Mientras el expresidente Julio María Sanguinetti criticó el uso del velo por parte de las niñas sirias en las escuelas, la directora del CEIP Irupé Buzzetti se opuso y manifestó que “ser laico no es la neutralidad”, sino aceptar otras creencias y tradiciones.
Al final reproducimos ambos artículos completos recogidos de su fuente original para el conocimiento de los textos que han originado la polémica en Uruguay
La directora general del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), Irupé Buzzetti, manifestó que el uso del velo por parte de las niñas sirias que concurren hoy a escuelas públicas no debe ser impedido.
“No podemos estar discutiendo esto hoy en una escuela cuando realmente lo que importa es respetar al otro. Ser laico no es la neutralidad”, dijo Buzzetti.
Indicó que el problema debía ser un debate de adultos y no de niños y que “la verdadera laicidad” pasa por aceptar que un niño pueda tener otras creencias o tradiciones.
A modo de ejemplo, la directora explicó que a los niños se les permite ir con una cruz o una estrella de David a clase. Incluso contó el caso de un niño que es Testigo de Jehová y sus padres no quieren que sea abanderado y en la escuela se lo entiende y habilita.
“Aceptamos que tengan su creencia, porque la cultura es eso, es tener sus tradiciones y creencias, y tener símbolos que los identifican”, añadió Buzzetti.
La directora del CEIP aclaró que solo se prohíbe una determinada prenda o símbolo cuando esta no respeta a otros compañeros. Así, varios niños llevan bajo la túnica camisetas de Nacional o Peñarol y siempre y cuando no se “entra en un clima de riesgo” se les permite.
“Hay que convivir en el sentido abierto que otra persona pueda utilizar un símbolo, más allá del por qué lo usa, ni de los supuestos simbólicos”, reforzó la directora.
Por otro lado, el expresidente, Julio María Sanguinetti, publicó una columna en el Correo de los Viernes en la que criticó el uso del velo en las escuelas.
«En un país que hace un siglo quitó los crucifijos de los hospitales públicos, ¿puede aceptarse que en los establecimientos públicos de enseñanza las adolescentes luzcan ese velo?», se cuestionó Sanguinetti.
El expresidente dijo que el crucifijo o cualquier otro símbolo análogo «es una pertenencia que se desea dejar fuera de el ámbito del Estado, pese a que puede ser un simple testimonio de espiritualidad. El velo es otra cosa: simboliza esa subordinación».
«El país hace muchos años zanjó sus debates sobre el ámbito del Estado y el de la religión. En los últimos tiempos, incluso, el concepto de laicidad se ha desprendido de todo toque de intolerancia o rechazo a lo religioso, para definirse por su neutralidad ante las diversas opciones filosóficas. ¿No es necesario aclarar todos estos aspectos antes de que se transformen en un problema?», desarrolló Sanguinetti.
Otras diferencias culturales
«Uruguay no es un país intolerante, no sentimos discriminación, sin embargo hay otros problemas como que las musulmanas no pueden ir con velo a trabajar», explicó el viernes a AFP el imán Samir Selim, director del Centro Islámico Egipcio de Cultura en Montevideo.
En Uruguay hay entre 1.000 y 1.200 musulmanes, de los cuales 200 están radicados en Montevideo.
Selim sostuvo que también en materia laboral, otro punto que se discute es el no tener derecho a una hora libre durante la fiesta de cierre del Ramadán. Luego, por las diferencias en las costumbres velatorias y fúnebres, los musulmanes también han conversado con la Intendencia para conseguir un cementerio propio.
«También tenemos dificultades con la comida. Aquí matan a los animales de forma distinta. No hay comida halal, así que comemos kósher que es lo más parecido», añadió Selim.
No obstante, aseguró que hasta el momento los padres no han escuchado reclamos sobre maltrato o intolerancia religiosa en las escuelas.
Musulmanes y laicidad
Por Julio María Sanguinetti. Correo de los Viernes, 24-07-2015
El mundo musulmán ha aparecido en Uruguay. No se trata de algunos aislados ejemplos que existían desde hace tiempo sino de personas provenientes de Siria que nuestro gobierno ha acogido y espera seguir acogiendo.
Al margen del indudable valor humanitario de ese proceso, nos importa llamar la atención sobre un sesgo que hace a valores fundamentales de nuestra sociedad, configurada en su tiempo con aluviones inmigratorios que están en su base. La diferencia con aquella inmigración es que ella respondía a nuestros mismos valores de convivencia y ésta, en cambio, responde a concepciones totalmente distintas de los derechos humanos y las libertades esenciales
Días pasados, el Dr. Javier Miranda, responsable gubernamental del tema, narró en el ámbito parlamentario una conversación con un ciudadano sirio que no entendía que no podía castigar físicamente a su hija. “En mi casa yo soy Rey”, le dijo y no se convenció de que ni su mujer ni su hija estaban sometidos a una autoridad sin límites.
La situación narrada es clara, conforme a nuestras leyes, y por ello desde el principio es necesario ejercer una pedagogía inequívoca dirigida a enfrentar ese sometimiento femenino. Dejar sentados, claramente, los códigos a los que ajustamos nuestra conducta.
No aparecen tan claros otros aspectos, que desde la óptica del Estado laico merecerían desde ya una consideración seria, porque al amparo de nuestra libertad de cultos se pueden herir conceptos que hacen al orden público.
No hace mucho, el Dr. Miguel Ángel Semino cuestionó la idea de que se pudiera enterrar sin ataúd, como lo habrían solicitado algunos ciudadanos musulmanes, en contradicción con las normas que, por razones sanitarias de orden público, imponen ciertos procedimientos. No tenemos noticia de que se hayan producido aclaraciones al respecto.
