La muerte de Nelly Aquino es un feminicidio de Estado. A pesar de las cifras inaceptables de mortalidad materna el Gobierno y el Congreso dan la espalda a las mujeres. Prefieren ver las mujeres pobres muertas a salvar sus vidas. El embarazo en niñas y adolescentes, las complicaciones por abortos inseguros y la mortalidad materna están relacionadas a la desigualdad entre hombres y mujeres, a la discriminación contra la mujer.
Nelly Aquino Peña murió a los 20 años al pretender controlar su fertilidad. Nadie le dijo que en nuestro país, no solo es un pecado; nuestro flamante Congreso también lo consideró un delito.
Quizás si esta mujer en ciernes hubiese recibido educación sexual, si hubiese tenido acceso a métodos anticonceptivos, si se hubiese realizado el aborto en una clínica reconocida con médicos calificados, si hubiese sido una joven con recursos económicos, seguro hoy no estaría en el cementerio.
A Nelly Aquino nadie la orientó en temas de sexualidad, aprendió de sexo en el ejercicio. No conoció los métodos anticonceptivos o no podía comprarlos; son costosos y el gobierno no ofrece anticonceptivos a las personas pobres a través de las farmacias del pueblo, Promese Cal. En más de diez años no han logrado realizar la licitación; esperan la bendición de las autoridades eclesiásticas.
Es que Nelly Aquino era pobre, y las pobres solo cuentan para las elecciones. Sin tener conciencia del riesgo a que estaba expuesta, Nelly Aquino interrumpió su embarazo. Penalizar el aborto no los reduce, solo incrementa la mortalidad materna; el Congreso y el Ministerio de Salud lo saben.
Nelly Aquino fue muy osada, se atrevió a defender el derecho a decidir sobre su cuerpo; gracias al Congreso en cofradía con los grupos que no reconocen los derechos humanos, para una mujer pobre es toda una ruleta rusa. Mi hija cumple 20 años en los próximos meses; no puedo dejar de pensar en su carita cuando pienso en la difunta Nelly Aquino. No solo mi pluma, todo mi ser se indigna, se llena de coraje, de impotencia. Para una madre, todas las jóvenes son sus hijas.
Amar al prójimo es salvar vida. Mientras las autoridades continúen aferrados a letras muertas y renieguen la realidad, las mujeres pobres continuarán falleciendo por causas relacionadas al embarazo. Se comportan como indolentes. Al César lo que es del César, el responsable de la muerte de Nelly es el Congreso, los que dicen defender la vida y mantienen el aborto penalizado. Sus hijas no corren peligro, están blindadas por los privilegios.
Lillian Fondeur es médico residente en Santo Domingo – República Dominicana
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