El presidente de Palabra Liberada, Francois Devaux EMMANUEL FOUDROT REUTERS
“Me decía mon garçon, mi niño, esto es un secreto, no hay que contárselo a nadie. Luego me quitaba el pantalón y me acariciaba”. “Me decía que le siguiera al último piso. Cada vez, yo iba dócilmente. Sentía su respiración jadeante. En mi cerebro de niño, el interruptor se apagaba. Duró tres años”. Los testimonios de los tocamientos, felaciones o masturbaciones a los que les sometió el cura Bernard Preynat desde finales de los años 70 hasta 1990, cuando eran chavales de 10 o 12 años que pertenecían al grupo scout de ese sacerdote, enmudecieron a la abarrotada sala del tribunal de Lyon donde ocho de sus víctimas declararon en un juicio con el que reclaman responsabilidades a la Iglesia que protegió a ese religioso durante décadas. Desde el banquillo de acusados escuchaba, cabizbajo, el cardenal Philippe Barbarin. Es el miembro más alto de la jerarquía católica francesa que ha tenido que responder por la cultura de silencio que impuso la Iglesia ante la pederastia en su seno. No ha sido fácil llegar hasta aquí. Ni siquiera hablar de ello, mucho menos públicamente. Algunos de los que contaron lo sufrido en manos del cura pederasta callaron durante 30 años o más. Hasta que nació Palabra Liberada.
“Con Palabra Liberada fue la primera vez que hablé de lo sucedido y, sobre todo, que me di cuenta de que no estaba solo”, cuenta Pierre-Emmanuel Germain-Thil, de 40 años. Tenía diez cuando sufrió los abusos de Preynat. Calló durante más de 25. “Sentía miedo y vergüenza. Pero hablar fue una verdadera liberación”.
Esa “liberación” llegó en enero de 2016, cuando su madre le envió dos artículos sobre la asociación que acababa de crear François Devaux, otra de las víctimas del “padre Bernard”.
La idea de crear un espacio de encuentro, diálogo y organización de las víctimas de Preynat —y de otros curas pederastas— la tuvo Devaux por una llamada de la fiscalía que investigaba la primera denuncia contra el sacerdote. Entonces supo que la diócesis de Lyon, pese a que en 1991 reconoció ante sus superiores que había abusado de menores a su cargo, permitió al cura seguir trabajando en contacto con niños otros 25 años. Hasta que una de sus primeras víctimas, Alexandre Hezez, lo descubrió por casualidad y desató el escándalo.
“Me sentí tan anonadado ante la falta de discernimiento de la diócesis de Lyon, que no había hecho nada”, explica Devaux con una ira aún lejos de apaciguarse. Ahí se dio cuenta de que, más allá de la vía judicial, “había necesidad de informar” a la sociedad para que otros niños no sigan expuestos en la Iglesia a depredadores sexuales. Comenzó así una batalla contra el silencio de la Iglesia cuya resonancia no podían imaginar cuando apenas un puñado de antiguos scouts de Lyon, entre ellos Devaux, Hezez y Germain-Thil, empezaron a organizarse.
La demanda que presentó Germain-Thil contra Preynat tras contactar con Palabra Liberada es la que llevó a la detención del sacerdote, que será juzgado este año. Luego está el muy mediatizado juicio al cardenal Barbarin, que niega haber actuado mal y cuyo fallo se conocerá en marzo. Independientemente del veredicto, Germain-Thil y Devaux se declaran ya satisfechos. “Más allá del proceso en sí, hemos logrado que ciertas instituciones empiecen a interrogarse sobre el silencio de la Iglesia: la familia, los legisladores, la justicia, el gobierno”, enumera Devaux, presidente de Palabra Liberada.
El trabajo de la asociación ha sido clave, entre otros, para la ampliación en diez años de la prescripción de los delitos sexuales contra menores aprobada el verano pasado. También para la decisión de la Conferencia Episcopal de crear una comisión independiente que deberá analizar todos los casos de pederastia en la Iglesia francesa desde 1950.
Devaux está convencido de que la estrategia de denuncia pública es la clave de su éxito. “Solo hay una vía para las víctimas ante la Iglesia, que es constituirse en asociación. Y solo hay una estrategia, la mediatización. Es la única manera de quebrar esa omertá, ese sistema de silencio de la Iglesia, y de obligar a la sociedad a evolucionar”.
La mediatización de Palabra Liberada alcanzará un nuevo hito en febrero con el estreno de Gracias a Dios, una película sobre los inicios de la asociación que retrata a Devaux, Hezez y Germain-Thil aunque aparecen con otros nombres, ya que oficialmente se trata de un trabajo de ficción. “Es nuestra vida, nuestra historia, lo que pasó en nuestras familias en el periodo que va de 2014 a mediados de 2016”, explica Germain-Thil, que se dice muy satisfecho con la que ya es conocida como “el Spotlight francés”.
Con su estreno, que la defensa de Preynat está intentando retrasar para que no interfiera en su juicio, los miembros de Palabra Liberada esperan seguir levantando ese velo de silencio que ha pesado tantas décadas sobre la Iglesia y que, también desde dentro, “se empiecen a cuestionar cosas, dejen de proteger a la institución y denuncien lo que vean”, explica Germain-Thil. Porque aún queda un paso clave, subraya: “El sentimiento de vergüenza tiene que cambiar de bando”.