Hace algunos meses atrás, y en plena campaña presidencial en Brasil, se levantaron desde esta misma tribuna las alertas ante el discurso populista-nacionalista de uno de los candidatos que competía en esa elección con un claro acento en la religión local. Las alertas, levantadas a nivel mundial, poco incidieron en el resultado, pues el candidato obtuvo un 55,13% de las votaciones, con lo que Bolsonaro llegó al poder de uno de los países más importantes de la zona.
El exmilitar de ultraderecha es un declarado nostálgico de la dictadura militar de ese país, iniciada con el período de Castelo Branco en 1964, en el que se suspendió la Constitución, se eliminaron los derechos políticos y se inició una fase de persecuciones, torturas y asesinatos por parte del Estado, condición que sólo vino a concluir en 1985 con el período de Figueiredo. Las bases políticas de Bolsonaro, pese a que pertenecía a la religión católica, se encuentran en diversos grupos evangélicos (donde se hizo bautizar hace unos meses), siendo el lema de su campaña “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. Así, tal como lo lee, la similitud con el Deutschland über alles (Alemania por sobre todo) erradicado en la propia Alemania tras el régimen nacionalista nazi, es inexorable. Y si lo anterior era ya execrable, agregar a ello el Dios por encima de todos, constituye una violación sin nombre al estado laico que tanto ha costado hacer respetar por este lado del orbe, que nos hace retroceder como sociedad al menos dos siglos, si no tres.
En el tema político, cada candidato, dentro de los límites a veces febles que nos da la democracia, puede proponer lo que desee y es el pueblo soberano el que debe elegir tal o cual camino. Sin embargo, cuando se apela a la religiosidad y se violan los principios de un estado laico, la canción es distinta y toma ribetes que son y serán nefastos para la promoción del librepensamiento en la sociedad actual, cuyos trofeos principales fueron la tolerancia, la libertad de expresión y la capacidad de convivir dentro de la diversidad. La progresiva secularización que puso término a la gran mayoría de los estados confesionales, que hasta la Revolución Francesa habían dominado el mundo, haciendo del conocimiento algo prohibido, sumiendo a la humanidad en un largo período cargado de ignorancia, intolerancia, odio y violencia, como viejos fantasmas amenazan ahora con resurgir, de la mano de estos populismos cargados de tirria y fanatismo.
En la práctica, Bolsonaro, al contrario de lo que ocurre con la mayoría de los gobernantes tras ser electos, no moderó su discurso de campaña, sino que lo acentuó y así ha elegido a los 22 que serán sus ministros, con sólo 2 mujeres (menos del 10%), reafirmando su misoginia y un fuerte contingente religioso que detallo a continuación. Damares Alves, es una pastora evangélica ultraconservadora de la Iglesia Cristiana Cuadrangular, que indicó en una prédica que se “le apareció Jesucristo debajo de un árbol de guayabas”. Ella estará a cargo del Ministerio de Mujer, Familia y Derechos Humanos y en su primer discurso arengó: “Es el momento de avanzar, es el momento de que la iglesia ocupe la nación, es el momento de decir para qué vinimos, es momento de que la iglesia gobierne”. Conocida por todo el mundo es la postura fundamentalista del concepto mujer y familia del cristianismo evangélico, del cual ya comenzó a hacer gala esta funcionaria, al indicar en sus primeros días que “los tiempos han cambiado, los niños vestirán de celeste y las niñas de rosado”, siendo el centro de ironías y respuestas de repudio desde todos los ángulos de la sociedad.
Ricardo Salles, es un abogado del grupo Endireita Brasil, una organización que promueve los valores ultraconservadores, fundamentalista religioso declarado abiertamente simpatizante de la dictadura brasileña y contrario al derecho de elección de la mujer frente a la maternidad, a la unión civil de personas del mismo sexo y opositor a los derechos de las minorías. Tereza Cristina, también conocida como la “musa del veneno”, por su apoyo a los agrotóxicos, formó parte de la bancada BBB (Buey, Biblia y Bala) de la ultraderecha brasileña. Marcelo Álvaaro Antonio, quien ocupará el ministerio de Turismo, pertenece a la misma bancada (BBB), y es un evangélico de 44 años miembro de la Iglesia Cristiana Maranata. Ocupará la cancillería Ernesto Araújo, admirador de Trump, antiglobalización y contrario a las políticas medioambientales, califica el cambio climático como una “estrategia del marxismo”. De la globalización indica, en su blog: “esencialmente es un sistema anti-humano y anticristiano”. Otra de sus famosas frases es: “Otros pecados a combatir del marxismo son el Estado laico y el ‘racialismo’, es decir la división forzada de la sociedad en razas antagónicas. Abrirse a la presencia de Dios en la política y la historia. La fe en Cristo significa hoy luchar contra el globalismo”. Por último, para efectos de este artículo, puesto que la lista es aún más larga, mencionaré a Ricardo Vélez, un teólogo colombiano nacionalizado brasileño y profesor en una academia militar, que se hará cargo del Ministerio de Educación. Una de sus premisas es: “el actual sistema educativo impone un adoctrinamiento de índole cientificista y enquistada en la ideología marxista” y en su discurso inicial indica que está en contra de lo que él denomina ideología de género. Asegura que aplicará la llamada “ley mordaza” a los profesores de menores de edad, habiendo expresado en su carta de aceptación que su objetivo en educación será la “preservación de los valores tradicionales”. Vélez y Araújo fueron sugeridos a Bolsonaro por el astrólogo Olavo de Carvalho, un exmusulmán que se convirtió al cristianismo ultraconservador, considerado “gurú ideológico” por el actual presidente brasileño. Entre otras opiniones, el astrólogo y asesor presidencial indicó que “no está probado que la tierra gire alrededor del sol, ni la evolución y que la inquisición es un invento de los protestantes”.
