“La fecundación in vitro es un aquelarre químico” (Demetrio Fernández. Obispo de Córdoba)
Por culpa del aquelarre químico, cada año nacen en España 30.000 seres humanos. Quizás 40.000. Se juntan tres o cuatro brujos en un laboratorio, invocan a las fuerzas del mal, se extraen algunos ovocitos del órgano femenino, se depositan junto a unos espermatozoides en un caldero, se recitan las palabras mágicas, y zas: surge la vida. Una vida, eso sí, que rompe la armonía de la creación. Nada que ver con la vida natural emanada de los textos bíblicos.
El aquelarre es un método diabólico. Lo acaba de decretar monseñor Fernández. Como consecuencia de su influjo satánico, la humanidad ha alcanzado las más altas cotas de indignidad. Fue un hechicero maligno quien efectuó en 1985 el primer trasplante de corazón en nuestro país. Se trató de un acto contra natura. Un desafío al creador, que había asignado de nacimiento un corazón averiado en un paciente. Así es la vida, según Demetrio. Si dios te entrega un hígado agujereado, ¿quién eres tú para intentar escapar de la muerte?
Los aquelarres se han generalizado una barbaridad en este mundo pecador. Miles de transgresores que viven con pulmones de otras personas, ciegos que recobran la vista, inválidos que se levantan de su silla de ruedas, mancos que beben agua con su prótesis, niños que esquivan la poliomielitis, ancianos que burlan la demencia senil. Un aquelarre químico, sin ir más lejos, frena el proceso cancerígeno de millones de personas, cuya vida está sentenciada a muerte por obra y gracia del espíritu santo.
Luego está la ciencia. El triunfo de la racionalidad. Esa ceremonia cartesiana, según la cual, un señor, pongamos que don Demetrio, se enfunda una túnica de colores, abre los brazos hacia el cielo, consagra un trozo de pan y lo convierte en carne humana, eleva una copa de vino y lo transforma en sangre, y acto seguido, en medio de un silencio atronador, las ingiere en su organismo. Eso, queridos amigos, sí que es una intervención quirúrgica con todas las garantías sanitarias.