Se nos ha informado también que a los efectos de los documentos de identidad, las mujeres musulmanas han sido fotografiadas con su clásico velo. A los ciudadanos del país no se les permite aparecer en esos documentos con lentes, sombreros u otros objetos que incidan en su rostro. ¿Puede aceptarse esa actitud discriminatoria? ¿Puede aceptarse, además, cuando ese velo no solo es un simple símbolo de pertenencia religiosa sino la exhibición pública de la subordinación femenina?
En un país que hace un siglo quitó los crucifijos de los hospitales públicos, ¿puede aceptarse que en los establecimientos públicos de enseñanza las adolescentes luzcan ese velo? El crucifijo o cualquier otro símbolo análogo, es una pertenencia que se desea dejar fuera de el ámbito del Estado, pese a que puede ser un simple testimonio de espiritualidad. El velo es otra cosa: simboliza esa subordinación que el ciudadano sirio que habló con el Dr. Miranda no podía entender que en nuestra sociedad es delito.
El país hace muchos años zanjó sus debates sobre el ámbito del Estado y el de la religión. En los últimos tiempos, incluso, el concepto de laicidad se ha desprendido de todo toque de intolerancia o rechazo a lo religioso, para definirse por su neutralidad ante las diversas opciones filosóficas. ¿No es necesario aclarar todos estos aspectos antes de que se transformen en un problema?
El tema podría parecer teórico hasta hace poco tiempo. Ya no lo es. Entre nosotros conviven personas que responden a valores civilizatorios diferentes. Hay que precisar, entonces, cuál es el ámbito de su libertad y cuáles son sus límites, a los efectos de una convivencia pacífica en un Estado, como el nuestro, abiertamente liberal y pluralista. De lo contrario podemos encontrarnos con la mala noticia de que nos hemos inventado un problema que habíamos largamente superado.
Laicidad: una manera de actuar, respetuosa de todas las ideas
Nota de Prensa de la directora general del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), Irupé Buzzetti
El Consejo de Educación Inicial y Primaria sostiene que la utilización en las escuelas públicas del velo o “hiyab” no debería generar una polémica acerca de la laicidad, ya que la misma promueve el respeto a las convicciones y creencias de los demás, fomentando en el educando la erradicación a toda forma de intolerancia, tanto religiosa como cultural
El uso del velo o “hiyab” se ha convertido, en el transcurso de los primeros años del siglo XXI, en un punto clave en relación a la identidad cultural musulmana. De hecho, para muchas mujeres musulmanas que viven en países occidentales, llevar esta prenda les permite mostrarse tal y como son: personas independientes, que pueden interactuar en una sociedad cuyas libertades para trabajar y estudiar estar garantizadas.
En este sentido, en las escuelas públicas, el laicismo no pierde terreno ni queda rezagado por la utilización del velo por parte de niñas musulmanas. Es decir, como bien supo señalarlo una de las grandes intelectuales del siglo XX que tuvo el país, Reina Reyes (1904-1993), la educación laica procura eliminar la imposición de dogmas políticos y religiosos, favoreciendo la duda, cultivando la observación objetiva de la realidad y haciendo posible el pensamiento reflexivo y el juicio crítico del alumno, respetando siempre las características intelectuales y afectivas de cada niño.
En El derecho a educar y el derecho a la educación, Reyes decía que “la laicidad es un elemento esencial de las democracias instituidas y resulta fácil establecer la similitud entre el contenido de las palabras laicidad y democracia cuando ésta se entiende como forma de vida”. Dicho de otro modo, la escuela pública del Estado democrático ha de ser necesariamente laica.
Comprometerse con una actitud laica significa reconocer el derecho a pensar y a sentir en uno mismo, pero también en los otros, respetando la situación del otro, para intentar intervenir y solucionar las situaciones adversas. Estos principios serían un buen comienzo para educar en la diversidad, respetando la multiculturalidad y haciendo posible la inclusión y la integración.
El artículo 8° del Capítulo II de la Ley de Educación 18.437, señala que “El Estado asegurará los derechos de aquellos colectivos minoritarios o en especial situación de vulnerabilidad, con el fin de asegurar la igualdad de oportunidades en el pleno ejercicio del derecho a la educación y su efectiva inclusión social. Para el efectivo cumplimiento del derecho a la educación, las propuestas educativas respetarán las capacidades diferentes y las características individuales de los educandos, de forma de alcanzar el pleno desarrollo de sus potencialidades”, agregándose más adelante, en el artículo 18 del Capítulo IV, que se “estimulará la transformación de los estereotipos discriminatorios por motivos de edad, género, raza, etnia u orientación sexual”.
Vale decir entonces que en las aulas y patios de todas las escuelas públicas del país la laicidad se sostiene por diversos motivos, pero fundamentalmente, porque en la laicidad radica la promoción y garantía de la libertad de pensamiento y de las condiciones para su desarrollo pleno, que permiten a su vez incrementar la capacidad de analizar y elegir. En términos más sencillos, la laicidad es respeto al otro, a las otras ideas y a las distintas visiones del mundo, y esto se vive cotidianamente en las escuelas públicas.
De hecho, el Programa Escolar del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) incluye, en 3° y 5° año, muchos elementos para que los niños no encuentren en un velo una barrera para la sociabilización, la amistad, el compañerismo y el aprendizaje. El Programa incluye temas como la diversidad de creencias y sus orígenes, el Derecho a la Educación y a la libertad de cultos, y el imaginario social y el papel de los símbolos en las distintas manifestaciones de la diversidad cultural.