Más allá de la acción de la justicia contra los pederastas, se debe denunciar la política de encubrimiento de la institución religiosa
Tras el escándalo de pederastia en el entorno de colegios maristas de Barcelona y Badalona que EL PERIODICO sacó a la luz en el 2016, llega un caso similar al otro lado del Atlántico. En Chile, al menos siete hermanos maristas, cuatro de ellos de origen español, están siendo investigados por delitos cometidos en cinco centros de la organización religiosa entre 1970 y 2010 sobre más de 30 víctimas, alumnos de sus colegios.
Los Hermanos Maristas han tenido desde hace más de un siglo una fuerte raigambre en España y su historia se entrelaza desde los inicios con Latinoamérica. En 1886 llegaron a Girona como punto de partida, por la proximidad con Francia, para aprender el idioma y desembarcar en el nuevo continente. Aun así, lo cierto es que se asentaron en la ciudad y más tarde en todo el territorio español, a causa de las circunstancias adversas en la República francesa, de la que fueron expulsados en 1903, justo el año en que iniciaron la aventura sudamericana en Argentina. En 1911 llegaron a Chile. Más tarde, en 1951, se creó en España, en Palencia y Valladolid, el llamado Juniorado Hispanoamericano, para captar vocaciones.
En esta relación intensa, con una gran influencia española, se han reproducido los esquemas de abusos sexuales que en su día ya denunció EL PERIODICO, en un trabajo de investigación que mereció varios premios, entre ellos el prestigioso Ortega y Gasset. Lo que pasó aquí también ocurrió en Chile, con idénticas prácticas y con la misma impunidad, auspiciada además por un entorno represivo institucional en plena dictadura pinochetista. Si en Barcelona el detonante fue J.B, en el país andino ha sido el hermano Abel, un profesor de matemáticas que los Maristas ocultaron en una residencia del instituto religioso, sin informar a las autoridades de unos hechos que ellos conocían como mínimo desde el 2010.
Más allá de la acción de la justicia contra los criminales, que puede verse restringida penalmente por la prescripción del delito, conviene denunciar, en todas partes, la política de encubrimiento que atañe a la institución. La luz sobre casos tan dramáticos y lacerantes, como son los que afectan a menores de edad, exige también la asunción de responsabilidades por la Iglesia católica en su conjunto. Es el único camino para que no vuelva a repetirse nunca más.
Habrá que repetirlo dos, diez, cien veces. Un millar. ¿De qué estamos hablando? De niños sometidos a abusos sexuales por sus profesores. Niños manoseados, atemorizados, amenazados, traumatizados, abusados, culpabilizados, violados. De esto estamos hablando. De niños de infancia robada y madurez ensombrecida. De niños inermes devorados por los maestros a cuyo magisterio fueron encomendados. No es que el lobo se colara en el corral de las ovejas, es que estas llevaban sin saberlo a sus corderitos a la lobera.
La Congregación de los Hermanos Maristas, originaria de Francia, es una organización multinacional cuya misión fundacional es la educación. Dispone de colegios en 79 países de todo el mundo. Tras el escándalo de pederastia en tres de sus escuelas en Barcelona y Badalona, ahora los abusos sexuales de menores sacuden los cimientos de los colegios maristas en Chile. En el país del Cono Sur hay al menos siete hermanos acusados por más de 30 exalumnos de cinco centros educativos. Cuatro de los docentes investigados en Chile fueron reclutados en su día en España por la congregación.
Una exhaustiva investigación de EL PERIÓDICO reveló en el 2016 una realidad escalofriante: más de 40 niños de 7 a 16 años de edad fueron sometidos a violaciones, felaciones y masturbaciones por parte de 12 profesores y un monitor en Barcelona y Badalona. Los crímenes fueron cometidos a lo largo de tres décadas. Durante 30 años, los depredadores actuaron a placer, con total impunidad, protegidos por el manto de silencio, tan espeso como abominable, que imponían los colegios y la congregación religiosa a la que pertenecían.
El mismo procedimiento
El procedimiento era siempre el mismo, con ligeras variaciones. Cuando algún alumno lograba vencer el miedo, la vergüenza, el asco y la humillación, y alertaba a sus padres de que estaba siendo víctima de abusos sexuales por parte de un hermano o un profesor del colegio, la dirección del centro, es de suponer con el aval de sus superiores en la congregación, trataba de disuadir a los padres de la idea de denunciar el caso. En algunas ocasiones, los padres recibían presiones e incluso amenazas. El colegio, en contrapartida, se comprometía a apartar al depredador de las tareas docentes directas o trasladarlo a otro centro educativo de la hermandad. Un colegio nuevo, a cuya llegada el lobo sería recompensado con un nuevo rebaño de corderitos.
Habrá que ver en qué acaba la investigación judicial en Chile. En España, de los 12 docentes denunciados, tres de ellos confesos, solo uno, acabará sentado en el banquillo de los acusados. Los demás ni siquiera han sido investigados porque sus delitos han prescrito por el paso del tiempo. Eso en cuanto a los depredadores. En cuanto a la organización bajo cuyo amparo destruían infancias, sigue recibiendo subvenciones de la Generalitat. La oposición no parece muy alarmada al respecto. Todos, Gobierno y oposición, deben de tener asuntos de mayor hondura de los que ocuparse. Cómo no.