“Sabíamos la que se avecinaba. Y, sin embargo, a nivel nacional, no hubo plan. Los otros han tenido una estrategia legal desde hace 50 años. La nuestra, ¿dónde está? Como una persona que ha trabajado en la CIA y el Pentágono, estoy francamente furiosa. ¿Cómo es posible que no se preparara un plan para cuando llegase el día D?”.
Esto fue lo que Elissa Slotkin, una diputada del Partido Demócrata por Michigan en la Cámara de Representantes, le dijo a la periodista Alice Miranda Ollstein cuando la entrevistó a principios de junio, semanas antes de que la Corte Suprema de Estados Unidos revocara el derecho al aborto. Hoy, Michigan es uno de los muchos Estados donde los derechos reproductivos están en un limbo. Una ley de 1931 prohíbe todos los abortos, también en caso de violación o incesto. Por ahora, esa es la ley a la que se ha retrocedido, aunque su legalidad está siendo disputada en los tribunales.
Ollstein se ocupa de temas de sanidad para Politico, la misma revista que, a comienzos de mayo, publicó un borrador filtrado de la opinión del juez Samuel Alito en el que este rechazaba el precedente de Roe v. Wade. El 24 de junio pasado, a las 10:11 de la mañana, el tribunal superior anunció la votación en Dobbs v. Jackson Women’s Health que ponía fin a medio siglo de derechos reproductivos en Estados Unidos. Siete minutos después, Ollstein y dos compañeros publicaron un artículo en el que explicaban las consecuencias de la histórica decisión.
Hablo con Ollstein en Barcelona, donde se encuentra de viaje.
Como le decía la representante de Michigan, la revocación del derecho federal al aborto se veía venir: la derecha lleva trabajando el tema, de forma muy abierta, desde hace décadas. Cuando finalmente llegó a producirse, ¿les pilló por sorpresa en la redacción de Politico?
Para nada. Todos sabíamos que solo era cuestión de tiempo. De hecho, la noticia la pudimos sacar inmediatamente porque ya la teníamos prácticamente escrita. Solo faltaba concretar algunos detalles.
Y, sin embargo, a los líderes del Partido Demócrata sí que parece haberles cogido desprevenidos.
Tampoco me lo explico. Es como si hubieran tardado mucho en comprender lo que estaba ocurriendo. Pero los indicios eran más que obvios. La opinión filtrada que publicamos a comienzos de mayo fue una señal clarísima, desde luego. Pero, bien mirado, el hecho de que la Corte estuviera dispuesta a considerar el caso, ya indicaba que tomaba en consideración la posibilidad de echar abajo el precedente. Los argumentos orales, que llegué a cubrir yo, solo lo confirmaron. Es más, desde el año pasado llevábamos escribiendo piezas sobre las formas en que los activistas –de ambos lados– se estaban preparando para un mundo postRoe, que todos veían como inevitable. Ellos sí que sabían. En realidad, fueron solo las personas en el poder las que decían: “Esperemos a ver qué pasa. Aún no sabemos nada”. De ahí la frustración que se ve hoy entre la izquierda. La derecha tenía un plan, una estrategia, y se ha salido con la suya. ¿Y la izquierda? Incluso desde que sacamos la opinión filtrada, mes y medio antes, podría haberse preparado una serie de órdenes ejecutivas para minimizar los daños inmediatos de la decisión a nivel estatal. Todavía es posible dar alguna orden así. Pero mientras tanto, los daños ya se están produciendo.
El trabajo activista a ras de suelo contrasta con la pasividad de los líderes del Partido Demócrata. ¿A qué se debe esa pasividad? ¿Es incompetencia? ¿Falta de visión? ¿Falta de pasión? ¿Un cálculo político?
Alguna incompetencia hay, sin duda. También se aprecia una suerte de fatalismo. Porque no solo es que falte un plan que formule políticas concretas que suavicen o contrarresten los efectos de esta decisión para las mujeres de este país. También falta un plan político o electoral. El único que parece haber es el de siempre: decirle a la gente que vote al Partido Demócrata porque el Partido Republicano es peor. Es como si dijeran: “Los republicanos os atacan directamente. Nosotros no. Nosotros solo somos incapaces de defenderos”. No es un mensaje muy inspirador, que digamos. Por otra parte, hay que recordar que, hasta hace poco, en el Partido Demócrata existía una mayor diversidad de opiniones con respecto al derecho al aborto. El propio Biden se declaró abiertamente contrario al aborto durante la mayor parte de su carrera política. Y él no era el único. Durante muchos años, el partido intentó esquivar el tema para no perder a ciertos votantes. Así también solía haber más personas pro choice en el Partido Republicano. La polarización que estamos viendo hoy, en realidad, es relativamente reciente.
De cara a las elecciones de noviembre –en las que se juegan el control del Senado y de la Cámara de Representantes– Josh Marshall, Alexandria Ocasio-Cortez y otros abogan por una estrategia electoral mucho más explícita que busca responsabilizar a los candidatos y convertir las elecciones de noviembre en un referéndum sobre los derechos reproductivos. ¿Funcionaría?
