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Día de la Memoria: Polémicas ideas católicas

La vigencia de las ideas católicas que «atentan» contra la democracia y la República. Un recuerdo del 24 de marzo.

El Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, conmemoración de las muertes civiles producto de la última dictadura cívico-militar-católica que sufriera nuestro país, permite también recordar las ideas católicas contrarias a la democracia y a la república, aún vigentes en la garante espiritual de los genocidas.

La Iglesia Católica es célebre por su histórico apoyo y alianzas con gobiernos totalitarios y dictatoriales. Recuérdese el que el papa Pío XII brindó a Hitler en 1933; el particular beneficio que obtuvo la institución del régimen fascista del dictador Mussolini – otorgamiento del enclave territorial llamado “Estado de la Ciudad del Vaticano” -; mientras que del dictador español Francisco Franco, logró la implantación del nefasto régimen nacionalcatólico, cuyas notas aún se encuentran en no pocos actos políticos, leyes y sentencias judiciales del país ibérico.

El nefasto prontuario antidemocrático de la Iglesia se engrosó en 2009 y 2012 con el apoyo a sendos golpes institucionales producidos en Honduras y Paraguay, respectivamente. En el primero, el cardenal Rodríguez Madariaga – actual integrante del G8, la comisión de ocho cardenales que tienen el encargo de proponer al papa Francisco las reformas a la Curia vaticana – se convirtió en uno de los principales defensores del quiebre constitucional, a punto tal que el presidente Porfirio Lobo manifestó que la Doctrina Social Cristiana sería el “fundamento en la acción del gobierno” (1). Mientras, el cardenal golpista prometía una “regeneración moral” en ese país conforme los postulados católicos (2). Aún hoy, el pueblo hondureño debe soportar una crisis política sin precedentes que en muchos aspectos roza, también, la humanitaria.

En el caso de Paraguay, fue el embajador del papa el primero en reconocer el gobierno que depuso a Fernando Lugo. El presidente golpista concurrió, luego, a una misa celebrada por un obispo católico (3).

De los innumerables aspectos negativos que integran la conmemoración referida, interesa destacar algunas notas contrarias a la democracia, a la república y a la laicidad de las sociedades que, peligrosamente, aún tienen vigencia en la doctrina católica romana.

a) Democracia y repúblicas sometidas a la religión: el pensamiento clerical concibe a la democracia como un “sistema”. Destaca lo positivo de ella, es decir, la participación de los ciudadanos en la elección de las autoridades, el control de las mismas, su recambio periódico; valoran que la democracia “auténtica” debe darse dentro de un Estado de derecho, exigiendo que se “den la condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas” (4). Respecto al principio de división de poderes reconocen la validez del mismo.

Sin embargo, con su tradicional ambigüedad e hipocresía, también consideran que es un “ordenamiento” y, como tal, un instrumento que debe guardar conformidad con el orden o ley moral; esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se sirve” (5).

Y qué significa “orden moral”. Dejemos que responda Friedrich Nietzsche: “Significa que hay de una vez por todas una voluntad de Dios respecto a lo que el hombre debe hacer y debe no hacer; que el grado de obediencia a la voluntad de Dios determina el valor de los individuos y los pueblos; que en los destinos de los individuos y los pueblos manda la voluntad de Dios, castigando y premiando, según el grado de obediencia. La realidad subyacente a tan lamentable mentira es esta: un tipo humano parásito que sólo prospera a expensas de todas las cosas sanas de la vida, el sacerdote, abusa del nombre de Dios: al estado de cosas donde él, el sacerdote, fija el valor de las cosas le llama “el reino de Dios”, y a los medios por los cuales se logra y mantiene tal estado de cosas, “la voluntad de Dios”; con frío cinismo juzga a los pueblos, tiempos e individuos por la utilidad que reportaron al imperio de los sacerdotes o la resistencia que le opusieron” (6).

