En una columna titulada “El intelectual que pone en jaque a Bergoglio”, Jorge Fernández Díaz de La Nación hace una serie de alabanzas al libro “Dios en el laberinto. Crítica de las religiones” de Juán José Sebreli. Y en particular al capítulo dedicado a Bergoglio que lo califica como de una disección con fría precisión, veamos.
“Los jesuitas han estado más inclinados a la pastoral y la misión que a la contemplación y la mística. Bergoglio, antes que un intelectual —nunca terminó su tesis doctoral sobre Romano Guardini—, es un hombre de acción, un político en el sentido amplio, más apto que su antecesor, el contemplativo Ratzinger, para dirigir una Iglesia agobiada por graves problema internos.”
En este párrafo del capítulo “Francisco, un Papa populista” aparecen las razones que según Sebreli llevaron a que el Vaticano cambiara a su líder en un traspaso de poder verdaderamente inédito.
Y la verdad, es que si bien Ratzinger es considerado aún hoy uno de los intelectuales más importantes de la iglesia católica, no fue el mejor político para pilotear la crisis de la iglesia con las denuncias de corrupción y abuso de menores. Ratzinger fue la mano derecha, y hasta para algunos el alma gemela, de Juan Pablo II, este último fue el papa más político que se conoció. Recordemos que junto con Thatcher y Reagan (y Gorvachov, claro) orquestaron la aplicación de la política del neoliberalismo en el mundo. Derrota de los estados obreros, desintegración de la URSS, y restauración capitalista.
Pero aunque Ratzinger fuera un gran teórico, quien a pedido del papa Juan Pablo II montó los argumentos para que la iglesia pidiera perdón por los errores cometidos con Galileo Galilei, y al mismo tiempo se mantuviera la infalibilidad del papa, como político resultó ser tan inútil que debió renunciar a su papado, un suceso que conmovió al mundo entero.
En estas condiciones Bergoglio recibió a la iglesia católica y el Vaticano, menuda herencia de la que debe hacerse cargo, un cura jesuita latinoamericano, el más político que encontraron, y digámoslo, peronista.
Sebreli gracias a su postura agnóstica termina a veces sosteniendo algunas posiciones progresistas para nuestros tiempos y los anteriores también. Varias críticas a Bergoglio son muy certeras. Lo caracteriza como un conservador popular, una forma de decir populista de derecha en el leguaje de Laclau-Mouffe.
“Respecto a los usos y costumbres de la vida moderna, a la moral sexual y familiar y a la libertad artística, Bergoglio fue un reaccionario sin matices. Siendo arzobispo de Buenos Aires encabezó la oposición de la Iglesia en la campaña contra el matrimonio igualitario. En los días en que el congreso trataba esta ley, Bergoglio mandó una carta a los obispos que pidió fuera leída en las iglesias diciendo que la lucha contra esa ley con un disyuntivo terminante ‘no es cuestión de ustedes, sino de Dios’. Esta exhortación medieval contra los homosexuales hablaba de la ‘envidia del demonio’ y la ‘guerra de Dios’, es la otra cara del bondadoso y compasivo padre Jorge.”
O cuando dice que en “el tema aborto concitó el mismo rechazo, en este caso con más éxito.”
A su vez, Sebreli hace una serie de disquisiciones sobre el populismo del papa Francisco al que caracteriza como de una “utopía reaccionaria”. Este intelectual, que se autodefine como “liberal de izquierda”, apoya fervorosamente no solo a Macri y a su séquito, sino a Macrón y a Obama, como el nuevo fenómeno liberal de nuestro tiempo. Estas posturas, junto al gorilismo sin límites del entrevistador y entrevistado, no pueden más que dejarnos dudas sobre sus opiniones.
En primer lugar, el problema que tiene estas críticas al papa Francisco, es que se hacen en defensa de una modernidad que provendría del capitalismo. Para Fernández Díaz se confunden las partes con el todo. Que los múltiples defectos y desigualdades del sistema no deberían empañar las cualidades del conjunto del capitalismo que trae una innegable prosperidad social.
El capitalismo en su primera etapa produjo un salto espectacular en el desarrollo económico de las naciones y aumentó el nivel de vida de las masas, podríamos decir en todo el mundo. Así está descripto en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Aunque nunca hay que olvidar que fue en base a la explotación del hombre, de su fuerza de trabajo. En particular, es bien conocido que en la revolución industrial, solo por poner un ejemplo, se hizo también en base a la explotación de niñas y niños a partir de los tres años. Y Marx lo sintetizaba afirmando que bajo el capitalismo no serían resueltos ninguno de los males de la humanidad, sino que serían agravados.
Y a partir de la primera guerra mundial, el capitalismo se caracteriza más por sus crisis que por sus beneficios al progreso. Las dos guerras mundiales significaron una matanza increíble de millones de personas para finalmente llegar a la paz de los cementerios y a una “prosperidad” de pos-guerra de apenas unos 20 años. Y de nuevo siguieron las crisis hasta nuestros días.
Hasta el mismo Bergoglio caracteriza la actualidad como de una “tercera guerra mundial a pedazos”. Es evidente que desde la crisis del 2008 el capitalismo no ha encontrado una salida, sino descargando sus ruinas sobre el nivel de vida de las masas en todo el mundo.
Por su parte, el papa Francisco, que en pocos días estará en Chile, presenta a la paz como la salida a las penurias de las masas en el mundo capitalista, cuando en verdad será solo destruyendo este sistema de opresión y explotación, que podrá vislumbrarse un futuro para la humanidad que merezca ser vivido.
Elizabeth Yang
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