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Pintada contra el ISIS en los muros de una mezquita destrozada por el Estado Islámico en Mosul (Irak), en abril de 2018.Kay Nietfeld / picture alliance via Getty Images

Cinco años sin califato: así trata de resistir y de hacer daño el Estado Islámico

El ISIS no es lo que era: no tiene liderazgo claro, no manda en Siria e Irak como solía, no tiene dinero ni armas ni apoyo popular, pero se detecta un repunte de ataques. Lo del viernes en Moscú es un golpe de efecto. 

El 23 de marzo de hace cinco años, Estados Unidos y las Fuerzas de Siria Democrática (FSD) anunciaron el fin del califato del Estado Islámico, el ISIS, el EI, el Daesh. Cuando se hizo el anuncio, todavía había llamas vivas en los lugares de los últimos bombardeos contra los miembros del grupo yihadista, el que desplazó a Al Qaeda y multiplicó la barbarie. 

En aquellos días de 2019, el Estado Islámico todavía tenía una presencia residual en vastas regiones de Irak y en zonas desérticas de Siria. En su tiempo de poderío se expandió por 88.000 kilómetros cuadrados de territorio, desde el noreste de Siria hasta el norte de Irak, imponiendo su brutal régimen a casi ocho millones de personas. ¿Pero qué es hoy el ISIS? ¿Hay posibilidades de levantar de nuevo ese autoproclamado califato? ¿Es una amenaza para el mundo? Preguntas que, si ya revivían al calor del aniversario, se multiplican ahora que se sabe que el grupo islamista reivindicó este viernes el tiroteo en una sala de conciertos de un centro comercial de Moscú, que ha causado al menos 143 muertos y decenas de heridos, según la agencia Amaq, órgano de propaganda de la organización.

«Los combatientes del Estado Islámico atacaron una gran agrupación de cristianos en la ciudad de Krasnogorsk, en las afueras de la capital rusa, Moscú, y mataron e hirieron a cientos de personas y causaron una gran destrucción en el lugar antes de retirarse a sus bases de manera segura», informó la citada agencia en su canal de Telegram. Un golpe de una magnitud no esperada más allá de Oriente Medio y Afganistán, donde sigue operando y haciendo daño. 

El grupo terrorista parece que intenta recuperarse, con entre 6.000 y 10.000 combatientes en Siria e Irak, basados principalmente en zonas rurales, que continúan llevando a cabo ataques relámpago, emboscadas y bombardeos en las carreteras. Las filiales regionales del EI también plantean amenazas en otras zonas de conflicto en todo el mundo y en países occidentales de cuyos valores reniegan, como ha pasado con los «cristianos» rusos. 

Ahora parece que está impulsando una nueva campaña que sobre todo se centra, por un lado, en matar a los enemigos del grupo dondequiera que se encuentren  -crecer a base de aniquilar al otro, sería su fundamento-, y por otro, en un intento de copar la opinión pública con reivindicaciones masivas de ataques que, objetivamente, no se sabe si los han cometido ellos o sólo se los atribuyen. 

Comenzando con su afirmación sobre el ataque terrorista en la ciudad iraní de Kerman el pasado 3 de enero, que mató a casi 90 personas. En las cuentas de las redes sociales del Estado Islámico rápidamente se difundieron reivindicaciones sobre otro centenar corto de ataques en África, Medio Oriente y el sureste de Asia que hasta entonces estaban en el limbo. 

«El Estado Islámico llama a sus soldados y a sus entusiastas musulmanes a renovar sus actividades», bramó el portavoz del grupo en un discurso publicado junto con sus reivindicaciones de barbarie tras barbarie, de esas que aún asolan al mundo, aunque no al occidental, y por eso salen menos en los titulares. Sus palabras han sido traducidas por JihadoScope, una web que se dedica justamente a monitorear los mensajes de islamistas en el mundo. «Invadir sus hogares, matarlos y causarles daño de todas las formas posibles», era la orden del portavoz. «Mátalos dondequiera que los encuentres», insistía.

Las Fuerzas de Siria Democrática -con el aval de EEUU- están alertando a través de sus canales de mensajería de que «las actividades de ISIS están aumentando». Siria, donde la guerra acaba de cumplir 13 años, es el peor escenario, «especialmente en regiones de las FSD y en las desérticas», afirma Sinam Mohamad. También hay indicios de que el grupo terrorista está ganando influencia en algunos de sus antiguos bastiones, como Raqqa y Deir Ezzor. «En menos de dos meses, la organización se atribuyó la responsabilidad de 16 operaciones diferentes en nuestras regiones y más de 30 operaciones en la región del desierto sirio», indica. 