La posición reduccionista del pensamiento clerical implica negar que la democracia pueda concebirse como una forma de vida, como un marco perfectible que posibilite el pluralismo, la inclusión, y la diversidad; explica también la histórica conducta eclesiástica a favor de regímenes totalitarios y dictatoriales.

Eso se ve corroborado cuando el pensamiento episcopal sostiene: “La iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático; pero no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional, ni tiene la tarea de valorar los programas políticos, si no es por sus implicaciones religiosas y morales” (7).

Se leyó bien, la Iglesia Católica no tiene preferencias entre dictaduras, democracias o regímenes totalitarios en tanto guarden coherencia con sus propios intereses y postulados clericales.

b) Ideología totalitaria: el carácter totalitario del pensamiento católico se observa en aquellas sociedades, como la latinoamericana, donde la Iglesia se opone a la sanción de aquellas leyes que serían contrarias a sus principios. A través de sus grupos integristas, pretenden legislar con el catecismo la vida diaria de las personas.

Los obispos son claros: esta ideología debe “impregnar” las realidades sociales, políticas y económicas (8), sin importar que mujeres y varones que componen las sociedades plurales sean creyentes o no. El dios católico, y mucho menos el clero, toleran personas libres.

Paolo Flores d’Arcais fue quien destacó claramente el carácter totalitario del pensamiento eclesiástico, en particular, el de Juan Pablo II. A partir de los formidables aportes de Hannah Arendt, mencionó como premisas que nutren el totalitarismo católico a la obediencia ciega del individuo “no sólo y no tanto al superior directo, cuanto al discurso del poder, el único a través del cual puede hablarse, y que invade todas las fibras de la vida social”; despersonalización de los sujetos y drástica supresión de la autonomía de los individuos (9).

Es lo que surge claramente de la Constitución Dogmática Lumen Gentium, donde se sostiene que los católicos “en cualquier asunto temporal, deben guiarse por la conciencia cristiana, ya que ninguna actividad humana, ni siquiera en el orden temporal, puede sustraerse al imperio de Dios” (10).

c) Laicidad condicionada: aquellas premisas dan forma y condicionan la noción de laicidad. La doctrina moral católica “excluye netamente la perspectiva de una laicidad entendida como autonomía respecto a la ley moral” (11).

Por ello, Benedicto XVI no tuvo ningún empacho en sostener que “es legítima una sana laicidad del Estado en virtud de la cual las realidades temporales se rigen según las normas que les son propias, pero sin excluir las referencias éticas que encuentran su último fundamento en la religión” (12). Es decir, la laicidad será “sana” cuando la religión católica tenga la última palabra respecto a los comportamientos éticos de los ciudadanos.

Conforme Juan José Tamayo, esta nociva concepción de la laicidad implica que el papa católico tenga la última palabra en las decisiones de los Estados ¿Consecuencias? El teólogo destaca tres: en primer lugar, la injerencia de un jefe de estado extranjero en los asuntos internos de otros Estados; segunda, prevalencia de los intereses de la Iglesia Católica sobre los intereses del Estado y de la sociedad; tercera, el poder religioso por encima del poder político.

Un sencillo ejercicio de comparación permite advertir la funesta práctica de la institución que no tiene ningún tipo de escrúpulos en entrometerse en los asuntos políticos del estado, por ejemplo el argentino, con el objetivo de torcer el brazo a los representantes de la sociedad, para imponer su ideología. Por supuesto, gracias a la genuflexión e ignorancia de no pocos sectores de dirigentes políticos.

Por eso es una gran mentira sostener que “la enseñanza social de la Iglesia no es una intromisión en el gobierno de los diferentes países. Plantea ciertamente, en la conciencia única y unitaria de los fieles laicos, un deber moral de coherencia” (13).

d) Eternas prebendas y conducta parasitaria: la traición al primer cristianismo llevada a cabo por la Iglesia a partir de su alianza con el emperador Constantino I (siglo IV dC), inició un modus vivendi con el poder político que se exteriorizó históricamente de diversas maneras. Pero algo está claro: la obtención de prebendas y privilegios fue una constante.

