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El clítoris

A pesar de que para much@s los Carnavales sean algo equiparable con la fiesta de la patrona o la fiesta de la risa, los Carnavales siguen siendo la expresión del malestar y la queja sobre varios de los asuntos que más afligen al ser humano. La gobernanza, sin duda, sea la de las ciudades o la de las almas, y la vida sexual, sin espera ni demora. Cadi sigue, gracias a su diversidad intrínseca, resistiéndose a representar el papel de ser un Carnaval municipal, parafraseando a Julio Caro Baroja, y sigue queriendo vivir, para negar al insigne antropólogo.

Expresiones de toda índole, a veces tomadas como simples ocurrencias casi infantiles o juguetonas, cuando no claramente machistas, trufan las letras que se escuchan en Cadi y en otros lugares, como Basilea. Enormes penes, para cogerlos con las dos manos, el coño-de-tu-hermana como expresión de un deseo de lo prohibido o deseo de agredir por la honra a alguien, o las grotesquerías mucho más refinadas, por su construcción literaria grotesca, de la Chirigota Rockera de Cadi. Lo otro prohibido, también desde la moral católica: el uso del culo para el placer sexual ha surcado igualmente este año las calles de la tacita, sobre todo en dos sentidos: asociado a un inmenso pene o al sensible placer espoleado por un dedito de una mano.

Sin duda el Carnaval gaditado, como el basilense, tiene mucho de periodístico y trata de abordar la actualidad, que hoy como en tiempos medievales, recorre las almas y los caminos, aunque ahora con más rapidez. En Málaga cantaban en 2013 el Papa no nos deja comernos las almejas, y un año más tarde se celebró la marcha de El Coño insumiso. La moral sexual católica ha estigmatizado la vida sexual, convirtiéndola además en cosa pública, cuando debería ser algo absolutamente privado e íntimo. El mundo protestante luterano tiene esa otra concepción de la sexualidad como algo privado e íntimo.

También en Canarias, ese Carnaval que parecía tan domesticado. Y en Francia, en Montpellier, Un troupeau de clitoris au carnaval, 2017, en este caso reprimido por la policía francesa.

Me referiré a dos clítoris que han dado marco, en mi opinión, a la expresión de la queja y el malestar por parte de las mujeres sobre cómo se atienden así mismas o cómo las atienden sus amantes. Fue primera la canción del clitorito, ‘Háztelo tu misma’, de las Cadiwoman, 2017, que en un tono de permanente ironía y burla, aconsejaba sobre todo lo que no debía hacerse con la parte más sensible que la vulva esconde, criticando de modo directo los modos toscos de acometer tal cuidado.

Este año de 2019 el romancero de Ana Magallanes, ‘‘El rey de la fiesta’, se ha revelado un divertido manual de instrucciones sobre el modo de acercarse al buen trato, y placentero, de la mujer propietaria del pequeño botón, que de ninguna manera es el del timbre del telefonillo del que abjuraban las de Susana Ginesta.

Los dos clítoris tuvieron gran acogida de crítica y público, lo que muestra dos cosas al menos: el Carnaval es expresión de malestar y queja y el Carnaval, aunque sea en risas, no es la fiesta de la patrona ni de la risa, sino la danza de la fusta de las palabras que es la sátira. Y tras el humor y la risa, ojalá, la reflexión y el actuar.

Si bien pudiéramos quedarnos aquí, parece interesante seguir dos o tres casa puertas más y preguntarse dónde están los malestares y las quejas de los hombres en cuanto al trato de sus órganos sexuales por parte de las mujeres. Parecería demasiado arbitrario pensar que no hay quejas por parte de los hombres, así como las hay por parte de las mujeres, si los dos sexos (ahora voy a fijarme solo en estas dos conductas sexuales) han sufrido la misma desinformación y la misma moral deformadora. Pudiera ser que los hombres no se atrevieran a abordar en detalle lo que gustarían que las mujeres les hicieran y no les harían todavía. Podría ser que esa queja, que no aparece pro ningún lado, quedara suplida por unas prácticas sexuales a las que las mujeres se han empezado a oponer, de ahí la expresión de su queja por su malestar, y que los hombres siguen practicando, o intentándolo, como medio para lograr su propio placer.

Pudiera ser que las mujeres atiendan a sus hombres mejor que los hombres a sus mujeres, aunque es cierto que en la divulgación de las prácticas sexuales, por parte de la sexología, aparece con amplia presencia la explicación de las técnicas sexuales dirigidas a los varones.

Alguna asimetría, digna de investigación, se produce en las relaciones entre hombres y mujeres, sin duda, cuando escuchamos malestares y quejas de una sola de las partes. Aunque lo más fascinante es observar como la realidad del Carnaval se opone con contundencia a las opiniones de pretendido análisis que se quiere seguir representando: que solo es risa. Reducir el Carnaval a la risa y la diversión es un intento para desactivar el poder de penetración que tiene el humor en el ser humano para activar, luego de la risa, la reflexión y la acción, y banalizar los contenidos reduciéndolos al ¿simple? hecho de la provocación de esa risa. Porque no es la risa, sino la emoción más sostenible y duradera que la risa ha producido, lo que luego de la risa se comprende y se hace propio.

Pablo Martínez Calleja

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