Se han registrado al menos 65 ataques del EI en Siria sólo en enero, tanto en las zonas con mayor presencia de rebeldes como en las controladas por el régimen de Bashar el Assad. Eso contrasta con 215 ataques documentados en partes de Siria controladas por Gobierno durante todo 2023.

El Centro de Información de Rojava, un grupo de investigación pro-kurdo, lleva un recuento pripio y ha domumentado con sus medios 192 ataques del Estado Islámico en el noreste de Siria controlado por las citadas Fuerzas en el mismo período. Se cree que a lo largo del pasado año el ISIS ha podido reconstruir sus células y su equipo y está envalentonado para atentar, por razones que los analistas no alcanzan a aclarar todavía. 

Sin embargo, la idea de un ISIS en crecimiento y fortalecimiento va en contra de las evaluaciones de los funcionarios estadounidenses citadas por medios como The Voice of America, que dicen que el grupo terrorista ha sido «en gran medida reprimido». Probablemente no tendrá más de un total de 1.000 miembros, incluidos no combatientes como financieros y facilitadores, repartidos en Siria e Irak. «Daesh no es capaz más que de pequeños ataques en Irak y Siria actualmente», dijo el pasado 25 de enero un alto funcionario militar estadounidense, informando a los periodistas bajo condición de anonimato según las reglas básicas establecidas por el Pentágono. «No está al nivel en el que están operativos, donde pueden unir sus enfrentamientos tácticos y batallas en una operación (…). Tampoco pueden retener o apoderarse de territorio». 

Al parecer, ha abandonado en gran medida las ciudades, prefiriendo esconderse en partes del desierto sirio y eligiendo lugares igualmente remotos en las provincias de Kirkuk y Salah ad Din en Irak, como constaban los mensajes de las FSD. Por eso, estas fuentes califican de «mínimas» las posibilidades de que sea el ISIS, hoy, una gran amenaza. «La capacidad del grupo para entrenar y desplegar agentes de Irak y Siria probablemente esté degradada debido a la presión antiterrorista, particularmente por parte de Estados Unidos y sus socios antiterroristas que interrumpen a los líderes experimentados de ISIS», dijo este funcionario.

Un miembro del Ejército Libre de Siria, ante el dibujo de una bandera del Estado Islámico en la liberada ciudad de Jarablus, en 2016.Defne Karadeniz / Getty Images

Liderazgo y expansión

También hay dudas sobre el estado del liderazgo central del Estado Islámico. Casi no se ha sabido nada del actual líder del grupo terrorista, Abu Hafs al-Hashemi al-Qurashi, nombrado aspirante a califa en agosto pasado. Información de Inteligencia norteamericana recientemente compartida con Naciones Unidas observó indicios de que el mando y control de la red terrorista global del EI podría estar alejándose de Siria e Irak.

Algunas de las ramas africanas del Estado Islámico también parecen estar creciendo en poder e influencia, lo que lleva a algunos estados miembros de la ONU a sugerir que un cambio hacia África es «más probable». Sin embargo, a pesar de las luchas del grupo en Siria e Irak, descartar un resurgimiento, especialmente en Siria, es algo que no hace ningún Ejecutivo occidental. 

El río revuelto de la guerra y las distintas posesiones de la tierra ayudan a esconderse y no hay que olvidar que Siria también es el hogar de miles de partidarios suyos que esperan una oportunidad para volver a unirse a la lucha: hasta 9.000 combatientes hay capturados en prisiones administradas por el grupo afín a Estados Unidos, sin contar los que están en cárceles de Assad, cuyo número se desconoce. Por ahora, están a buen recaudo, ha habido intentos de fuga pero sin mucho éxito conocido.

Aunque muchos de los combatientes encarcelados sufren desnutrición o enfermedades, si el EI tuviera éxito con un complot más amplio, incluso los funcionarios estadounidenses coinciden en que habría motivos para preocuparse. «Un porcentaje de ellos representaría una amenaza. Absolutamente», dijo el alto funcionario estadounidense que guarda el anonimato. «Estos son combatientes endurecidos de ISIS». 

