Abandonar la secta Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio), la más clandestina y radical del yihadismo puede costar la muerte. Fátima Mohand Abdelkader, de 21 años, una joven melillense, lo hizo con la ayuda de su novio y este acabó muerto en los bosques de Buyafar (Cabo Chico), en Marruecos, a diez minutos en coche desde su barrio de La Cañada en Melilla. El cuerpo de Salam Mohand Mohamed, de 21 años, fue descubierto el 8 de julio de 2008 semidesnudo y atado de pies y manos. Su rostro, cara y genitales estaban quemados con fuego, según acreditó la autopsia del Instituto de Medicina Legal de Melilla. Junto a él apareció el cadáver de Rachid Chaib, de 21 años, un chico melillense de su mismo barrio que le acompañaba. Tenía lesiones parecidas y un tiro en la cabeza. Fátima acusó del asesinato a los miembros de la secta que la había captado y desveló a EL PAÍS el estricto adoctrinamiento al que había sido sometida por los takfiris desde los 16 años. Ayer, agentes de la Comisaría General de Información de la policía detuvieron a los sospechosos del brutal asesinato, los presuntos takfiris melillenses Rachid Mohamed Abdela y Nahid Mohamed Chaib.
Desde los 16 años Fátima no podía mirar con sus preciosos ojos negro azabache a los dos ningún hombre, solo a los de su padre o al jefe de la secta que la había captado en La Cañada, el barrio musulmán más deprimido y marginal de Melilla donde se baten todas los récords de casas ilegales, paro y fracaso escolar. La obligaron a dejar sus estudios para dedicarse exclusivamente a la oración. Rezaba en el monte, en casas abandonadas, vestía de negro y estaba a punto de comprarse un burka en un mercado de Marruecos cuando su novio Salam la rescató de las garras de la secta: “Elige. O ellos o yo”. Fátima eligió y su novio murió.
El 8 de julio de 2008 Salam apareció en casa de Fátima, estaban preparando las maletas para marcharse a vivir juntos a Barcelona donde el joven tenía familia. Iban a cumplir su sueño. “Tengo un encargo que hacer en Farhana (Marruecos). Me han llamado para ir a recoger un dinero y me ofrecen 4.000 euros de comisión”, le dijo a su novia. El encargo, según la versión de Fátima, se lo había hecho un miembro de la secta con la que Salam todavía guardaba alguna relación desde la época en la que él también perteneció al grupo. Le dijeron que ellos no querían pasarlo porque estaban fichados por la policía. Fátima y Abdesalam, el padre de la víctima, acusaron desde el principio a sus vecinos takfiris, pero hasta ayer no se había producido ninguna detención. “Se ha demostrado que nuestra sospechas estaban fundadas. Llevamos años señalando a los asesinos de mi hijo sin que nadie hiciera nada. Por fin habrá justicia para la memoria de mi hijo. Ha sido muy duro convivir tan cerca de las personas que acabaron con la vida de Salam”, señala Abdesalam. Ayer, este testificó ente la policía durante cuatro horas. Los agentes le mostraron fotografías de otros miembros de la secta y comunicaron que los detenidos iban a ser trasladados a la Audiencia Nacional en Madrid y que las autoridades marroquíes solicitarán su extradición.