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Página de periódico del diario 'Pensamiento Alavés' con el anuncio de la instalación de los dos ministerios ELDIARIO.ES/EUSKADI

Adoctrinamiento en los colegios y derogación del divorcio: así era el día a día de los ministros franquistas de Vitoria

El primer Gobierno ilegítimo del dictador ubicó en 1938 las áreas de Justicia y Educación en la capital vasca y avisó a la población de que no apoyarlos implicaría una acusación de “rebelión”

En menos de dos años y todavía en buena parte en plena Guerra Civil, el primer franquismo diseñó en Vitoria dos de los pilares de lo que vino en llamar el “nuevo Estado”, es decir, el régimen totalitario que en aquellos años imitaba con entusiasmo el fascismo italiano y el nazismo alemán. El Gobierno ilegítimo con el que el dictador Francisco Franco comenzó a funcionar desde Burgos a principios de 1938 instaló en Vitoria los Ministerios de Justicia, que se ubicó en el palacio de la Diputación foral -salvo la residencia oficial, que se llevó a un chalé en Fray Francisco-, y el de Educación, instalado muy cerca de allí, en la Escuela de Artes y Oficios. El titular de Justicia entre enero de 1938 y agosto de 1939 fue el carlista y tradicionalista navarro Tomás Domínguez Arévalo, más conocido como el Conde de Rodezno. El ministro de Educación de enero de 1938 a abril de 1939 fue el monárquico Pedro Sainz Rodríguez. Desde abril hasta agosto la cartera la asumió también el Conde de Rodezno. Ya terminada la contienda, Franco reorganizó su gabinete y devolvió la capitalidad a Madrid. Pero todavía Esteban Bilbao tomó posesión como ministro de Justicia en Vitoria y empezó su labor desde aquí, mientras que las oficinas de Educación ya se habían marchado.

Vitoria fue la primera ciudad en ser ocupada por los franquistas tras la sublevación del 18 de julio de 1936. La máxima autoridad militar de la plaza era un amigo personal de Franco, el ferrolano Camilo Alonso Vega, también muy estrecho colaborador de Emilio Mola. Existen fotografías de las tropas en el centro de la ciudad ese mismo día. Fue depuesto el alcalde legítimo republicano, Tomás Alfaro Fournier, e impuesto Rafael Santaolalla. En los meses siguientes la ciudad acogió los cuarteles generales de la Alemania nazi (hotel Frontón de la calle de San Prudencio) y de la Italia fascista (antigua Escuela de Artes y Oficios). Y, cuando Franco montó un Gobierno paralelo al legítimo de la II República desde Burgos, contó con Vitoria para montar dos Ministerios.

El de Justicia era el segundo en relevancia, solamente por detrás del de Asuntos Exteriores. Franco situó a un navarro al frente, el Conde de Rodezno. Se da la circunstancia de que dos navarros ejercieron como legítimos ministros de Justicia de España en esa misma época desde Madrid, el nacionalista Manuel de Irujo -ha sido la única vez que el PNV ha estado en el Gobierno de España- y el republicano Mariano Asnó -primer alcalde de Pamplona a partir de 1931-. Al de Educación también se lo consideró estratégico porque pretendía imponer un nuevo modelo de adoctrinamiento nacional y religioso. Los titulares legítimos de esa cartera en España en la época fueron tres: Jesús Hernández Tomás del PCE, Segundo Blanco de la CNT y el republicano José del Río.

Justicia fue el primero de los dos ministerios en estar listo en Vitoria. El ministro ocupó el despacho del diputado general, aunque esa institución siguió operativa con Eustaquio de Echave-Susaeta al frente en ese momento. La actividad ministerial arrancó con una misa en la capilla del salón de sesiones del edificio foral, aunque el ministro no acudió por estar “ligeramente indispuesto”.

A la población, se le hizo llegar el siguiente mensaje del Gobierno civil: “Se hace necesario que todos los dueños de casas, pisos y pensiones notifiquen sin pérdida de tiempo a la Cámara de la Propiedad Urbana las disponibilidades que tengan para el alojamiento de todo el personal de los Ministerios que se instalen en Vitoria. Quiero que este servicio lo consideren como servicio a España y al buen nombre de Vitoria. Vitoria sabe corresponder con diligencia y con cariño al honor que el Gobierno nos concede”. Y ojo con no colaborar con los ministros y sus equipos: “Quedarán sometidos a la jurisdicción de guerra como presuntos autores de delito de rebelión. La vigilancia será constante”. Ni los funcionarios se libraban: dos de ellos fueron fulminados en Vitoria por una supuesta participación en una “secta masónica”.