Eso es lo que hace que, en su informe más reciente, de febrero pasado, la ONU dijese que abordar la amenaza creada por el EI sigue siendo una «prioridad», especialmente ante su expansión en África, y que la semana pasada, ya on the record, Estados Unidos advirtiera que el ISIS sigue siendo una «amenaza persistente». Queda visto. 

Las razones del estancamiento

En estos cinco años, el ISIS ha tratado de agarrarse a todos los clavos ardiendo que ha podido. Su afán mayor ha sido el de seguir atacando a sus adversarios en Siria e Irak. En este esfuerzo les han ayudado varios acontecimientos, incluida la pandemia de covid-19 , las operaciones militares turcas en curso en el noroeste de Siria y las divisiones sectarias avivadas por los regímenes autoritarios gobernantes. Situaciones que complican su detección o el seguimiento de sus movimientos pero que, aunque les hayan sido útiles, no han compensado todo lo que tienen en contra para florecer de nuevo. 

El investigador Mohammed Hassan, colaborador del Instituto de Medio Oriente y el Fondo Carnegie para la Paz Internacional, fija en cinco las claves para que no haya podido resucitar el califato. Una cosa son los ataques y, otra, aquel poder territorial único. La primera es que el ISIS nació en estados descompuestos, donde el poder del Gobierno era reducido o estaba alterado, pero con los años tanto en Siria como en Irak se han estabilizado más las cosas y los Ejecutivos se han podido «militarizar», mejorando su lucha contra estos yihadistas. Han recuperado terreno y mejorado sus «capacidades». Eso les quita oxígeno. 

La segunda de ellas es el «reciente reflujo de la marea islámica, no sólo en Siria e Irak sino en toda la región». Son menos populares, los ciudadanos que quedan fueron las víctimas de sus ejecuciones y degüellos. Además, «estas comunidades también se comprometieron más con la gobernanza civil secular, especialmente a la luz del fracaso más amplio de los movimientos políticos islámicos, que muchos interpretaron como una demostración de que no se permitirá que florezcan los experimentos de gobernanza islámica, independientemente de su naturaleza o dirección», indica Hassan. 

La tercera de sus razones va de la mano de la anterior, es la «naturaleza» de esas personas que quedan en el terreno, que no son sus seguidores, que se vieron forzados a escapar, que murieron o están en la cárcel. «Con esta migración, ISIS se ha alejado de su base popular y se ha expuesto a mayores reveses». 

La cuarta es la «incapacidad» de reclutar a nueva gente para sus acciones. Ni han convencido a savia nueva ni han liberado a los que tienen en prisión, por lo que la propaganda, la financiación y los atentados se complican. Sigue teniendo poder de influencia, por encima incluso de Al Qaeda, como ocurre en el caso de España; un triple informe del Real Instituto Elcano a raíz del 20º aniversario de los atentados del 11-M indica que el Estado Islámico es el grupo al que mayoritariamente se adscriben los detenidos en España en estos momentos. Es la «organización hegemónica de referencia», mientras que Al Qaeda va desapareciendo del imaginario, sobre todo en los tres últimos años. Al Daesh lo ven como «una organización más dinámica y mejor conectada con su realidad inmediata, que la ortodoxa al-Qaeda». «No se aprecia que los yihadistas de nuestro país atiendan a las consignas de movilización dictadas» por los grupos más fuertes ahora mismo, como los que se encuentran en el Sahel, ramas locales tanto de Al Qaeda como del ISIS.

La quinta y última razón por la que el califato no ha revivido es tan prosaica como determinante: el grupo no tiene dinero ni tiene armas. La persecución, el exilio y las detenciones lo han dejado con poco. «El ascenso de ISIS se basó en grandes cantidades de armas, como las que adquirió tras la toma de Mosul, y que mantuvieron su presencia hasta su caída en Al-Baghouz», recuerda el especialista. Eso ya no más. Ante estas carencias, el Daesh «se verá obligada a recurrir a tácticas de guerrilla y guerra de desgaste, una estrategia que mantiene viva a la organización, pero sólo como una molestia inconveniente, en lugar de una fuerza capaz de logrando ganancias significativas», constata.

El ISIS no es ahora ni sombra de lo que fue, pero el terrorismo se ejerce con pocos medios y sigue causando dolor con ataques relámpago, emboscadas, bombardeos en las carreteras o tiroteos en teatros. Matar una ideología es complicado y aún hay quien milita en el Daesh con ganas de matar, como ha quedado demostrado en Moscú. 

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