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Con el inicio del nuevo año, se percibe una renovada oleada vaticanista, que se está instalando en la política española

Una vez agotada la etapa nacional católica que se había establecido, oficialmente, durante una parte muy importante del siglo XX, se desembocó en unas relaciones muy preferenciales del Estado español con la Iglesia católica oficial (Ic), pergeñada durante los debates de la Constitución de 1978 y que tuvo su plasmación formal en los Acuerdos concordatarios con la Santa Sede de 1979 y se ha ido consolidando mediante unas actitudes de claros rasgos confesional-católicos de muchos políticos y políticas, en las últimas cuatro décadas (1977-2017). Hoy todavía muy latentes…

Rasgos uni-confesionales, que en estos últimos años del iniciado sXXI, algunos ámbitos políticos pretenden transformarlos en multi-confesionales, con la finalidad (interesada) de extender una parte de esos privilegios a diversidad de religiones que, poco a poco, se van  asentando en la sociedad española y así justificar los caducos e injustificables privilegios de la Ic. Por cierto, en el ámbito de  una sociedad cada vez más secularizada, según diversidad de estudios sociológicos que desde hace tiempo nos están llegando.

Ese torticero mensaje y -a la vez- muy estudiado plan multi-confesional pretenden instalarlo, desde diversidad de ámbitos políticos y mediáticos, con la intención de “tapar” el deseo y el derecho a construir un verdadero Estado laico en una sociedad secular, único proyecto político que desembocaría en una verdadera regeneración democrática ilustrada.

En el año que comienza, este proyecto multi-confesional se suma a situaciones endémicas de la política española, como son los ejercientes políticos y políticas militantes del OPUS o de otra gran diversidad de fauna religiosa católica y con los ya históricos meapilas que han venido medrando en la política, desde el siglo XIX (incluída la etapa de la II República), constituyendo un verdadero lobby vaticanista que ha venido anidado, sobre todo dentro de los partidos de centro izquierda.

Sin embargo, cuando ya parecía que formaba parte de un pasado muy peculiar y algo casposo, en estos últimos meses de 2016, con la excusa de apoyar una equívoca “misericordia cristiana” frente a la crisis, un renovado furor vaticanista se empieza a instalar, entre la nueva hornada de políticos y políticas, de diverso ámbito partidario, que demuestra, a su vez, la impotencia de las instituciones actuales para dar soluciones públicas y de Estado a los graves problemas que acechan a una parte importante de la sociedad: la pobreza y la miseria, las brechas sociales que provoca un capitalismo depredador desbocado y las migraciones, por causas económicas, religiosas y políticas.

Pero ese renovado furor tiene un grave riesgo: Históricamente, los y las vaticanistas han constituido y todavía hoy constituyen un poderoso grupo de presión, cuya misión es el  instalarse en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, con el fin de desarrollar, en mayor o menor grado, las consignas emanadas de la curia romana, en el caso de la Ic. Sin perder de vista los objetivos dogmatizadores de otra diversidad de fauna religiosa. Sólo hay que mirar a latinoamérica (grupos evangélicos y católicos en el poder) los nuevos Estados que de ser laicos formalmente, se han convertido en islamistas, etc.

Además de una legislación favorable (Constitución y Acuerdos concordatarios, básicamente) el viejo vaticanismo ha sido la causa fundamental por lo que, en estas cuatro últimas décadas, la Ic no sólo no ha sido despojada de privilegios heredados de la dictadura franquista en cuestiones simbólicas, económicas, tributarias, jurídicas, políticas y en materia de Enseñanza o de los servicios sociales…    sino que han aumentado considerablemente.

En este cúmulo de torpezas políticas relacionadas con la eterna cuestión religiosa, la actual oleada política (deliberadamente o no) nos pretende “vender” “gato por liebre”, es decir, multi-confesionalidad por laicidad. Y ahí, un determinado vaticanismo militante está presente.

Es en este terreno de calculada ambigüedad, cuando aparece este vaticanismo renovado al que se “apuntan” muchos de los nuevos políticos y políticas, junto a muchos de los que hasta ahora, eran considerados (simplemente) como meapilas.

Todo ello tiene que ver, no sólo como una forma de tratar de desarrollar un importante “control social” de la ciudadanía, con el último fin de tratar de convertirla en los renovados siervos del Sistema, en este inicio del s.XXI de la era digital, (objetivo máximo de toda religión, antes y ahora: “Príncipe y chamán“), sino que, además, se observa una maléfica tendencia a desmantelar el Estado y la consiguiente Res Pública… cediendo a estas corporaciones religiosas (Manos Unidas, mensajeros de la Paz, Cáritas… y un largo etc)…  esencialmente los Servicios sociales a la comunidad, la Enseñanza y la Sanidad. Tema éste, de un gran peligro, trascendencia y calado político.

Los combatientes de los principios republicanos y de los valores solidarios y humanistas de la Ilustración, son aquellos que favorecen o, incluso, son permisivos con la ideología ultraconservadora del Vaticano.  Es decir del papado, como institución, independientemente del inquilino de turno.

