Sobre el aborto en México y las reformas constitucionales en Baja California que declaran la vida desde la concepción.
A los cuatro ministros de la SCJN que desestimaron los dos recursos de inconstitucionalidad contra las reformas a las constituciones de Baja California y San Luis Potosí -en las que se determina la defensa de la vida desde la concepción y se ratifica, de este modo, la anulación de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer- cometieron, a nuestro entender, un triple error.
Su decisión contraviene el carácter laico del Estado mexicano, la justificación que dieron de ella no se sostiene desde la razón y cometieron un agravio contra todas las mujeres mexicanas.
El Estado laico es uno que guarda una independencia irrenunciable respecto a cualquier organización o confesión religiosa, sus autoridades políticas están impedidas de adherirse de manera pública a cualquier religión determinada y, sobre todo, los dogmas religiosos no pueden influir sobre la política nacional ni tener injerencia en el gobierno, ya sea en su poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial.
Dejemos de lado que el papa Benedicto XVI haya o no llamado a alguno de los ministros para influir en su decisión -según el obispo de Mexicali, así sucedió y según el vocero de la Suprema Corte, esto no fue así, alguno de los dos miente-. Los que sí participaron activamente fueron los gobernadores involucrados en el caso y el Presidente de la República. Lo grave es que lo hicieron esgrimiendo creencias y opiniones fundadas en los postulados vaticanos y el dogma cristiano, violando así las restricciones a las que los obliga su investidura como servidores de un Estado laico y secular.
Ya desde Platón se discutía la diferencia entre la doxa y la episteme, es decir, entre la opinión, basada en prejuicios y preconcepciones, y la ciencia, basada en la racionalidad y en las evidencias que nos proporciona el conocimiento verdadero de las cosas. Otra herencia del platonismo es la teoría de que para gobernar, el gobernante debe ser una persona sabia y justa que se guíe por el conocimiento y no una guiada por prejuicios y falsedades que lo orillen a cometer actos de injusticia.
En pleno siglo XXI la ciencia ha demostrado de manera fehaciente y desde hace dos siglos, cuando Schleiden, Schwann y Virchow emitieron la primera teoría celular: la célula es la unidad estructural de todos los seres vivos, que éstos están constituidos de una o más células, y que toda célula proviene de otra célula. Pero, atención, a menos que se trate de un organismo unicelular, una célula no es un individuo biológico ni mucho menos una persona humana. Cuando un espermatozoide fecunda a un óvulo se forma una nueva célula, nada más ni nada menos. Ni el cigoto, la mórula o el embrión pueden considerarse individuos biológicos pues en ellos aún no hay individuación. Cabe precisar que el derecho a la vida, como todos los derechos humanos, es un derecho de personas, no de células.
Aristóteles distinguía al ser en potencia del ser en acto, nociones que incluso la teología escolástica del siglo XIII incorporó. Desde aquí queda claro el error de confundir un embrión con una persona humana, pues un embrión es una persona en potencia mas no en acto, lo mismo que una bellota no es un roble. Un embrión no es un ser humano, puede llegar a serlo, como la bellota es un roble en potencia, mas no es un roble verdadero. Eliminar un embrión no es un homicidio, como comer una bellota no es almorzar un árbol. En este sentido, la interrupción del embarazo antes de la semana 12 de gestación no puede ser penalizado como si se tratara de un crimen, ni tampoco es un tema que pueda ser tratado desde una perspectiva moral fundamentalista y reduccionista. La penalización del aborto es una expresión, misógina y machista, de la injerencia del Estado en la privacidad y en la salud sexual y reproductiva de la mujer, así como una violación a sus derechos fundamentales.
La Corte tuvo y desperdició una oportunidad histórica de reivindicar los derechos de las mujeres mexicanas, lo hicieron ignorando los argumentos científicos y haciendo eco a posiciones dogmáticas religiosas que no deben tener cabida en un Estado laico, como en teoría es el nuestro. Es de esperarse, como es de sabios, que rectifiquen su proceder.
Director y catedrático de la facultad de ciencias de la UNAM.