El Papa cuestiona el valor científico de la teoría de la evolución, a la que llega a calificar de ideología
El reciente viaje de Benedicto XVI a Alemania ha revelado la auténtica identidad ideológica del actual pontificado, en continuidad con el anterior. No debe olvidarse que el cardenal Ratzinger fue el principal guionista de Juan Pablo II. En los discursos pronunciados durante el viaje, el Papa ha expuesto con total nitidez las grandes líneas en las que se sustenta el discurso teocons, del que él es el principal ideólogo y aval. Un discurso cuyos ejes principales son: el teológico, el político, el moral, el económico, el científico y el religioso.
En el plano teológico, ha definido los perfiles de la doctrina católica en su más pura ortodoxia, sin apenas concesión alguna al diálogo con los nuevos climas culturales y las nuevas corrientes de pensamiento. Este planteamiento está en continuidad con la época en la que fue presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuando ejerció de vigía de la ortodoxia y condenó a numerosos teólogos y teólogas acusados de heterodoxos; todos ellos, o la mayoría, del sector crítico y liberador.
EN EL terreno político, Benedicto XVI defiende la necesidad de la presencia de Dios en la vida pública. Una presencia que a veces no respeta la laicidad, desemboca con frecuencia en la confesionalidad de la sociedad, de la política y de la cultura, y choca con la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la autonomía de las realidades temporales.
Para él, desterrar a Dios de la vida pública, de la realidad del mundo y de nuestra vida y aceptarlo solamente en el ámbito privado no es signo de tolerancia, sino, más bien, muestra de hipocresía. Si Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más grande, asevera el Papa.
En el terreno moral, muestra similar rigidez a la de su predecesor, sobre todo en las cuestiones que tienen que ver con la sexualidad, la pareja, el principio y el final de la vida. Sigue manteniendo su oposición al uso de métodos anticonceptivos y a las relaciones prematrimoniales. Entiende el matrimonio como la unión indisoluble entre el hombre y la mujer, condenando las uniones de hecho y el matrimonio entre homosexuales y negando el acceso a la eucaristía a los católicos divorciados que han vuelto a casarse. Es contrario al empleo de técnicas que contribuyen al bienestar, la salud y la felicidad de los seres humanos, como la investigación con células madre embrionarias, la reproducción asistida y la clonación terapéutica. Expresa su rechazo a la eutanasia. Y todo ello con un discurso abstracto a favor de la vida, que a veces se contradice con la libertad individual y con el derecho de todo ser humano a una vida y una muerte dignas.
El elemento clave de la construcción del pensamiento teocons es la tendencia e legitimar teológicamente el capitalismo en su actual versión neoliberal y la globalización que dicho sistema económico ha puesto en marcha. Existe hoy en la Iglesia católica y en algunos sectores del protestantismo una tendencia a considerar el capitalismo como el modelo económico que más fomenta la iniciativa y la libertad del ser humano, que más riquezas genera y que mejor las reparte. Este planteamiento ha dado lugar a una nueva corriente teológica: la teología neoliberal del mercado, desarrollada por pensadores cristianos como Michel Novak y Michel Camdesuss, este último nombrado asesor del Vaticano por Juan Pablo II.
En el plano científico, el pensamiento teocons ha vuelto a resucitar el viejo contencioso entre ciencia y fe. Cuestiona el valor científico de la teoría de la evolución y llega a considerarla ideología. Cree que la vida en la tierra es un fenómeno muy complejo para ser explicado solo por medio del evolucionismo, y propone como explicación la teoría del diseño inteligente.
SU PRINCIPAL defensor en el catolicismo es el cardenal de Viena Christoph Schönborn, para quien "todo sistema de pensamiento que niegue o intente minimizar la abundante evidencia de un designio en la biología es ideología y no ciencia". Este planteamiento ha sido asumido y defendido por Benedicto XVI en su viaje a Alemania. Se produce así una afinidad con los sectores fundamentalistas del pentecostalismo norteamericano, que apoyó la reelección de George Bush y respalda ahora su política.
Lo que me resulta más preocupante de la tendencia teocons, por lo que tiene de desestabilizador de la convivencia entre culturas y religiones, es su concepción sobre las relaciones entre cristianismo e islam, del que es un buen ejemplo el discurso pronunciado por Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona el 12 de septiembre. Ese discurso no fue de comunicación y diálogo simétricos, como demanda el pluralismo cultural y religioso del mundo actual, sino de confrontación, como están demostrando las reacciones críticas de amplios sectores musulmanes y de numerosos colectivos que trabajan por el diálogo intercultural e interreligioso. Por ese camino pueden volver e editarse, al menos intelectualmente, las guerras de religiones del pasado. Bienvenidas sean las excusas del Papa, pero lo que hay que cambiar es el discurso.