En el seno del socialismo europeo existe un intenso debate provocado por la crisis de credibilidad que padece, al ser identificado por un sector de la ciudadanía de izquierdas como una opción política que no se habría diferenciado claramente de la derecha en los últimos tiempos. En el universo de la derecha, en cambio, el debate no se ha dado porque se ha impuesto el neoliberalismo en lo económico, junto con un renovado conservadurismo en el resto de cuestiones (derechos individuales y colectivos, educación, etc..). La principal damnificada ha sido, sin lugar a dudas, la democracia cristiana, que siempre defendió un marcado carácter social en sus formulaciones políticas.
En este artículo pretendemos esbozar algunos aspectos de la historia de la democracia cristiana, ideología y concepción político-social que ha sido fundamental en la historia europea, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque se puede rastrear un origen remoto de algunas ideas de la democracia cristiana en Tomás de Aquino, realmente surge en el siglo XIX como reacción al declive de la influencia de la religión, por los problemas de la Iglesia con el creciente nacionalismo y, sobre todo, ante el avance del movimiento obrero y del socialismo. Las encíclicas Rerum Novarum (1891) y Quadragesimo Anno (1931) fueron fundamentales para provocar un profundo cambio de la Iglesia en relación con la modernidad y con los cambios ideológicos, políticos, económicos y sociales que se habían producido en Europa, abandonando sus concepciones, propias del Antiguo Régimen. La Iglesia quería seguir influyendo en la política, en la sociedad y en la educación. Había que adaptarse, pues, al liberalismo y a la democracia. La primera encíclica diseñó la doctrina social de la Iglesia, condenando los excesos del capitalismo, pero también la lucha de clases. La Iglesia defendería la existencia de la propiedad privada y rechazaría el socialismo porque lo consideraba erróneo y materialista, pero consideraba que debía alcanzarse la convivencia social a través de la justicia y la caridad como medios para solucionar los conflictos. El Estado debía garantizar los derechos de los más desfavorecidos, proteger el trabajo y promover una legislación social. Por otro lado, la Iglesia defendió la creación de un sindicalismo católico que hiciera competencia al sindicalismo de clase.
El programa de la democracia cristiana tenía relación, lógicamente, con el Evangelio, y se situaría en el conjunto de ideologías del segmento político de centro y/o derecha. Por un lado, como hemos visto, aceptaba la propiedad privada y el mercado por lo que, en este sentido entroncaría con el liberalismo, pero, por otro lado, planteaba cuestiones muy distintas. En primer lugar, el liberalismo tiende a la secularización de la sociedad y la democracia cristiana defiende los principios cristianos. En segundo lugar, frente a un mercado como único regulador de las relaciones socioeconómicas, la democracia cristiana cree en la existencia de un Estado subsidiario que persiga la cohesión social, por lo que, en este aspecto pudo entenderse mejor, en su momento, con la socialdemocracia que con el liberalismo clásico.
Uno de los partidos pioneros de inspiración democristiana fue el Zentrum, partido católico alemán muy activo desde 1871 hasta el final de la República de Weimar. En 1919 surgió el Partido Popular Italiano de Luigi Sturzo. Pero la época dorada de la democracia cristiana, coincidiendo con la de la socialdemocracia, fue la que comenzó después de la Segunda Guerra Mundial y duró hasta la crisis de los años setenta, cuando el neoliberalismo comenzó su hegemonía en la derecha occidental. Los partidos de la democracia cristiana fueron fundamentales en el sistema político de países como Holanda, Italia y Alemania, entre otros. El consenso alcanzado con el socialismo democrático permitió la construcción del Estado del bienestar y de la Europa unida, precisamente, dos cuestiones que están en la actualidad en una crisis profunda con una democracia cristiana casi desaparecida, a pesar de que el principal partido alemán siga siendo, en teoría, democristiano, y una socialdemocracia que ha abandonado parte de sus principios engatusada por el espejismo del mercado.