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Se cumplen 90 años de la muerte de la primera corresponsal de guerra, una adelantada a su época. Luchó por el sufragio femenino, pero murió un año antes de que las mujeres pudiesen votar por primera vez en España
A principios del siglo XX, una mujer tuvo el coraje de introducir en España el debate del sufragio femenino y el del divorcio 30 años antes de que se legalizara. Revolucionó al sector más conservador de la época. Fue también la primera periodista con contrato fijo en una redacción y corresponsal de guerra. Maestra, traductora, escritora y biógrafa, el franquismo quiso borrar su rastro incluyéndola en la lista de autores prohibidos. Carmen de Burgos o Colombine o Perico el de los palotes, dos de los seudónimos que usó a lo largo de su carrera, murió hace 90 años en Madrid y su figura sigue siendo aún una gran desconocida para el público general.
Nació en Almería en 1867 y a lo largo de su vida escribió más de 10.000 artículos en 140 periódicos de todo el mundo. Se consagró en 1919 con la publicación de ‘Fígaro’, una biografía de Larra y aunque siempre batalló por los derechos de las mujeres, su muerte, el 9 de octubre de 1932, le impidió en 1933 votar en los primeros comicios en los que se aceptó el sufragio femenino. Con la instauración del franquismo su nombre pasó a engrosar la lista de libros prohibidos. Su obra ‘La mujer moderna y sus derechos’ la catapultó al noveno puesto. Era “una mujer que abría puertas a otra época y que quedó sepultada en el olvido tras la Guerra Civil”, sostiene Lola López Molina, vocal de Mujer de la Asociación de la Prensa de Almería.
De Burgos “representa aquellos valores de la República que la dictadura aplastó, la libertad de vida y de pensamiento, la educación, el cosmopolitismo que ella representaba, el feminismo que encarnó”. Además de “la excelencia que alcanzó con su trabajo abrumador”, continua la también periodista de Canal Sur. “Han hecho falta años de dedicación, muchos, un trabajo ingente a la altura de Carmen de Burgos, pura arqueología para recomponer su figura”.
Y el esfuerzo ha dado frutos. Muchos de los trabajos fin de grado o máster que ha dirigido Isabel Navas, catedrática de Teoría de la Literatura en la Universidad de Almería indagan en su carrera. “Llama la atención cómo algunas estudiantes que vienen de Erasmus desde la Universidad de Milán se interesan por esta autora y quieren estudiarla”. Una imagen muy lejana a la que Navas vivió cuando estudiaba Filología Hispánica, años en los que apenas se enseñaba a las autoras. “Los hispanistas del extranjero fueron quienes no permitieron que Colombine se borrara de la historia«, defiende la profesora.
Mujer de armas tomar
“Me aseguran que muy pronto se fundará en Madrid un club de matrimonios mal avenidos, con objeto de exponer sus quejas y estudiar el problema en todos sus aspectos, redactando las bases de una ley de divorcio que se propone presentar en las cámaras”, publicó la periodista en enero de 1904. Se formó un revuelo increíble. Fue la primera vez que alguien se atrevía a tratar en la prensa española el tema tabú del divorcio. Además, la autora de la columna solicitó a los lectores que diesen su opinión y también pidió la de intelectuales como Unamuno, Pardo Bazán, Giner de los Ríos, Azcárate, Baroja o Azorín. Jamás se publicaron las respuestas por las presiones que sufrió el periódico, pero Colombine las terminó recopilando en el libro ‘El divorcio en España’ (1904).
Tras la publicación de la columna, el carlista y ultraconservador ‘El Siglo Futuro’ publicó una serie de desagradables comentarios sobre la escritora. Lejos de esconderse, De Burgos se presentó en la redacción del periódico y abofeteó al redactor jefe y exigió al director una rectificación, «diciéndoles que si no rectificaba, le iba a esperar a la puerta de la redacción con una zapatilla e iba a correrlo a zapatillazos por la calle. No sé si fue temor a que llevase a cabo la amenaza o la galantería. Ello es que El Siglo Futuro rectificó en un suelto bastante largo y expresivo para mí”, contó.
