El ejercito inmortal de los emperadores aqueménidas, Persépolis, Irán.
El cuento bíblico de los Reyes Magos que supuestamente llegan de Oriente a Belén para legitimar el “rey de los judíos” y adorarle es uno de los más extraños de los textos sagrados escritos en Occidente sobre un supuesto hecho ocurrido en Oriente: pues es totalmente desconocido, en todas sus versiones, por la gran mayoría de los habitantes de aquellas tierras. Si fueron, como dicen algunas tradiciones, tres astrólogos persas que visitaron Belén y fueron bautizados y después asesinados, ¿por qué no existe ni siquiera como mito en ningún registro escrito u oral persa?
Como iraní, al conocer el relato, me sorprendió:
- El parecido de los nombres Melchor, Gaspar y Baltasar con los de los monarcas mitológicos de la prehistoria de Irán Manucher, Garshasp y Bastavarai.
- Que hubiesen ido de “Oriente” a Jerusalén (que también es Oriente) hace 2019 años les sitúa en los dominios del Imperio Persa constituido en el siglo VI a. C., por lo que habría sido enviados por el emperador iraní.
- El parecido del término indoeuropeo “mago” al nombre de los sacerdotes mithraístas: “mog”. El culto a la diosa solar Mithra era profesado por los arios que habitaron las tierras actuales de Irán e India. De hecho, la ciudad iraní de Mogan, una de las urbes más antiguas e importantes de la región, a la que los griegos llamaban “Hecatompylos” (la Ciudad de Mil Puertas), fue uno de los principales centros de esta religión.
- Marco Polo afirma haber visitado las tumbas de los “Reyes Magos” en Savé, cerca de Teherán: ¡Posiblemente, era el recuerdo de una fantasía mágica de su infancia!
- Por fin, su aspecto reflejado en algunas iglesias: Los hombres iraníes de entonces se parecían más a la fila de los señores estáticas del monumento de Persépolis: no eran rubios, tampoco negros aunque Hollywood, eso sí desde el supremacismo blanco, en “300” tiñe el rostro del rey Jerjes con carbón.
“Porque mi religión es más legítima que la tuya”
¡Sería la primera vez en la historia que los sacerdotes de una religión establecida y poderosa (como la fue el Mithraísmo, que se extendió por medio mundo, llegando también a España), van a abrazar una nueva que acabaría con sus instituciones y el poder! Este es justamente el objetivo del relato inventado: anunciar a los mithraístas europeos que el fundamento y los ritos de su credo indo-iraní se mantendrá: Declararon Yalda («Nacimiento» en persa) -que es el solsticio de invierno, y el día del nacimiento de Mithra- como la Natividad de Jesús; tomaron prestados la sotana morada, el anillo de los “Mog y llamaron Mithra al gorro que adornaba sus cabezas.
También incorporaron en cristianismo, -al igual que judaísmo e islam-, su dualismo creador, la lucha entre los polos incompatibles y complementarios: el Bien y el Mal, el Dios y anti-Dios (el Demonio), el Paraíso y el Infierno, la Luz y las Tinieblas. También integraron su escatología de la inmortalidad de alma, el fin del mundo, la Resurrección, el Juicio Final, la angelología y la demonología, y hasta la figura del Salvador iraní Sushiyans (que será engendrado en el vientre de una doncella virgen quinceañera) para en un futuro rescatar al mundo. Los judíos exiliados en Persia le denominaron Yehoshuah (o Joshua), y los chiitas de un islam iranizado, le pusieron el nombre de Mahdi que “aparecerá” algún día con Jesús.
Tampoco alteraron el concepto del “paraíso” («Pardis», jardín amurallado, en persa), que si bien era sinónimo de «conciencia tranquila» en zoroastrismo, con tiempo cobrará la forma una oasis soñada: libre del hambre, de enfermedades y del sufrimiento, un lugar de jubilación a la pensión completa; su opuesto, el infierno, la «conciencia atormentada» que hacía referencia a un reformatorio oscuro, maloliente y lleno de reptiles (reflejo del peor lugar en la “Tierra” que podían imaginar los persas), aparecerá en los textos judíos como un mar de hogueras: Gehena, el infierno bíblico (también reflejo de su memoria del peor lugar de “su” mundo) que existió de verdad: se trataba de un vertedero situado en el sur de Jerusalén, donde los adeptos del dios Baal ofrecían sacrificios animales y humanos, para luego incinerarlos, evitando enfermedades; fue este acto al que los griegos llamaron “holocausto”. Joseph Ratzinger insistió en la existencia real del escalofriante infierno, dando razón a los que llegaron a vender parcelas del Cielo a los aterrorizados creyentes, a los que el científico persa, Omar Jayyam Omar, nueve siglos antes, intentó tranquilizar, advirtiendo del engaño:
“Cuando la llegada de nuevas flores se cante
diles, oh amor mío, que repartan de vino lo bastante.
Libérate de huríes, infierno y paraíso
pues esos te los dan, mi vida, a cada instante.”
Es interesante, por otro lado, la coincidencia del nombre del “primer hombre” del zoroastrismo, Mashya con el Mesías.
Los sumerios «los del Pelo Negro» también transmitieron su imaginario del nacimiento del hombre a partir del barro a los credos semitas, aunque, se tergiversó radicalmente ¡será el cuerpo del hombre que “dará a luz” a la mujer, con el fin de que “él no esté solo”!, justificando la supeditación de la existencia de la mujer a la felicidad del hombre. El mito original contaba cómo la diosa Ki crea un paraíso para el descanso de los seres humanos, prohibiendo la entrada a los dioses. Pero el dios Enki salta la orden, entra en el recito y mordisquea las frutas prohibidas. La maldición divina caerá sobre él, dejándole postrado en la cama, hasta que la compasiva diosa se apiada de él y asigna una enfermera para cada miembro dañado. Una será para su espalda: Ninti «la Dama de la costilla» en sumerio se convertirá en Eva «Dadora de la vida».
¡Separen la espiritualidad de la religión, y échenle a la segunda una mirada crítica para que el mundo sea un lugar mejor para los creyentes y también para los ateos: los primero no se matarán ente sí, y los incrédulos no serán perseguido por los hombres y mujeres de los dioses!
Nazanín Armanian