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Bolivia: Feriados y religiosidad en un Estado laico

Dos feriados consecutivos, que además se empalman para darnos un largo fin de semana, no es algo que se produzca con mucha frecuencia. Menos aún si ambos son feriados de origen o con connotaciones religiosas, y nada menos que en un país que con toda pomposidad se ha identificado en su Constitución Política como un Estado laico.

Si los mandatos constitucionales fueran en nuestro país tomados en serio, ninguno de los dos feriados, ni Corpus Christi ni el “Año Nuevo Andino Amazónico” tendría razón de ser, pues la distinción entre el calendario litúrgico y el civil es uno de los más elementales rasgos que se espera de un Estado laico. Y eso vale tanto para la religión católica como para cualquier otra creencia o teogonía, por muy autóctona que pretenda ser.

En un Estado laico las creencias religiosas no se mezclan con la vida civil y no hay atenuante que valga. Si no es eso lo que se desea, siempre está abierta la posibilidad de prescindir del laicismo a la hora de configurar el tipo de Estado que se pretende construir. Lo que no se puede hacer, sin incurrir en una impostura, es dar rango constitucional al laicismo y al mismo tiempo mantener los feriados religiosos, como los de hoy y mañana.

En el caso de Corpus Christi, mediante un gran esfuerzo de tolerancia hacia las creencias del prójimo, se lo podría tomar como una concesión en aras del respeto a la fe que profesa gran parte de la población boliviana. Lo que en este caso no es cierto, porque si hay algo que escasea mucho entre nuestros actuales gobernantes es precisamente eso: el respeto a los demás.

Mucho más forzado aún es el argumento con que se ha elevado el solsticio de invierno a la categoría de festividad religiosa nacional. No sólo porque hay ningún antecedente histórico ni cultural que respalde el carácter ancestral que se le pretende dar a la muy novedosa celebración del “Año Nuevo Aymara”.

De cualquier modo, y ahora que los feriados religiosos –los antiguos y los nuevos– se han consolidado en el calendario festivo nacional, sólo queda como pobre consuelo que, más allá del evidente contenido demagógico que subyace bajo ambos feriados, sirvan, aunque sea sólo simbólicamente, para seguir construyendo una identidad colectiva que hunde sus raíces tanto en la tradición colonial como en la precolombina, con sus respectivas religiosidades y símbolos.

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