Los expertos consideran que las redes sociales tienen el poder de orientar la decisión de los cardenales, algo impensable en cónclaves anteriores Los `Vatileaks´ son un secreto a voces en la Santa Sede
“Si hay algo diferente en este cónclave es la presión de los medios modernos de comunicación”, explica Peter Maxwell-Stuart, profesor de Historia de la Universidad de St. Andrews en Escocia y autor del libro Crónica de los Papas (Thames & Hudson, en inglés). El desarrollo de las nuevas tecnologías es capaz de cambiar las decisiones de los cardenales, para este historiador. “Las opiniones en las redes sociales pueden resultar efímeras para aquellos que las expresan, pero tienen un efecto más duradero en aquellos que las leen. Ninguno de estos cardenales es inmune a estas presiones. Lo que piense la gente común puede tener una gran influencia en la mente de los electores, algo impensable en cónclaves anteriores”. Maxwell-Stuart considera que esta “comunicación invisible” será la presencia determinante en esta elección.
Después de la renuncia histórica de Benedicto XVI, toca un cónclave tenso pero sin demasiadas novedades, según los expertos. Las historias internas de la elección papal siempre han estado marcadas por el secretismo, y garantizar la total intimidad de los cónclaves ha sido siempre difícil. “En el cónclave que siguió a la muerte de Pablo III, en 1550, los cardenales se quedaban en habitaciones en la Capilla Sixtina junto a sus asistentes. La comida era sospechosa de filtrar mensajes externos. Los pasteles eran abiertos para ser examinados y el vino solo podía entrar en recipientes de cristal”, explica Clare Copeland, investigadora de Historia Moderna en la Universidad de Oxford.
“Peleas y escándalos en la Santa Sede ha habido siempre. Son intrínsecos al Vaticano desde hace siglos y no deben consternarnos”, dice Alberto Melloni, historiador de la Iglesia y director del Instituto de Estudios Eclesiásticos Juan XXIII de Bolonia. Se refiere, por ejemplo, al escándalo de la Banca Romana [luego banca del Estado Pontificio] que quebró en 1893 tras destaparse sus relaciones fraudulentas con el Gobierno italiano; o en la elección que siguió a la muerte repentina de Juan Pablo I, un mes después de asumir el mandato en 1978, con rumores de asesinato. Melloni asegura que el documento con toda la información sobre el caso de espionaje Vatileaks y que, según Benedicto XVI “solo debe leer el próximo pontífice”, es un secreto a voces. “El Vaticano es un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce”, declara Melloni.
“La única comparación entre este cónclave y cualquier otro es quizá con el de Celestino V, en 1294”, dice Maxwell-Stuart. Al elegir a Celestino V, explica, los cardenales estaban seguros de que elegían a un hombre santo al que nadie podría poner objeción. Pero las controversias que rodeaban a la Iglesia lo obligaron a renunciar. Los cardenales tardaron un día en elegir a su sucesor. Y es precisamente en las figuras de Celestino V y Benedicto XVI donde el experto ve un paralelismo: “Se trata de dos papas muy respetados que renunciaron a un puesto porque estaban convencidos de que no reunían las habilidades necesarias”, dice el catedrático, que hace hincapié en que la mala reputación de los cardenales no es algo nuevo.
El misterio sobre los abusos sexuales a menores ha transformado la concepción de unos hombres convencidos de que Dios les encarga la misión de elegir a su representante en la Tierra. “Durante siglos, los cardenales han explicado al mundo lo que la Iglesia necesita. Esto ya no puede ocurrir porque hay tantos escándalos silenciados que nadie confía en nadie”, dice James Weiss, profesor de Historia de la Iglesia de la Universidad de Boston.
“Las ambiciones de hacer carrera impiden que se cumpla la norma de que el papa gobierne con el consenso del Colegio cardenalicio aprobada en el Concilio Vaticano II”, explica Alberto Melloni, que añade que no hace falta “un largo pontificado para acabar con esto, sino un papa fuerte”. Un ejemplo es Juan XXIII, uno de los papas que “más han hecho con un mandato corto”, según Roger Collins, experto en Historia Eclesiástica de la Universidad de Edimburgo y autor del libro Guardianes de las llaves del cielo: una historia del papado (Basic Books, en inglés). Percibido como un pontífice muy espiritual, en menos de cinco años (entre 1958 y 1963) llevó a cabo reformas pragmáticas de calado: revisó el código canónico y presidió el Consejo Vaticano II —en el que se redefinieron las líneas de la Iglesia Católica entre 1959 y 1965—. Melloni recuerda el cónclave posterior a su muerte como uno de los más tensos —había dejado el Concilio a medias— junto al de 1978, cuando fue elegido papa Juan Pablo II, en un momento en que los italianos sentían que podían perder el monopolio de la Santa Sede, que poseían desde 1523.
Las elecciones papales no han estado siempre restringidas a los purpurados —ahora, a los menores de 80 años—. “Fue en 1509 cuando Nicolás II limitó el voto al colegio cardenalicio. Antes votaba también el pueblo y el clero de Roma. Luego, Alejandro III decretó que era necesaria una mayoría de dos tercios”.
El historiador relata que los cardenales se han visto sometidos a la presión de lobbies políticos a lo largo de la historia. “Los cardenales del Renacimiento sufrían la presión del Imperio para que eligieran a sus candidatos favoritos. En 1562, Pío IV introdujo una estricta disciplina en las elecciones papales y en 1622 Gregorio XV implantó el voto secreto. Pero no fue hasta 1904 que la interferencia política fue completamente prohibida por Pío X”, explica Maxwell-Stuart.
La apertura de la Iglesia no es probable para Kevin Madigan, experto en Historia Eclesiástica de la Universidad de Harvard. “Los procedimientos para la elección del Papa fueron establecidas en el siglo XI y es poco probable que cambien. Benedicto XVI y Juan Pablo II llenaron el colegio cardenalicio con hombres que no destacan por su transparencia”, explica Madigan.
“La gente tiene muchas esperanzas de cambio en una institución que se mueve lentamente”, dice Weiss. Catherine Fletcher, profesora de Historia Pública en la Universidad de Sheffield concluye que aún es pronto para saber si este será o no un cónclave histórico: “Todo depende de las acciones que tome el siguiente Papa. Llevará tiempo saberlo”.
Los cardenales electores asisten a una misa en la basílica de San Pedro / Stefano Rellandini (Reuters)
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