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El doctor Luis Montes: «La muerte digna está reservada a los que se lo pueden permitir»

El especialista reivindica el derecho de disponer de la propia vida 8 años después de ser absuelto de sedaciones ilegales en Leganés.

Su nombre evoca de forma inmediata la mayor «cacería política» orquestada en la sanidad pública madrileña. Once años después de ser acusado de aplicar la eutanasia a 400 enfermos del hospital Severo Ochoa de Leganés y ocho después de haber sido absuelto de todos los cargos, el doctor Luis Montes (Salamanca, 1949) continúa reivindicando una ley de muerte digna que permita a los pacientes disponer de su propia existencia: «Cuando vivir se convierte en una obligación, me están haciendo una putada».

En esta entrevista, realizada horas antes de la condena a tres de sus colaboradores por ser cómplices del suicidio de dos personas, Montes repasa la normativa sobre el suicidio asistido en el mundo -prohibido en España- y denuncia la «hipocresía» de que la «muerte dulce» esté solo al alcance de los más ricos. «Es el momento de abrir el debate», asegura con la vista puesta en la siguiente legislatura, que comenzará a partir del próximo 26 de junio.

Se han cumplido 11 años del ‘caso Leganés’. ¿Mueren hoy mejor los ciudadanos?
Desde luego, abrió el debate ciudadano. Yo presumo de que el Hospital Severo Ochoa inició la marea blanca en defensa de la sanidad pública y por la universalización de los cuidados paliativos. Luego llegó la sentencia absolutoria de la Audiencia Provincial de Madrid (2008), que negó que hubiese malas práctica médicas, y las comunidades autónomas empezaron a legislar sobre la muerte digna. Empezó Andalucía y siguieron Aragón, Navarra, Galicia, Baleares, Canarias… La Organización Médica Colegial tiene colgado en su web desde 2011 o 2012 el protocolo de sedación paliativa en agonía, algo impensable hace una década.

¿Qué es una mala práctica médica en relación a la muerte?
Según el Código Penal, facilitar a un paciente los medios para acabar con su vida. El artículo 143 dice que el que causase o cooperase en la muerte de otro por petición expresa e inequívoca de este, y aunque padeciese una enfermedad terminal o padecimientos difíciles de soportar, está cometiendo un homicidio. Yo puedo rechazar un tratamiento o dejar por escrito que no se me mantenga con vida de forma artificial, pero en este país no se me puede facilitar la muerte.

Su asociación promueve la despenalización de la eutanasia. ¿Por qué?
En nuestra sociedad existen dos modelos solapados. En el tradicional-paternalista, la muerte está en manos de un tercero que decide por ti. Puede ser, no ya tu médico, capaz de ejercer el poder y negarte una sedación paliativa terminal, sino el familiar que no te quiere decir que te vas a morir. Eso es atroz. En el modelo autonomista, mi vida es mía y no de un amigo invisible que me quiere mucho [el dios cristiano]. Por muy derecho a la vida que exista, esta deja de ser un bien jurídico a proteger si no tengo voluntad de mantenerla. Cuando se me protege en contra de mi voluntad y vivir se convierte en una obligación, me están haciendo una putada.

¿El derecho al suicidio asistido sería universal? ¿Cualquiera podría solicitarlo?
Defendemos una muerte responsable, no matar a todo anciano que estorbe ni que te suicides porque te ha dejado la novia, por favor. Todo el mundo está por la vida. Cuando alguien decide no estarlo es porque tiene una situación que no es soportable. La persona debe de ser mentalmente competente, tiene que manifestar una voluntad reiterada de morir, padecer un sufrimiento físico o psíquico intenso refractario al tratamiento y haber descartado los cuidados paliativos.

¿Se pueden garantizar esos principios en la sanidad pública?
No tenemos que inventar nada. En Bélgica y Holanda, es la Fiscalía quien autoriza el procedimiento después de estudiar los informes médicos y de que profesionales ajenos al paciente evalúen su estado. En Suiza, las autoridades exigen la grabación de un vídeo para que quede constancia de que es el interesado quien toma libremente el preparado letal. En EE UU, los estados de Washington, Oregón, Montana, Nuevo México y Vermont facilitan la muerte de pacientes con una expectativa de vida menor de seis meses, fundamentalmente, en casos de cáncer. Estos son sistemas garantistas con procedimientos reglados y sin sufrimiento.

¿Qué ocurre si un enfermo con un padecimiento psicológico pide la eutanasia?
Existen dos tipos de enfermos mentales: los no lúcidos, como las víctimas de demencia senil, que no se plantean el suicidio, y los lúcidos, que son víctimas de síndrome bipolar o esquizofrenia y sí se lo plantean porque tienen situaciones de intenso sufrimiento. A estos últimos no hace falta inducirlos. Al sistema sanitario se acercan personas a inducirte a ti para que les ayudes a morir, no al revés.

¿Pero es suficiente una dolencia psíquica para justificar la muerte voluntaria?
Bélgica autorizó en 2013 la muerte de Nathan Verhelst por daños psicológicos. La operación de cambio de sexo a la que se había sometido se le necrosó y él se sentía como un «monstruo». Holanda dio la inyección letal hace dos semanas a una mujer de 22 años que padecía depresión crónica y anorexia tras haber sufrido abusos sexuales durante 10 años. No hace falta tener un cáncer terminal para sufrir.

