¿Es el sexo un pecado o una bendición? La ética laica no ve límites en las relaciones sexuales; la moral católica, en cambio, una retahíla. En esta serie de artículos, profesionales e intelectuales reflexionan y debaten sobre la vigen
Ambos lucen carreras, doctorados, cargos de responsabilidad y obra publicada en sus currículos. Domènec Melé es profesor de Ética Empresarial en IESE. Victòria Camps, catedrática de Filosofía en la Universitat Autònoma de Barcelona, preside el Comité Bioético de España. Con ambos comparto un café. Melé me cita a las 8 de la mañana en la imponente sede de IESE, en el acomodado barrio de Pedralbes. Aparece puntual, con traje clerical, cabello cano pulcramente peinado y una amable sonrisa que no borrará en toda la conversación. Con Camps me encuentro a primera hora de la tarde, en una cafetería del centro de Barcelona. Ha conseguido hacer un hueco en su agenda antes de volar a Bruselas. Elegante, discreta, cruzamos unas palabras de saludo y, sin preámbulos, entra en materia: «Para la ética que quiere ser universal y laica, el sexo no es un tema fundamental. No hay límites en las relaciones sexuales. La libertad es total. La única restricción es la propia de cualquier relación humana: no hacer daño a otra persona». Por el contrario, Melé, antes de abordar la cuestión, prefiere situarla en el marco de la ética y de la moral: «La ética es un tratado de virtudes que busca la excelencia, no un simple conjunto de normas. La moral cristiana significa seguir a Jesús en todos los ámbitos de nuestra vida. Desde la concepción hasta la muerte. Es una guía para hacer un buen uso de la libertad».
Sexualidad y compromiso
Melé apenas gesticula, habla con precisión y su tono es limpio, casi aséptico. Ni una vacilación precede a sus palabras: «La tensión entre el deseo y lo que nos conviene es fuerte, pero se ha de humanizar la sexualidad. Integrarla en la persona y contemplarla como parte del amor. De un amor comprometido y estable. Orientado a la unión. Abierto a la vida». Amor y vida. Matrimonio y reproducción. Melé señala los dos condicionantes que la Iglesia considera obligados para bendecir las relaciones sexuales.
Para Camps, la moral católica está obsesionada con el sexo. Confunde ideas con prejuicios y contempla el sexo como pecado, por ello solo lo acepta bajo unas normas muy específicas. «Si no hay daño -afirma la catedrática-, todo está permitido, porque es una relación privada y un compromiso entre dos personas. Una forma de expresar aprecio, amor o amistad hacia una persona. Personalmente, el sexo sin amor lo entiendo poco. Aunque es una realidad, opino que si la relación solo se basa en el instinto o la diversión, hay poca o ninguna diferencia con una relación puramente animal».
Condones, gais y educación
A partir de la obligada ecuación católica de matrimonio y reproducción, Melé es taxativo: «El uso del anticonceptivo evita que el amor dé fruto». Por lo tanto, a sus ojos, no es aceptable. Tampoco las relaciones homosexuales, aunque aquí el profesor apunta: «Se ha de respetar la homosexualidad. Incluso puede haber una ordenación jurídica, pero en ningún caso deberíamos hablar de matrimonio. La trampa está en jugar con su definición. No podemos confundir la realidad con lo que nosotros queremos que sea la realidad. Si no acotamos el significado de matrimonio, también podríamos llegar a incluir la poligamia».
A pesar de las notables divergencias entre los discursos de Melé y Camps, ambos coinciden en la necesidad de mejorar la educación sexual en las escuelas. «Es casi inexistente -afirma Camps-. Hay que distinguir entre informar y educar. Lo primero se hace poco y mal. Habría que hacer un mayor esfuerzo educativo sobre la dimensión de las relaciones sexuales. Si solo se aprende de lo que se ve en la televisión o el cine, se puede llegar a una concepción excesivamente promiscua. Una relación tan íntima tiene una importancia alta. Se ha pasado de un extremo a otro. La visión laica opta por no intervenir. La religiosa interviene demasiado». Melé, por su lado, apunta: «Uno de los problemas más graves de la sociedad es confundir biología con sexualidad, se ofrece una educación deshumanizada, no integrada en la totalidad del ser. Se pierde el significado de la relación sexual y provoca curiosidad malsana. No puede quedar reducida a explicar el uso del preservativo».
Pederastia y celibato
«Es terrible -asevera Melé-. No hay excusas para la pedofilia. Es evidente que se han producido fallos en la selección de sacerdotes y en alguna actitud de encubrimiento. Pero no hay relación entre el celibato y la pederastia. Es un problema de debilidad humana». Melé cita datos estadísticos que no aprecian una mayor proporción de pederastas entre los religiosos.
Camps corrobora que es muy difícil demostrar causalidad entre celibato y pederastia, aunque matiza que la represión halla salidas que normalmente no se buscarían. «El celibato es una opción respetable -apunta-. Pero es antinatural». Melé no cree que sea necesario corregir la norma del celibato. «Se ha revisado mil veces. La última, con Pablo VI, y se pronunció a favor de continuar con la disciplina. Es una cuestión de entrega del corazón. El hombre casado debe entregarse plenamente al matrimonio. El sacerdote, al ministerio».
Las conversaciones acaban mucho más tarde que los cafés. Melé ruega rigor a la hora de reflejar sus argumentos. Considera que los medios no siempre son objetivos con las informaciones sobre la Iglesia. Horas después de nuestra charla, Camps envía un correo electrónico con una serie de aclaraciones.
Hablar de sexo, sí, pero con prevención. Ambos.