El entierro del destacado sindicalista y socialista Enrique Fernández Carrión en Oviedo en el mes de enero de 1917 ejemplifica una situación periódicamente conflictiva en muchos lugares entre los socialistas y la Iglesia Católica. En la situación concreta que relatamos en este trabajo la repercusión fue mayor por la importancia de Fernández en el ámbito obrero asturiano.
Enrique Fernández fue un personaje muy destacado a finales de siglo XIX en Oviedo. Presidió el Centro de Sociedades Obreras en 1892, y al año siguiente la Agrupación Socialista. También perteneció a la UGT, y colaboró en la creación de la Federación Socialista Asturiana. Dirigió La Aurora Social, órgano socialista asturiano, y sufrió un atentando anarquista, además de la persecución de las autoridades. Falleció el 23 de enero de 1917. Y aquí es donde comienza nuestra historia.
Al parecer, como denunciaron en un telegrama remitido al Comité Nacional del PSOE, Isidoro Acevedo y Teodomiro Menéndez, las autoridades eclesiásticas de Oviedo pretendieron enterrar católicamente a Enrique Fernández. Pero la movilización socialista fue temprana desde el mismo momento del fallecimiento en el Hospital Provincial, donde se presentaron miembros del clero y la Guardia Civil.
Los socialistas teorizaban sobre la supuesta disyuntiva de la Iglesia: enterrar de forma católica a un hombre que no lo era, o cumplir “cristianamente” y dejar que no fuera enterrado en un cementerio católico y, de ese modo, no cometer un sacrilegio. Al final, había optado por el entierro religioso. La Federación Socialista Asturiana y la Federación de Sociedades Obreras decidieron publicar una especie de manifiesto (comunicado oficial, diríamos en nuestro lenguaje actual) dirigido a la opinión pública, el 24 de enero, en La Aurora Social, y cuyo argumento fundamental tenía que ver con la libertad de conciencia, recordando los deseos y formas de vida del finado, y alertando contra el posible amañamiento de testimonios que pudieran presentarse para oficiar un sepelio religioso. Al parecer, no quiso admitir ni los auxilios religiosos que se le ofrecieron en el último momento. Había, pues, que respetar la voluntad de Enrique Fernández. El Comité de la Federación, representantes del Centro Obrero y la familia del fallecido visitaron al gobernador civil, que les informó de las intenciones de las autoridades eclesiásticas, y al que pidieron que las impidiera, aludiendo, además, a la multitud que se concentraba en las puertas del Hospital. Estos representantes le ofrecieron una solución provisional al gobernador para evitar que la situación derivara en un problema de orden público. La asociación religiosa presente debía marcharse, y que se condujera de forma civil el cadáver hasta el Depósito del Cementerio hasta que se resolviese el carácter del entierro, consultando el Gobierno en Madrid, presidido por Romanones. La solución fue aceptada por el gobernador porque, seguramente, comprendió que se generaría un altercado que quería evitar a toda costa. En el manifiesto se hacía un llamamiento para que se asistiese al sepelio y para que los trabajadores estuvieran alerta ante lo que estaba pasando.
Los socialistas se dirigieron a Romanones explicándole el conflicto. Al final, el Gobierno permitió el sepelio civil, que fue toda una manifestación de socialistas, sindicalistas y obreros, con unas palabras finales de Isidoro Acevedo, el presidente de la Federación Socialista.
Al respecto, pueden consultarse los números 2806 y 2809 de El Socialista, así como el Diccionario Biográfico del Socialismo Español.