¿Por qué ayudaría un médico a morir ? ¿Su objetivo no es preservar la vida?
No. Lo que hace la medicina es procurar que los años que vivas lo hagas con la mayor calidad posible, pero luchar contra la muerte es un imposible. La preservación de la vida no puede ser el objetivo de la medicina. Sería como luchar por la inmortalidad.

¿Aumentarían los suicidios con la aprobación de una ley de muerte digna?
Es el mismo argumento que se ha usado contra las leyes progresistas de interrupción voluntaria del embarazo. Las cifras demuestran que el número de abortos no sube, sino al contrario. En los países con sistemas garantistas, solo el 1%-2% de la población opta por el suicidio asistido. Este es, exactamente, el mismo número de eutanasias clandestinas que se practican en España cada año, según la Organización Médica Colegial. La solución para evitar suicidios no es el Código Penal, sino la renta básica, una potentísima cobertura sociosanitaria y una buena Ley de Dependencia. La planificación y atención de la enfermedad y la vejez es el modelo productivo alternativo.

¿Es el sentimiento de ser una carga para la familia un factor determinante para quienes desean adelantar su muerte?
Está todo estudiado. El estado de Oregón obliga a los pacientes a rellenar un cuestionario en el que deben justificar por qué quieren acabar con su vida. Las respuestas más señaladas son la pérdida de autonomía y, al mismo nivel, dejar de ser una carga para sus seres queridos.

¿Quién tiene acceso hoy a la muerte digna?
La muerte digna se reserva a quien se lo puede permitir. Si quieres hacerlo, solo tienes que volar a Suiza y pagarle 6.000 euros a la asociación Dignitas. Quien está en situación de necesidad y carece de recursos, recurre a métodos tremendos. Ramón Sampedro se marchó bebiendo cianuro, una de las peores muertes que hay. En Zaragoza acaban de absolver a un hijo que accedió a matar a su madre enferma. Tuvo que asfixiarla con dos bolsas de basura. Joder, todo esto es una bestialidad. Merecemos una muerte dulce.

Eso recuerda a los viajes a Londres para abortar…
Es una hipocresía. Los que piensan que abortar es eliminar una vida, permiten abortar a sus hijas. Los que creen que el matrimonio es un sacramento indisoluble, se divorcian si se enamoran de su secretaria. Lo que no permiten que otro decida sobre su propia muerte, son los primeros que se suicidan, pero acompañados y con buenos métodos. Al resto, les queda el suicidio simple, tirarse al metro o desde un edificio. En EEUU tienes una armería en cada esquina y dispones de tu vida comprándote un arma. ¡Si te regalan las balas! La situación que vivimos es surrealista.

¿Cuánto influye la tradición católica española en la negativa a regular el suicidio?
El ministro que aprobó la reforma del Código Penal en el año 1995 era el socialista Juan Alberto Belloch. Como secretarias de Estado tuvo a Margarita Robles, que hoy va de número 2 del PSOE al Congreso, y a María Teresa Fernández de la Vega, que llegó a vicepresidenta del Gobierno. La única modificación que hicieron del artículo 143 que penaliza la colaboración al suicidio fue en el punto 4, que establece una rebaja de las penas si se demuestra que la ayuda a morir se realizó por compasión. El resto pertenece al código franquista, puro nacionalcatolicismo. ¿He contestado, no? Esto es lo que tenemos.

Entonces, ¿hay demanda social de una ley de muerte digna?
Hay dos encuestas clarísimas. La que se hizo tras la muerte de Ramón Sampedro decía que el 70% de los ciudadanos estaba de acuerdo en que se le debería haber procurado una muerte digna. En 2010, otro sondeo arrojó que el apoyo había aumentado hasta el 80%. La autonomía y la libertad son el primer valor de la Constitución, pero los estamos negando.

¿Es una cuestión de cobardía política?
No lo creo, pero el tema de la muerte impresiona mucho, a los políticos les da ‘yuyu’. IU ha presentado en todas las legislaturas una ley de muerte digna desde el fallecimiento de Ramón Sampedro. El PP cree en la sacralidad de la vida y no se presenta a los debates que organizamos. El PSOE lo llevó en su programa en 2004 y lo retiró en 2008 porque dicen que ellos no van a abrir ese melón. Ciudadanos solo ha explorado la eutanasia indirecta (sedación paliativa) o pasiva (retirar los tratamientos). El resto de partidos están a favor. Durante esta legislatura volverá a presentarse la propuesta y todos se tendrán que retratar.

¿Cómo convive usted con la muerte de pacientes terminales?
Te acercas a ellos, les preguntas cómo se encuentran, si están cansados y si quieren que les duermas. Saben que van a morir, así que les dices que se despidan de sus familiares. Ese es el consentimiento tácito. Hay que hacerlo con la mayor ternura posible, sin mentir, pero sin decirles que están desahuciados.

¿Y cómo se acerca al proceso de su propia muerte?
El día 10 de mayo cumplí 68 años. De coco estoy bien, pero físicamente se nota. La pérdida de fuerza, que no acompaña a la motivación de la mente, se transforma en pereza. Y eso va a ir a más. Por la experiencia de mis padres y de las familias que me han rodeado, esa impotencia física te lleva a una situación de irritabilidad. La pérdida de autonomía se transforma en acritud, se lleva muy mal.

¿Cómo quiere morirse el doctor Montes?
He sido protagonista de mi vida en todos sus capítulos. El último es la muerte y también la voy a protagonizar. No me quiero morir, pero tampoco voy a dejar mi vida en manos de terceros.

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