El diario de propaganda local ‘El Pensamiento Alavés’ dedicó una sección casi diaria a la vida ministerial. Uno de sus primeros titulares sobre el Ministerio de Justicia fue el siguiente: “El Conde de Rodezno comienza su labor de reparación de la obra laica de los Gobiernos de la República”. En efecto, esa cartera se dedicó a tiempo completo a desmontar el régimen democrático tanto en lo simbólico -se instalaron crucifijos en edificios oficiales o se autorizó a unir los apellidos Calvo y Sotelo- como en lo tocante a derechos sociales como el divorcio o los matrimonios civiles. De Justicia colgaba también la gestión de Prisiones, una pata fundamental para la represión de lo que se consideraba “rojo” o directamente “soviético”. De hecho, en aquella época estaban operativos campos de concentración, varios de ellos en Vitoria y Álava. En Vitoria se decretó también, por ejemplo, la refundación del Tribunal Supremo o la relegalización de la Compañía de Jesús. La actividad para desmontar el régimen anterior era frenética, casi obsesiva.

Conformaban el equipo más directo del ministro de Justicia Luis Arellano, subsecretario y más estrecho colaborador, y Mariano Puigdollers como responsable de Asuntos Religiosos. Al frente de Prisiones Máximo Cuervo relevó al primer titular, un coronel de apellido Velasco. Su secretario personal tenía de apellido Uriz. Francisco Fernández Ladreda era el inspector-jefe de Prisiones.

Los periodistas acudían cada día a la Diputación para recibir las noticias debidamente filtradas. El alcalde Rafael Santaolalla, que pasará a la historia por haber convencido a Franco de retomar la ‘Marcha Real’ como himno -es el que actualmente se mantiene-, consideró al ministro “un vitoriano más” y destacó de él su implicación en actos religiosos, militares o festivos. Él alegó que se sentía como en casa porque esta ciudad era lo más parecido a Pamplona. Por la Diputación pasaron decenas de visitantes: dirigentes de la Falange (el partido único parafascista del régimen), autoridades locales, militares, miembros de la Iglesia católica, … El ministro viajaba con regularidad a Burgos para las reuniones del Consejo de Ministros pero también a su Navarra natal y a otras ciudades. Era Arellano, en muchas ocasiones, el responsable del día a día de este organismo ilegítimo.

El diario crítico con Franco

De su estancia en Vitoria ha aparecido un diario del Conde Rodezno. En él aparecen críticas a Franco. “Ese hombre, absorbido por la guerra, y bajo la influencia de su atormentado cuñado [el fascista Ramón Serrano Súñer], tiene metida hasta el tuétano la concepción totalitaria, unitaria y estatista de Alemania, Hitler y Mussolini. Franco […] no comprende que no hay más que dos formas de Gobierno que sean permanentes: monarquía y república. Los poderes personales son siempre transitorios y sólo viven del aliento del genio. Y él no es un genio ni mucho menos; no pasa de un estimable militar”, se puede leer en un fragmento recogido en la publicación ‘Los inicios del franquismo en dos obras inéditas del conde de Rodezno’ del expresidente navarro Juan Cruz Alli. Y también esto otro escrito en Vitoria cuando era, a la vez, titular de Justicia y de Educación y justo tras haber terminado la Guerra Civil: “Todo se ha revestido de un tono de majestad y casi de coronación que me tiene preocupado y molesto. Ya no estamos en la guerra; esto parece que toma rumbos de poder personal indefinido”.

Domínguez Arévalo asumió en abril de 1939 la dirección política de las dos carteras de Vitoria. En agosto fue relevado en el primer Gobierno ya tras el final de la guerra y la ocupación de todo el territorio. En 1940 regresó a la primera línea como vicepresidente de la Diputación de Navarra, en la práctica la máxima autoridad foral. Falleció en 1952. Hasta 2016 tuvo una céntrica calle en su honor en Pamplona y en un pueblo de La Rioja la mantiene.

La nueva educación adoctrinadora

Se tardó alrededor de una semana más en montar el Ministerio de Educación en la Escuela de Artes y Oficios. Asumió también las competencias de Cultura. En la parte educativa, emergió la figura de Romualdo de Toledo, director general de Enseñanza Primaria que siguió en el cargo hasta 1951 y que es el artífice de la bases de la educación franquista, de clara inspiración fascista. De Toledo también contribuyó a otras misiones en el “nuevo Estado”, tales como la Agencia Efe o el informe “Dictamen de la Comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes el 18 de julio de 1936” para justificar como inevitable la sublevación militar contra la democracia. José Pemartín era el homólogo para la Enseñanza Media y Superior y Augusto Krahe para la Enseñanza Profesional.

¿Cuáles eran esas bases de la nueva educación dictadas desde Vitoria? “Se acabó el desdén por nuestra historia. Terminó la agresión traidora a todo lo español. Nuestra infancia ha de querer a la Patria ardorosa […] y para ello es preciso conocerla en sus días de gloria para exaltarla y en sus páginas de sufrimiento para quererla […]. Una escuela donde no se aprende a amar a España no tiene razón de existir. Hay que suprimirla. La patria se está forjando ahora en el duro y penoso yunque”, argumentaba De Toledo.

