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Israelíes tienen que viajar al extranjero para boda civil debido a Ortodoxia

Cada año, más de 6.000 israelíes viajan unos días a Chipre, la República Checa u otros países en busca, no de unas vacaciones, sino de la boda civil que les niega su país, donde la Ortodoxia judía controla por completo el rito matrimonial.

Conscientes de esta demanda, las agencias de viaje de Jerusalén, Haifa o Tel Aviv ofrecen a los prometidos 'paquetes todo incluido' con avión, hotel, ceremonia y hasta los trámites del enlace, que las autoridades israelíes reconocen después como válido.

El destino estrella es, sin duda, Chipre. A apenas una hora de avión de Israel, la isla dividida disfruta además de un clima y playas ideales para enlazar con la luna de miel.

'Aunque algunos se casan y vuelven en el mismo día, la mayoría aprovecha para quedarse unos días, todo por unos 1.500 dólares', cuenta una dependienta de origen ruso de la agencia de viajes Issta de Jerusalén.

Paraguay era uno de estos 'destinos matrimoniales' favoritos hasta que hace dos años Israel dejó de reconocer los enlaces en ese país que aprobaba un notario, sin necesidad de que los novios asistieran a la ceremonia.

Este grupo de población israelí, más de un millón de judíos que emigraron a Israel tras la desaparición de la Unión Soviética, es el principal afectado por el completo monopolio del Rabinato ortodoxo sobre la legislación marital y de divorcio, explica la abogada Victoria Gelfand, 'Nueva Familia', una ONG que se bate para lograr el
reconocimiento legal de las distintas uniones.

Casi un tercio de estos emigrantes pudo establecerse en Israel porque el Estado les considera judíos al tener al menos un abuelo hebreo, pero no las normas de la ortodoxia judía, la 'Halajá', por lo que no pueden casarse en el país.

Es el caso de Arcadi y Dina, que se dieron el 'sí, quiero' este año en Praga.

'Sólo porque mi familia materna destruyó documentos durante el Holocausto mi boda me ha costado 2.000 shekels (350 euros) en vez de cien (17 euros). Es una discriminación', protesta Arcadi.

Esta situación afecta a los miembros de las otras confesiones reconocidas en Israel -musulmanes, cristianos y drusos-, que superan el millón.

También ellos se ven abocados a unirse en ceremonias de sus respectivas religiones, según un 'statu quo' vigente desde la creación del Estado Judío en 1948 que, para los más críticos, demuestra su carácter teocrático.

A grosso modo, hay otros tres perfiles de viajeros israelíes con un anillo en la maleta, explica Zamira Segev, directora de la coalición de movimientos sociales Hemdat.

E. H., judío, pertenece al primero de ellos -los matrimonios mixtos- desde que en mayo se casó por lo civil en Madrid con la española Ana, de educación católica.

'La idea era seguir juntos y en Israel era casi imposible casarnos. ¿Para qué luchar contra lo que no se puede cambiar?', dice con resignación.

También se unen de por vida fuera de Israel quienes no desean pasar por el rabino ortodoxo de turno, sea por mentalidad secular o por pertenencia a escuelas del judaísmo que celebran bodas ilegales a ojos del Ministerio de Interior.

Zoar Scherbakovsky, por ejemplo, se casó en Israel frente a un rabino progresista, pero paradójicamente su matrimonio reconocido es el que celebró después en Argentina 'aprovechando una visita a la familia' con su entonces novio.

'Yo me siento judía y quería una ceremonia judía, pero no la de un rabino ortodoxo', matiza Zoar.
El último grupo son los Cohen, que tienen prohibido esposar mujeres divorciadas al ser considerados judíos 'más puros'. 'Muchos no saben que lo son, pues esta clasificación no se limita a quienes portan dicho apellido, y lo descubren frente al rabino', señala Segev.

El pasado julio, el ministro de Justicia, Daniel Friedman, abrió una pequeña ventana al anunciar que las parejas cuyos integrantes sean considerados 'sin religión' podrán casarse por lo civil.

La medida, aún no publicada, recibió las críticas la izquierda social y política porque, a su juicio, 'incrementa la discriminación de los emigrantes a Israel que no son definidos como judíos', en palabras del líder del partido pacifista Meretz, Iossi Beilin.

Gelfand recuerda además que, para dar un paso que sólo afectaría a unos 26.000 de los siete millones de habitantes de Israel, el Gobierno tuvo que comprometerse a ceder competencias al Rabinato en el ámbito de las conversiones.

'Todo esto es ridículo -sentencia indignada Segev-, cuando uno se enamora no pregunta al otro cuál es su religión'.

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