Apenas tres años antes llegó a Madrid huyendo de la violencia de género y la represión. Su primer matrimonio, a los 16 años con Arturo Álvarez Bustos, fue una tortura. En la capital, le encargan la columna ‘Lecturas para mujeres’ y, donde se supone que debía escribir recetas de cocina y consejos de belleza, va metiendo ideas revolucionarias de manera discreta para llegar a las mujeres sin ser tachada de peligrosa.
En 1909, cuando estalla la guerra de Marruecos, viajó al Rif como corresponsal de ‘El Heraldo de Madrid’. “Se veía el fogonazo del tiro al salir del terrible tubo de hierro, la bala pasaba silbando sobre la cabeza de los cristianos”. De Burgos visitó destacamentos militares, hospitales, aldeas, habló con los soldados, con mujeres, con médicos y hasta ayudó a curar enfermos. Lo cuenta en su novela ‘En la guerra, Episodios de Melilla’, que se publicó en la revista ‘El Cuento Semanal’: “He escrito esta novela en el campamento, con el mismo brazo que acababa de curar heridas de verdad… Por eso hay un temblor raro en ella”.
Una vida de obstáculos
Y Aunque De Burgos consiguió formar parte del mundo intelectual del país y encarnar a la nueva mujer que vendría, constantemente se tropezó con la realidad de su momento. No podía acudir a las tertulias literarias de Madrid por ser mujer, así que organizó la suya propia. En una de estas conoció a un joven aspirante a escritor, Ramón Gómez de la Serna, 21 años menor que la anfitriona. Fue su segundo gran amor, pero también con él vivio una relación marcada por el machismo y las infidelidades. El autor llegó incluso a tener una aventura con la hija de Colombine.
Con la proclamación de la Segunda República en 1931, la nueva Constitución reconoció el matrimonio civil, el divorcio y el voto femenino, colmando así las aspiraciones de Carmen de Burgos. Ese mismo año, publicó su última novela sobre su añorado Rodalquilar: ‘Puñal de claveles’. Se basó en el suceso conocido como el crimen de Níjar, que tuvo lugar en 1928 en el Cortijo del Fraile, en los Campos de Níjar, y que fue una de las inspiraciones con que contó Federico García Lorca para sus ‘Bodas de sangre’.
La tarde de antes acudió a la sede del Círculo Radical Socialista para participar en una mesa redonda sobre educación sexual. Quería acabar con la imagen pecaminosa que la Iglesia preconizaba. “En las bodas del futuro”, indicó, “al tomarse los dichos, deberá acudir el médico en vez del confesor”. Pero, de pronto, empezó a sentirse mal. En la sala estaba el doctor Gregorio Marañón y la atendió. Al día siguiente escribieron en el periódico El Sol: “A pesar de su estado, conservaba la serenidad. Sin perder energía pronunció estas palabras: Muero contenta, porque muero republicana. ¡Viva la República!”. Clara Campoamor, junto con varios intelectuales, pidió que se diera su nombre a una calle de Madrid, pero la historia acabó enterrando su legado.
A principios del siglo XX, una mujer tuvo el coraje de introducir en España el debate del sufragio femenino y el del divorcio 30 años antes de que se legalizara. Revolucionó al sector más conservador de la época. Fue también la primera periodista con contrato fijo en una redacción y corresponsal de guerra. Maestra, traductora, escritora y biógrafa, el franquismo quiso borrar su rastro incluyéndola en la lista de autores prohibidos. Carmen de Burgos o Colombine o Perico el de los palotes, dos de los seudónimos que usó a lo largo de su carrera, murió hace 90 años en Madrid y su figura sigue siendo aún una gran desconocida para el público general.