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Asociaciones y hermandades, según Roberto Castrovido (1912)

El destacado republicano Roberto Castrovido realizó un análisis comparativo entre el asociacionismo obrero y el religioso en un artículo que publicó en el número del 16 de junio de 1912 en Vida Socialista.

Castrovido consideraba que de todos los esfuerzos que había hecho el socialismo español el más destacado había sido el de fomentar el asociacionismo obrero, ya fuera a través de cooperativas, ya en sociedades de socorros mutuos, y, por fin, en sociedades de resistencia. Asombraban, en consecuencia, los triunfos logrados contra la rutina y contra la ignorancia. Ese asociacionismo era un canto a la vida, frente al canto a la muerte que suponía el asociacionismo antiguo.

Ese asociacionismo, calificado por el autor como rudimentario, y existente antes de que los socialistas lo fomentaran, se había manifestado a través de las hermandades, colocadas bajo a advocación de un santo patrono y sin otra finalidad que procurar un buen entierro a los asociados. Distintos oficios estaban asociados para rezar ostentosamente un día al año a su santo patrono, obtener medicinas baratas y un médico barato, y, sobre todo, contar con un fastuoso entierro, con muchos caballos, muchos coches y lacayos. Así pues, todo el objeto de la sociabilidad española era un ejercicio de vanidad, de la muerte, de pompas fúnebres.

Pero los socialistas, con persistencia y calma, cualidades que para Castrovido eran esenciales para para realizar algo duradero, sustituyendo las antiguas hermandades por las modernas asociaciones, en las cuales se atendería más a la higiene que a la medicina, se defendía una alimentación sana y barata para librarse de la farmacia, y se pensaba más en el vestido que en la mortaja, en el hogar independiente, aireado y alegre, que en el nicho o la sepultura, en la instrucción más que en un entierro de primera clase, en el trabajo y no en el eterno descanso, en la vida, en fin, y no en la muerte.

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