuando la madre está en peligro de perder la vida. Además, de acuerdo a su análisis, el presidente Ortega se mueve dentro de un enredo de contradicciones con sus aliados que son de fe musulmana, otros como Chávez que se persigna, se manifiesta católico y entra en abierta contradicción con la jerarquía de su país. Y vaticina que en un afán de mantenerse en el poder, cada día irá, con la bendición del cardenal Miguel Obando, aliándose con la derecha confesional.
“Sabotaje al laicismo”
Al ver lo incompatible de la religión con la razón, de acuerdo a Díaz Lacayo, “entra de nuevo la conciencia. Porque es la conciencia la que le ha permitido al hombre descubrir los valores humanos, reconocerse en ellos, luchar por ellos, modificando inclusive su propio comportamiento, su conducta, y señalar sus perversiones. Estas últimas inducidas por intereses espurios, o por causas emocionales que obnubilan la razón”.
Todo esto es lo que yo llamo espíritu. Y por la misma razón la espiritualidad no tiene nada que ver con la religión. Más aún, para mí la espiritualidad es un paso superior —-no sé si el último-— en el largo proceso de la liberación del hombre. Es a través del espíritu que el hombre se deslastra de la enajenación”, precisa Díaz.
Guevara, más que espiritualidad, observa un “sabotaje al laicismo”, lo cual “no es nada trivial, como pudiera parecer”. Anota que cuando se introducen las ideas religiosas, dándoles prioridad sobre las ideas de justicia social y de reivindicación social en la conciencia de las personas trabajadoras, se las condiciona para esperar pasivas el resultado de las oraciones y las promesas a las divinidades en que creen. Existe una relación –naturalmente, no numérica– entre las personas alienadas por la religión y las personas marginadas de la lucha social”.
En espera de milagros
“Sin embargo, clérigos y políticos procuran no dejar completamente pasivas a esas mismas personas atraídas con sus prédicas. Las incitan a la práctica permanente de la religión como una vía de escape personal y de fuga de sus ideales, colocándolos en los salones de espera de los milagros, en que, de hecho, se han convertido actualmente las iglesias de todas las denominaciones”.
Díaz Lacayo cree que el espiritualismo es “un proceso que no por ser universal va al mismo ritmo en los individuos y en los pueblos. Ya no digamos en los gobiernos. Por eso digo que lo más importante en este proceso es su avance, y que el avance implica lucha, constante y racional, de ideas”.
Es en este contexto que se da mi convicción acerca de que la espiritualidad -—tal como ya la concibo, como el final del proceso a través del cual el hombre asume su libertad plenamente-— acelerará el proceso de asumir la conciencia de la necesidad. Del cual, lamentablemente, la humanidad aún se encuentra lejos, muy lejos. Tanto que seguimos hablando de religión, comenta Díaz Lacayo.
Así, manifiesta que “hace falta mucha polémica todavía. De altura, conceptual, sin prejuicios, sin ataduras de ningún tipo, inclusive ideológicas. Una polémica que finalmente nos permitirá comprender el valor subjetivo de los liderazgos humanos, como respuesta a las demandas populares, a los movimientos sociales. Es decir, no como hacedores de estos movimientos, sino como orientadores, encauzadores, en medio de las limitaciones objetivas y de las propias, subjetivas”.
“Provocarla aquí en Nicaragua es un acierto de Edwin Sánchez. No importa si no logra salir del campanario nacional, porque sin duda se está dando en todas las latitudes, abiertamente o en los cubículos de reflexión de cientos, quizá miles, de pensadores. Todos preocupados por la liberación del hombre”, puntualiza Díaz Lacayo.
“A rezar el rosario, dice doña Rosario”
Onofre Guevara señala que “el presidente Ortega y su esposa hacen invocaciones a las divinidades y exponen iconos religiosos en cada acto político-partidario y de gobierno, y los documentos públicos emitidos por su partido son facturados de forma muy similar a las homilías”.
Recordó que en diciembre de 2007, el presidente Ortega ordenó a todas las dependencias del Estado que rezaran y cantaran a la Concepción de María, y él mismo lo hizo en la Plaza de la Revolución. Días antes, Rosario Murillo –la señora co-gobernanta al 50%– había pedido públicamente a sus partidarios, y a nombre del gobierno, “rescatar la tradición de rezar el Rosario en familia todos los días”, una petición que sólo hacen los sacerdotes a su feligresía dentro de las iglesias.
El articulista va a fondo con el “sabotaje al Estado Laico”, cuando cuestiona el apoyo gubernamental a los centros educativos de la Iglesia Católica, como expresión material de cómo se traduce en el terreno práctico el “espiritualismo”.