En los últimos lustros han sido múltiples los escándalos que han protagonizado algunos personajes de la iglesia católica, ello se enmarca en un tiempo en el que la decadencia religiosa se ha hecho sentir para desenmascarar a un grupo de hipócritas que han explotado el fanatismo de muchos, de tal manera que su praxis nada tenga de cristiana. Ellos, los falsos pastores llevan su desprestigio a las instituciones a las que pertenecen.
Los Legionarios de Cristo, cuyo líder moral fue Marcial Maciel han acumulado lastres, deterioro y muchos casos documentados de abuso sexual contra menores, ofrecen disculpas reiteradamente aunque ello no repare daños que han calado hondo en las víctimas.
En las últimas semanas se habló, a través de actores políticos, que se terminara con el estatus de la separación iglesias-Estado, es decir anular el laicismo, eso sería un error garrafal porque el poder temporal, por naturaleza, debe tomar distancia de las verdades reveladas que atañen más a un asunto de índole metafísico.
Alguna vez un maestro me dijo que la iglesia católica perdona el pecado pero no el escándalo, son muchas las historias oscuras que se han tejido desde latitudes eclesiales que nada tienen de divinas sino que desnudan la naturaleza humana distante de santidad.
También, hay que decirlo, han existido altos dignatarios que se han situado al lado de causas a favor de la dignidad de la persona humana, uno de ellos lo fue sin dudarlo don Sergio Méndez Arceo, el extinto obispo de Cuernavaca que solía ser una voz en solitario en la etapa de la presidencia imperial, tiempo en el que la hostilidad contra la oposición fue una práctica recurrente.
Los contrastes al seno de la iglesia católica, institución ya milenaria, son diversos y no dejan de contarse; existen en la historia los registros que evocan lo sublime y lo ridículo, lo edificante y lo reprobable.
La credibilidad en las instituciones religiosas en occidente está en crisis, por más que algunas expresiones evangélicas se apresuren a manifestar su alianza con la 4T y distribuyan la cartilla moral, esas actitudes son confusas porque no abonan a la laicidad.
La teología de la liberación, corriente al interior de la iglesia católica que se vigorizó posterior al Concilio Ecuménico Vaticano II que iniciara Juan XXIII y concluye Paulo VI, durante el pontificado de Juan Pablo II casi fue extinta. Dicha corriente postula la opción preferencial a favor de los más pobres, las huellas de la doctrina y praxis de los clérigos de dicha formación son visibles en muchos sitios marginados.
En México otro religioso vinculado con la teología de la liberación fue Samuel Ruiz, a quienes muchos recuerdan en Chiapas.
No obstante, los escándalos de algunos sacerdotes, al inicio hablamos de los legionarios de Cristo, han erosionado la imagen de una institución que registra a destacados conversos en su historia como son los casos de San Agustín y San Pablo.
Reiteramos que el estado laico es la mejor opción de convivencia, la inclusión, la diversidad y la no discriminación deben ser banderas permanentes.
Teodoro Barajas Rodríguez