Donde antes había un taller o una fábrica, ahora hay iglesias evangélicas. De unos años a esta parte, muchas antiguas naves han sido transformadas en lugares de culto.
“Esto antes era un concesionario de coches de segunda mano y, en la nave contigua, un taller de reparación. Cuando se vaciaron, pusieron en alquiler las dos naves juntas y nos venían muy bien”. Quien nos habla es Eden, el gerente de una iglesia evangélica afincada en el madrileño barrio de Carabanchel a quien dos antiguas naves industriales le han venido de perlas. “La grande, de 700 metros cuadrados, la usamos para las celebraciones (lo que para un católico serían las misas); la pequeña, de unos 300 metros, es para oficinas y espacios para que los niños jueguen, hagan las tareas del colegio, etc. También tenemos un espacio de encuentro para los adultos y un estudio en el que hacemos un pódcast”.
En un domingo de culto, cerca de 1.000 personas pueden pasar por sus instalaciones. “Pagamos 6.500 euros al mes por el alquiler”. Los ingresos, asegura, los obtienen de sus fieles, que aportan más o menos dinero mensual en función de su situación económica. El entorno de su centro de culto, por cierto, es paradigmático: “Encima tenemos una empresa de distribución, al lado otra de textiles y, unos números más para arriba, un horno que distribuye comida a bares y restaurantes. Y en la calle paralela, hay otras tres iglesias evangélicas”.
Y es que el de Eden no es un caso excepcional. De unos años a esta parte, muchas antiguas naves, antes ocupadas por talleres, artesanos, fábricas o empresas industriales de todo tipo, están siendo compradas o alquiladas por una ingente cantidad de iglesias evangélicas. Si acudimos al historial de Google Street View, vemos varios ejemplos de ello. La Iglesia Evangélica Fuente de Vida Asambleas de Dios, en Villaverde, en 2008 era una sede de la constructora Sufi; el Templo Monte Hermón, en Tetuán, era Rótulos Ayllón; el Centro de Ayuda Cristiano, en Carabanchel, en 2015 era una tienda de muebles y un almacén; y la Iglesia Cristiana Reconcíliate con Dios, también en Carabanchel, en 2016 era una empresa de distribución eléctrica. La palma se la lleva la Iglesia Evangélica Salem, en la calle Cidro (Polígono del Aguacate), que levantó un edificio entero donde antes había un solar vacío.
Los datos hablan por sí solos: según el Observatorio del Pluralismo Religioso en España, Madrid dispone de 420 lugares de culto evangélicos. Entre los barrios más populares vemos algunos como Villaverde, Carabanchel, Vallecas o Tetuán.
“Lo de estas iglesias es un filón que nadie se esperaba”. El que habla ahora es Joaquín, un madrileño de 57 años que, tras varias décadas trabajando en el sector inmobiliario, desde hace 12 años tiene un doble papel: por un lado, cuenta con tres naves en propiedad; por otro, dado su pasado profesional, se encarga de gestionar e intermediar en la venta o alquiler de otras 11 naves de distintos propietarios. Su balance actual es demoledor: “De las 14 naves que gestiono, ocho son de iglesias, la mayoría de ellas evangelistas”.
Al principio, Joaquín tuvo dudas: “Los alquileres que llevo van de los 3.000 a los 15.000 euros mensuales, así que, cuando te sale un posible inquilino, tienes que comprobar que sea solvente. Con una empresa es muy fácil, ya que le pides las cuentas, pero con una iglesia de este tipo es muy difícil saber si van a estar en condiciones de pagar o no”. Nos reconoce que a estos inquilinos les suele pedir varios meses de alquiler por adelantado, pero, en cualquier caso, “la verdad es que son muy buenos pagadores”. Si a eso le sumamos el contexto, ni tan mal: “Los polígonos industriales cada vez tenemos menos industria, así que este crecimiento de las iglesias minoritarias nos ha venido muy bien”.
En 2021, un análisis sobre la situación urbanística de los lugares de culto ya señalaba “la concentración de centros de culto en polígonos industriales. Se trata de espacios en los que conviven con otros usos empresariales e industriales, con cuyos titulares alcanzan acuerdos bilaterales para gestionar y compatibilizar sus actividades”. Pero, ¿a qué se debe?