Sin duda sería una estrategia más efectiva que la actual, que más que nada es vaga: “Vótanos porque los otros son peor”. Aun así, es posible que los votantes pasen del mensaje. Hay mucha gente muy quemada y desconfiada por la experiencia de los últimos años. Desde el momento en que Trump ganó las elecciones de 2016, muchos y muchas activistas hicieron sonar la alarma sobre Roe. Básicamente se les ignoró y se les calificó de histéricos. Después, cuando se vio lo que los republicanos estaban dispuestos a hacer para quedarse con otro juez conservador en la Corte, hubo una movilización que a los demócratas les permitió hacerse con la Cámara de Representantes en 2018 y, dos años después, con el Senado y la Casa Blanca. Que ahora vuelvan a decirles a los votantes “vuelvan a votarnos, dennos más poder, que esta vez sí que juramos hacer lo que quieren”, puede que para muchos sea demasiado. Lo normal sería que respondieran “¡si ya os votamos en 2018 y en 2020! Y habéis hecho muy poco con el poder que os dimos”.
Así que no está convencida de la idea de convertir los midterms de noviembreen referéndum nacional.
Puede ser que funcione, pero también hay riesgos. Un enfoque exclusivo sobre el Congreso distraerá la atención sobre las batallas electorales en los estados. Este es un frente en el que el Partido Republicano lleva muchos años imponiéndose a los demócratas. Pero precisamente por Dobbs, que devuelve el tema de los derechos reproductivos a los estados, es un frente más importante que nunca. En las elecciones de noviembre, estarán en juego no solo muchísimos puestos de gobernador, sino también puestos de fiscal general estatal (State Attorney General). Después de Dobbs, serán estos fiscales generales –que guían o controlan a todos los demás fiscales en cada estado– los que decidan quién podrá abortar, en qué condiciones, y a quién se perseguirá criminalmente por hacerlo. Enfocarlo todo en el nivel federal tiene el riesgo de que estas batallas electorales vuelvan a situarse por debajo del radar. Es muy importante convencer a los votantes de lo decisivo de estas elecciones locales y estatales. Es lo que está haciendo la derecha desde hace tiempo.
Los demócratas han desatendido sistemáticamente a grandes bloques de votantes, sobre todo a las mujeres, los latinos y otras personas de color
Al Partido Demócrata, parece, le cuesta sobremanera dar con una estrategia electoral efectiva.
Los demócratas han desatendido sistemáticamente a grandes bloques de votantes, sobre todo a las mujeres, los latinos y otras personas de color, cuyo apoyo toma por sentado. No sorprende que algunos hayan acabado por abandonar al partido. En su lugar, se ha gastado mucha energía en cortejar a votantes que ya no son recuperables, como los hombres blancos del Mid-West que solían pertenecer al ámbito sindical. También he escuchado a mucha gente frustrada por la costumbre del partido de enviar a operativos electorales, que aterrizan como paracaidistas solo durante las campañas, en lugar de tener una presencia comunitaria más constante. En fin, el Partido Demócrata parece estar empeñado en ir detrás de votantes que ya no quieren tener que ver con él, al mismo tiempo que ignora a aquellos votantes a los que aún no ha perdido del todo.
Mientras tanto, tenemos una Corte Suprema envalentonada que parece dispuesta al lawfare más desencarnado, como indican algunas decisiones recientes, desde el permiso de llevar armas en público hasta la restricción de las protecciones medioambientales. Ahora parece que va a por el derecho al voto, por no hablar de la anticoncepción o el matrimonio igualitario. Entre la izquierda se están barajando varias “soluciones” al problema, incluidos límites a los mandatos y una expansión del número de jueces. ¿Son viables?
No lo sé. Biden y los actuales líderes congresistas del Partido Demócrata son institucionalistas empedernidos. Los veo muy reacios a cualquier reforma estructural. Hay mucho miedo de que reformas de este tipo acaben por deslegitimar a la Corte Suprema. Por otra parte, se puede argumentar que la Corte ya se ha deslegitimado a sí misma.
Los republicanos han sido mucho menos pusilánimes en ese sentido.
Esa es la clave. Recuerda que Mitch McConnell, el líder republicano en el Senado, no tuvo reparo en bloquear el proceso de confirmación ¡por un año entero! con tal de conseguir que se nombrara a un juez conservador. Si algo aprendimos durante los cuatro años de Trump, es que la fortuna favorece a los valientes. Muchas veces, la victoria se la lleva quien está dispuesto a saltarse las reglas y seguir adelante cueste lo que cueste, sin que apenas se le cobre un precio por la transgresión. Aun así, lo que veo en Biden y la cúpula demócrata es, ante todo, precaución.
Mientras tanto, millones de mujeres, personas trans e individuos no binarios han visto desaparecer sus derechos reproductivos de un día para otro. Este último año, usted y sus compañeros han hablado con muchas organizaciones locales en todo el país. ¿Qué han visto?
Más allá de la frustración y el desengaño que siente la gente por la pasividad del Partido Demócrata, hemos comprobado que hay muchas personas trabajando muy duro. Por ejemplo, se está invirtiendo mucha energía en la construcción de redes locales y comunitarias. No estoy hablando solo de gente que dona dinero a fondos locales para financiar a personas que necesitan abortar, sino también de redes inspiradas en lo que había en este país en los años antes de Roe. Como por ejemplo las llamadas aunties (“tías”): personas dispuestas a alojar a cualquier persona que viaje a su estado para poder abortar y a acompañarla a la cita y cuidar de ella después.
Una especie de underground railroad, o ferrocarril subterráneo,la red secreta que ayudaba a esclavos fugitivos a huir a Canadá.
Exacto. Básicamente, están diciendo: “No nos podemos fiar de los jueces ni de los políticos. Nos toca a nosotras organizarnos, confiemos las unas en las otras”.