Desde hace algunos años, la corriente evangélica, de entre las variantes dogmáticas del cristianismo, ha impulsado con éxito a sus fieles a incursionar en la arena política, y es así como en el mismo Brasil se ha generado una importante bancada llamada de la Biblia (parte de la bancada BBB).
Lamentablemente nuestro país no está a salvo de esta involución. En uno de los últimos debates legislativos hubo invocaciones a la deidad practicada por la incipiente bancada evangélica que está dando sus primeros pasos en el congreso. En Argentina, en plena discusión de ley de aborto, la intromisión de las iglesias fue escandalosa, ejercida a través de adherentes con rango parlamentario, que no se muestran dispuestos a separar su creencia personal de su rol en la confección de leyes que son para toda la nación. La reacción también fue contundente, al punto que organizaciones sociales promovieron campañas de apostasía colectiva con bastante éxito y reconocimiento a nivel mundial. Costa Rica por su parte, lleva adelante un sufrido proceso de creación de estado laico, intentando dejar de ser el único país confesional de América.
Las organizaciones de creyentes agrupadas en iglesias, tienen innegablemente bastante arraigo en las zonas populares, con baja escolaridad, con escaso nivel cultural y poca participación en política y en la sociedad, por lo que influir sobre ellos antes de una votación es más fácil que en cualquier otro segmento, y es justamente allí donde, con asaz habilidad, estas instituciones crean sus redes y extienden sus influencias, las que luego convierten en votos para los candidatos que abrazan sus postulados y que no saben diferenciar la sana existencia de una espiritualidad y creencia particular versus la imposición de éstas por los caminos de la ley y la política. De hecho, se va perdiendo el pudor y con insana complacencia y pasividad hoy se escuchan discursos de los parlamentarios de la bancada evangélica que manifiestan que “la opinión del pueblo evangélico podría plasmarse efectivamente en las discusiones legislativas” [Eduardo Durán] pues, en sus propias palabras “El gobierno es sirviente de Dios y debe garantizar que las leyes y la praxis social no se opongan a los mandamientos bíblicos” [Rodolfo Torres, concejal en Viña del Mar por RN].
El mundo europeo hace bastantes años que ya pasó por esta situación y, si bien la idea de la no separación no está del todo extirpada, sus avances son considerables respecto a lo que acontece en Latinoamérica, o en la zona del medio oriente donde los estados son abiertamente confesionales, incluso teocracias, donde casi no se conoce el librepensamiento, el laicismo y la libertad de conciencia, ni siquiera del free speech norteamericano con penas hasta de muerte. La pregunta es ¿Queremos volver a, no un siglo, sino cinco o seis siglos atrás? ¿Qué pasaría si, hipotéticamente, en alguna elección posterior llegase un creyente musulmán al poder y quisiera hacer lo mismo que intentan hoy estos grupúsculos evangélicos y católicos? ¿Acaso no sentirían atropellados sus más íntimos derechos al ver como otro intenta pisotear por ley su propia creencia o forma de vivir?
En el mundo hay más de 4.200 religiones vivas [Kenneth Shouler, 2010] e incalculables las extintas, con sus correspondientes 4200 lugares de premio y castigo escatológico, la mayor parte de las veces incluso contradictorios unos con otros, y la adopción de una de ellas por sobre las otras, o ninguna, no nos hace tan distintos, sólo tenemos una diferencia por sobre 4200 opciones, es decir, creyentes y no creyentes de cualquiera de las mencionadas somos un 0,023% distintos los unos de los otros.
Dado que vamos a compartir tiempo y espacio en esta era, ¿no sería mucho mejor que cada cual, mediante un proceso personal y de manera intrínseca, respetada, pero también respetuosa, pudiéramos elegir ese camino? ¿Por qué tiene que venir un iluminado a imponer por ley sus creencias? Cada iglesia tiene libertad para abrir cuanto templo, capilla, sala de reuniones, iglesias, sinagogas, mezquitas, salones o cuanto nombre reciban acorde a su creencia y es ese, mis queridos creyentes, el espacio al cual asisten libremente sus fieles u oyentes, y es donde ustedes deben exponer sus puntos de vista y los derechos o deberes que dicta su libro particular. Es vuestro espacio sagrado. El congreso, el edificio del presidente y todos los gubernamentales, no tienen ni deben tener espacio para culto alguno, pues basta que tenga para uno para que sea injusto para el resto, aun cuando fueren mayoritarios. El Estado y su infraestructura pertenece a todos los habitantes de un país, sin discriminación alguna, aun cuando sea uno en millones, y su función es gobernar para todos, sin caer en vicios que ya son pretéritos y debiesen estar superados en la historia del homo sapiens. No es culpa del Estado si vuestros discursos no tienen el efecto que ustedes quieren en sus lugares de reunión, o que ellos se encuentren prácticamente vacíos, o con pocos adherentes. Tienen trabajo, claro que sí, pero el Estado no es la herramienta que necesitan, y así lo refleja la última encuesta CEP que indica que las personas que piensan que “Las autoridades religiosas no deberían tratar de influir en la forma que votan las personas” son un 63%, versus un 18% que piensan lo contrario.
Eduardo Quiroz S. Ingeniero Civil Informático. Magíster en TI – MBA