El fenómeno de los edificios evangelistas
Según el Observatorio del Pluralismo Religioso en España, el evangelismo se ha convertido en la segunda religión en nuestro país en cuanto a lugares de culto: el 69,3% de los espacios de religiones minoritarias en la Comunidad de Madrid son de evangelistas. De hecho, en poco más de una década casi han duplicado sus espacios en España: han pasado de 2.796 en 2011 a 4.340 en 2023.
Es evidente que el auge del evangelismo se debe, principalmente, al crecimiento de la población migrante. Y aquí entramos en la primera cuestión urbanística: ¿en qué barrios viven los migrantes que vienen a Madrid? Los datos del Ayuntamiento muestran una alta presencia en zonas como Villaverde, Usera, Carabanchel, Tetuán y Puente de Vallecas.
Estas cifras encajan a la perfección con las de la segunda cuestión urbanística esencial: la disponibilidad inmobiliaria de naves y locales grandes, aptos para instaurar una iglesia evangélica ante una comunidad de fieles que no para de crecer. Haciendo una búsqueda rápida en portales inmobiliarios de los distritos de Madrid con más naves de más de 100 metros cuadrados en alquiler o compra, los resultados nos llevan a una victoria de las zonas tradicionalmente industriales de la capital, con distritos como Villaverde, Carabanchel o Vallecas a la cabeza, que también observan un tercer factor diferencial: hay precios sensiblemente más bajos que el centro. Es el match urbanístico perfecto entre ubicación de la población migrante, disponibilidad de espacios grandes y precios más asumibles.
En conversación con El Grito, Maite Uriarte, coautora del estudio sobre la situación urbanística de estos lugares, introduce un matiz interesante: «Una cosa es que necesiten un local amplio para la práctica del culto y otra es la suficiencia de espacios para el ejercicio del derecho al culto a disposición de las distintas confesiones religiosas en un municipio».
El ingrediente extra: ruidos y quejas vecinales
«Estamos ante un derecho fundamental cuyo ejercicio debe garantizarse por la Administración», afirma Uriarte. Ahora bien, «su práctica debe llevarse a cabo en espacios que permitan ejercer este derecho en condiciones óptimas y, al mismo tiempo, respeten la normativa (entre otras, la referida a la contaminación acústica)», añade.
El acústico no es un asunto menor. En su informe, asegura que el rechazo u oposición vecinal hacia estos espacios «se manifiesta por la excesiva afluencia de público y aglomeraciones, la circulación de vehículos y las molestias (ruidos, fundamentalmente) ocasionadas por centros de culto que se encuentran en locales de bloques de viviendas». En cualquier caso, la autora también recuerda que «las quejas vecinales por la práctica del culto de las confesiones religiosas minoritarias subyacen prejuicios e intolerancia (en especial, hacia los musulmanes) debido a ideas preconcebidas y desconocimiento».
De hecho, en sus conversaciones con policías locales de diversas ciudades, detectan que «el desconocimiento de las diferentes culturas, costumbres y creencias conduce a pensamientos estereotipados y prejuiciosos. Estamos acostumbrados a un solo modelo de fe (el católico) y la muestra de que todavía no se ha alcanzado la armonía y la aceptación necesaria de la heterogeneidad social actual». Estos prejuicios acaban teniendo consecuencias negativas, ya que el traslado de estos espacios de culto a los polígonos industriales “abona la gentrificación y menoscaba el ejercicio del derecho fundamental”.
En su opinión, por tanto, «existe una ausencia en el planeamiento urbanístico de disponibilidad concreta de suelo para uso religioso». Además, «la participación de las propias confesiones religiosas minoritarias en la elaboración de dichos planes urbanísticos es, en general, deficitaria. Muy a menudo, se compara a las confesiones religiosas con cualquier asociación sin ánimo de lucro».
El hecho de que en muchas naves, locales y espacios industriales estén floreciendo diversas religiones minoritarias, especialmente la evangélica, resulta llamativo, pero también explicable. Otra cosa es que las explicaciones nos parezcan satisfactorias o no. Pero ya lo sabes: la próxima vez que veas una fábrica o un taller cerrar, piensa en que quizá lo próximo que aparezca en su lugar sea una iglesia evangélica.