Se planteaba mucha historia y mucha religión. “Cantos populares e himnos han de ser entonados por los niños en todas las sesiones de la escuela. Biografías, lecturas de periódicos, comentarios de hechos actuales que lo merezcan por su importancia nacional serán escogidos para su estudio. Programas, escuela y maestro han de sentir a España en todo momento”, se podía leer en el decreto del 5 de marzo 1938. Y se seguía: “Que el niño perciba que la vida es milicia, o sea, sacrificio, disciplina, lucha y austeridad. […] El acto de izar y arriar los días lectivos la enseña de la patria en todas las escuelas nacionales, municipales y privadas mientras se canta por los niños el himno nacional ha de ser obligatorio, dándosele toda la emoción necesaria. […] Y como símbolo supremo de nuestra España, el retrato de nuestro invicto Caudillo presidirá en todas las escuelas la educación de los futuros ciudadanos”.

Cada día, un ejercicio “de un tema religiosos, patriótico o cívico”. Si hacía falta, se abrirían los colegios de noche para dar a entender lo que era -y lo que no era- el “movimiento nacional”. La coeducación, por supuesto, quedaba de lado: “En las escuelas de niñas brillará la feminidad más rotunda, procurando las maestras, con labores y enseñanza apropiadas al hogar, dar carácter a sus escuelas, teniendo una contribución práctica en favor de nuestro glorioso Ejército”.

Eran muy corrientes los intercambios con estudiantes de Italia y de Alemania. Se coqueteó con la enseñanza del italiano y también se importó del fascismo y del nazismo el culto por el deporte. “Se considera indispensable intensificar la educación física […]. En vez del exotismo en los juegos, busquemos en ellos las puras corrientes nacionales, los juegos de pelota, los bolos, la comba, el marro, etcétera. […] Los jueves deben aprovecharse para organizar paseos escolares en que, junto a la belleza de la creación, se busque el fortalecimiento corporal de la infancia española”, ordenó también el primer franquismo. Los crucifijos volvieron a las aulas y se elaboró una larga lista de libros prohibidos. La censura fue férrea desde el inicio.

Con la marcha de Vitoria a Madrid del Ministerio de Educación, la prensa local publicó una despedida a De Toledo por su “labor trascendental en la gesta española”. Fue “españolísima” su estancia en la ciudad. Dijo de él el ‘Pensamiento Alavés’ que ofreció los “momentos ideológicos más interesantes” con la “transformación de la escuela” realizada en la “histórica” disposición del 5 de marzo de 1938. Fue “un acontencimiento intelectual de los de mayor envergadura” en la “cruzada”, según la propaganda.

Exposición internacional de Arte Sacro

El pata de Cultura la figura más relevante era la del escritor catalán Eugenio D’Ors, que pasó poco por Vitoria porque, entre otras labores, era el portavoz del franquismo en foros internacionales como la Bienal de Venecia o el comisionado para apropiarse para el franquismo del patrimonio artístico enviado al extranjero por la II República para que no fuese expoliado. Sin que la prensa local -tan detallista para otras cosas- ofreciera una explicación detallada, Sainz Rodríguez dejó el Gobierno precipitadamente en abril de 1939 y el equipo quedó bajo la dirección política del Conde de Rodezno. El relevo se produjo coincidiendo con las fiestas de Álava, en San Prudencio.

Eso sí, Domínguez Arévalo no era precisamente un enamorado de D’Ors. “Ha pronunciado un discurso inverosímil, de ésos que a mí me parece que hace a propósito. Nadie ha entendido ni patata de lo que ha dicho. Tal vez él tampoco”, escribió en el diario. En Vitoria se creó el “Instituto de España” para coordinar la labor de las diferentes academias.

El hito más relevante en el plano cultural fue la celebración en Vitoria de una exposición internacional de arte sacro. Se reformó el palacio de Villa Suso y se instaló en su entrada una especie de tótem especial. Por Vitoria pasó también con motivo de ese evento el mariscal colaboracionista francés Philippe Pétain, que en pocos meses pasaría a ser jefe del Estado títere en la Francia ocupada por los nazis. Curiosamente, el exministro Sainz Rodríguez viró hacia una posición aliadófila en la II Guerra Mundial. En 1942 abandonó España y fue uno de los más cercanos consejeros de Juan de Borbón, que nunca llegó a reinar. Falleció en 1986 ya en España y como miembro de la RAE, entre otros organismos.

La exposición de arte sacro se clausuró en agosto de 1939. Para entonces, Educación ya había hecho las maletas para Madrid. Tras el final de la Guerra Civil, poco a poco, se fueron instalando allí todos los organismos del Gobierno. Sin embargo, en Justicia se produjo el relevo y todavía tomó posesión en Vitoria el sustituto del Conde de Rodezno, Esteban Bilbao. Lo hizo en el Palacio de la Diputación y con una promesa de seguir acometiendo demoliciones en el marco democrático y republicano para tener un Estado “católico” y “español”. Bilbao, que había sido apresado pero canjeado por el alcalde republicano de Bilbao Ernesto Ercoreca, pasaría a ser en 1943 el primer presidente de las Cortes franquistas, un sucedáneo de Parlamento para blanquear la dictadura. En tal calidad, llegó a ser jefe del Estado suplente en viajes al extranjero del dictador. Murió en 1970.

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