Precisamente, el actual inquilino (Francisco), al que algunos políticos y políticas de una detereminada izquierda lo considera, nada más y nada menos, que como un adalid de los derechos sociales en una aparente renovada Iglesia, …defensor de inmigrantes y refugiados o que despotrica, públicamente, contra el Sistema  financiero, …quizá no “caen cuenta“ ( o si) de que es el jefe de todo un gran paraíso fiscal, que constituye la corporación mercantil, patrimonial y suntuaria más importante del Planeta, que NO ha ratificado infinidad de convenios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que lucha -fanática e infatigáblemente, si es necesario- para continuar (o aumentar) los privilegios de Concordatos y Acuerdos firmados con muchos gobiernos de todo el mundo. Y que, además,es el mandamás nde un Estado ficción concedido por el fascismo italiano hace casi nueve décadas.

Es increíble que, a estas alturas de la historia, ciertos políticos y políticas (que se declaran de la gente, de los de abajo o de una renovada izquierda o incluso de ccentro izquierda) acepten y apoyen a una corporación religiosa (la Ic), cuya doctrina social y dogmas van en contra de derechos fundamentales para las personas, como la libertad de conciencia de la infancia y adolescencia, una muerte digna, modelos de familia diverso, la educación sexual y tachen, oficialmente, como una perversión humana la ideología de género.

Uno de los más significativos abanderados de la “Doctrina Vaticana” es el cardenal africano Robert Sarah, colocado ahí, expresamente, por Francisco, como prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los sacramentos. No tienen desperdicio sus mensajes nacional católicos. ¿Esa es la „renovación“ que algunos se quieren creer… interesadamente?.

Guardián de la fe, junto a otros muchos clérigos misógenos y homófobos, como el Arzobispo de Córdoba o el Obispo de Alcalá, en España… mantenidos ahí por el Papa Francisco

Sin olvidarnos que la política de la institución papal y sus múltiples congregaciones extendidas por todo mundo ha conducido (y aun hoy conduce) a que territorios del tercer y cuarto mundo la doctrina social de la Ic haya sido y sea responsable de muertes y dolor, enfermedades de transmisión sexual, como el sida, entre otras. O a obligar a mantener gestación, causa de violaciones. O a que millones de personas, en algunos casos, hayan sido y son obligados a jurar la fe católica para participar de la “caridad” ofrecida por misioneros y misioneras, cuando, además, mucho de ese dinero viene de instituciones públicas.

Es cierto que muchos de esos “apóstoles católicos” también hacen el bien en muchos lugares, donde las instituciones de los Estados y la maltrecha Comunidad pública internacional no llegan o no quieren llegar y que, también, en esa histórica y ancestral “guerra” que se mantienen entre las mismas religiones y sus fanatismos, sufren persecuciones deleznables que hay que condenar y evitar. Pero ello no justifica lo anterior.

Además, El Vaticano (ahora con el papa Francisco a la cabeza), desde hace unos años, tratan de extender sus poderosos tentáculos dogmáticos en países del Este y en América latina, luchando, potentemente, contra derechos humanos (especialmente los que afectan a las mujeres y a la infancia) y, sobre todo, contra los principios de la Ilustración y la laicidad institucional en países como Francia, Uruguay, Méjico, Chile, etc. etc. de tradición laicista, al menos en lo formal.

Hoy, el cinismo de la Ic oficial, de la curia romana y del papa Francisco, en particular, no tiene límites, hace unos días leíamos un artículo de Daniel Satur en la ”Izquierda Diario” donde se denunciaban palabras del Papa, cuando en la fiesta cristiana de los inocentes decía: “Escuchemos el llanto y el gemir de estos niños; escuchemos el llanto y el gemir también de nuestra madre Iglesia, que llora no sólo frente al dolor causado en sus hijos más pequeños, sino también porque conoce el pecado de algunos de sus miembros: el sufrimiento, la historia y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes”, tratando de convertir a los violadores y a la Institución eclesial en víctimas, tan merecedora de compasión y misericordia como las niñas y niños vejados. Increíble.

Por no citar miles de casos de encubrimientos y negación de información y datos a las Justicias respectivas en todo el mundo, incluido el actual Papa. Cuando no la indemnización millonaria para acallar voces de personas violentadas por curas, hecho que hoy sigue sucediendo. Como también las múltiples sospechas de colaboración oculta de Francisco con la dictadura argentina, que algunos colectivos denuncian.

Ya no me refiero a la vieja guardia política vaticanista, porque han demostrado sobradamente lo que son y han significado. Pero, ¿Cómo políticos y políticas de la “nueva hornada” van al Vaticano a dialogar sobre refugiados? ¿Cómo se mezclan y subvencionan al ultraconservador cura Ángel y a su multimillonaria entidad? ¿Cómo se manifiestan “a muerte” a favor algunos de los cínicos discursos de Francisco… o le aplauden en la sede del Parlamento europeo cuando -hace 25 meses- tachó de asesinas a las mujeres que deciden libremente sobre su maternidad? ¿Cómo se puede estar “en buena onda” con Francisco?

Sin duda una renovada oleada vaticanista recorre demasiados despachos políticos y de las instituciones del Estado… Ese renovado furor vaticanista, pudiera ser la causa para que casi nada cambie y, así, los privilegios de la Ic sigan alterando le endeble y formal democracia que padecemos, en vez de avanzar hacia la construcción de un Estado laico, es decir, más y mejores derechos, más libertad de conciencia, más democracia, mayor igualdad y justicia social y más Res Pública.

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