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El abuelo

El poeta cantó aquello de «un día pregunté yo, ¿abuelo qué sabes de dios? Mi abuelo se puso triste y nada me respondió. Que dios está con los pobres tal vez sí o tal vez, no; pero es seguro que almuerzo en la mesa del patrón». Si a ese muchacho que salió en todas las cadenas con una grave enfermedad preguntándole a Benedicto XVI «¿por qué dios siendo misericordioso condena a inocentes con enfermedades incurables?», le hubieran cantado alguna vez la canción de Atahualpa Yupanqui, no esperaría del pontífice nada más que una dogmática condena por el pecado original, o ese acto de cinismo supremo que es culpabilizar al afectado con una sinuosa aseveración de que es una manera de ponerlo a prueba.

A prueba se puso la infalibilidad del Papa, porque los elementos pudieron con toda su capacidad multimedia de concitar a muchos cientos de miles de personas en una explanada absolutamente desamparada para hacer eso que llaman vigilia, y que no es otra cosa que el día de antes de algo que sucederá el día después. Pues en la vigilia llovió, sopló el aire, se tambalearon los escenarios, las decoraciones, los vestuarios. Noche de camisetas piadosas mojadas. Noche de catarros. Y retransmitido en directo. Por lo tanto al menos Eolo, Zeus y Júpiter no estaban muy de acuerdo con este acto y se dedicaron a mandar sus recados para que se enteraran de manera ostensible.

Porque las televisiones han derrochado horas papales. Es un cansancio. Un aburrimiento. Un exceso. Creemos que ya se ha ido, y que nos dejarán tranquilos durante un rato, peor mientras tanto, las cadenas de la secta siguen martilleando con sus milagros, pero en lo objetivo, otras cadenas nos ofrecen reportajes en los que se desmiente todas las previsiones económicas propagandísticas. Los peregrinos no se gastan nada. Son jóvenes sin recursos, pero vienen con una lección aprendida: gastarlo todo en donde repercuta solamente en la propia secta. Por lo tanto, ahora que se ha ido y que anuncia que será Río de Janeiro (¿qué ha hecho esta ciudad?) la próxima JMJ, esperemos a los resultados finales. Lo de las almas es su negociado. El otro, el terrenal, ¿en qué ha quedado? Mi abuelo sigue triste.

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