Y en Latinoamérica, donde llegó de la mano de la conquista española, los privilegios se institucionalizaron en normas constitucionales, sea como religión oficial o de estado, sea consiguiendo trato político preferencial volcado en leyes, o asignaciones económicas. Es que difícilmente la Iglesia Católica pueda existir sin en Estado. Necesita de él, parasitariamente.

Nuestro país no es la excepción. Existen innumerables privilegios políticos, jurídicos y económicos sostenidos por cuatro pilares: el art. 2 de la Constitución Nacional, el art. 33 inc. 3 del Código Civil, y el Concordato firmado con la Santa Sede en 1966 que crea a favor de la iglesia un enclave jurídico donde el Estado nacional no tiene injerencia, y el conjunto de leyes sancionadas en la última dictadura militar de naturaleza económica. Si bien excede los alcances de esta nota, recordemos sólo la ley 21.950 por la cual los militares genocidas otorgaron a los obispos católicos una “asignación mensual” equivalente al 80% del sueldo de un juez nacional de primera instancia, todavía vigente.

Esta conducta parasitaria pone de relieve el carácter falaz de las expresiones de Benedicto XVI para quien “la Iglesia no busca privilegios, ni quiere intervenir en cuestiones extrañas a su misión, sino simplemente cumplirla con libertad” (14).

e) Tareas pendientes de Francisco y la sociedad: como sostiene un prestigioso periodista argentino, “ya es hora de que hablen los documentos, que el Episcopado nunca puso a disposición de la sociedad, a los que tergiversó de modo deliberado y sistemático en sus publicaciones posteriores a los hechos y que a pesar de tanto esfuerzo no pudo mantener en secreto” (15). Documentos que, además de contener la información del horror avalado por la Iglesia Católica, se nutren de las ideas que brevemente hemos comentado.

Por ello, el papa argentino tiene una tarea irrenunciable destinada no sólo a abrir archivos, expulsar a los sacerdotes colaboracionistas, resarcir a los familiares de sus propios cuadros perseguidos y desaparecidos, sino el de cambiar la ideología y doctrinas antidemocráticas que nutren el pensamiento católico actual.

Por su parte, la sociedad argentina tiene el desafío de consolidar las ideas que apuntalen la joven democracia, la república y, fundamentalmente, la laicidad, antídotos imprescindibles para contrarrestar las toxinas derivadas de las ideas clericales, aún vigentes luego de 31 años de vida democrática.

Carlos Lombardi es constitucionalista UNCuyo.

Notas:
1) www.religionenlibertad.com/index.asp?fecha=30/01/2010 –
2) www.zenit.org/date2010-02-08?l=spanish –
3) www.redescristianas.net/…/apoyo-del-vaticano-al-golpe-de-estado-en-par…
4) Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 1° edición, Buenos Aires, Conferencia Episcopal Argentina Oficina del Libro, N° 406
5) Op. cit. N° 407.
6) Nietzsche, Friedrich, El Anticristo, Ed. Edaf, Madrid, 2005, pág. 49).
7) Op. cit. N° 424.
8) N° 899.
9) Flores d’Arcais, Paolo, El desafío oscurantista, ética y fe en la doctrina papal, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 36.
10) N° 36, en www.vatican.va/…/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html
11) Op. cit. N° 571
12) Discurso de BXVI en el Palacio Quirinal al Presidente italiano 24/06/2005, en www.vatican.va/…/hf_ben-xvi_spe_20050624_president-ciampi_sp.html
13) Op. cit. N° 571.
14) “Benedicto XVI: proclamar en abstracto la libertad religiosa no basta”, en www.zenit.org/…/benedicto-xvi-proclamar-en-abstracto-la-libertad-religi…
15) Verbitsky, Horacio, Doble juego, la Argentina católica y militar, 1° edición, Buenos Aires, Sudamericana, 2006, p. 19.

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