Rogativa para que este deporte no se eleve más allá de los tres palos… ¡De por Dios!
Según el Episcopado de Colombia, en un país con mayoría católica la plegaria que más invocan los futbolistas es la Oración al Señor de los Milagros de Buga, santuario visitado año tras año por los equipos profesionales y aficionados para encomendarle la temporada y la integridad de los deportistas.
El testimonio más reciente fue del vicepresidente de la República, Angelino Garzón: visitó a la selección nacional que jugó el Mundial Sub-20 para entregarle al técnico Eduardo Lara y a sus jugadores una imagen bendecida del Señor de los Milagros, “para que los proteja y los lleve hasta la final”. Parece que los protegió pero no impidió que Colombia terminara eliminada. A pesar de ello, Garzón y Lara le siguen prendiendo veladora diaria “porque en el fútbol se necesita la ayuda de Dios y un poco de suerte”.
Casi todos los futbolistas son religiosos de alguna forma. Los brasileños que quedaron campeones se dividían entre católicos, protestantes y evangélicos. Sus dioses y santos y sus rogativas resultaron más efectivas. Un incrédulo diría que se impuso el que mejor fútbol mostró, no el que más rezó.
Lo cierto es que la religión y el fútbol todos los días confunden sus caminos como fenómenos de masas. -¿De ahí vendrá el dicho de que “el que peca y reza empata”?- Dios parece no tener equipo aunque cada futbolista cree que Él juega a su lado, como si se tratara de un 10 omnisciente. “Dios es redondo”, como bautizó Juan Villoro su tratado de adoración al deporte rey.
“¡El fútbol es la única religión que no tiene ateos!”, sentenció una vez Eduardo Galeano, escritor uruguayo y autor del libro “El fútbol a sol y sombra”. “El fútbol es una religión laica”, le dijo este año Mario Vargas Llosa al escritor español Juan Cruz, a raíz del homenaje que le brindó en Lima el club Universitario de Deportes. Para el Nobel de Literatura “antes, solo las religiones convocaban esa especie de manifestación irracional, colectiva; hoy en día, eso que antes era prototípico de la religión es la religión laica de nuestro tiempo”. Parecen de ficción estas acertadas argumentaciones, viéndolo como el espectáculo capaz de congregar frente a los televisores a mil millones de aficionados para ver un partido, pero se ajustan a la realidad.
¿Y desde los altares de los deportistas? “Estamos abandonando las iglesias por los campos de fútbol. Los jugadores son dioses; las gradas, los bancos de los templos. El fútbol es la nueva religión”, se atrevió a escribir Stephen Tomkins, autor de “Una breve historia de la Cristiandad”. A partir de sus análisis se entiende por qué Maradona trascendió a manifestaciones como “la mano de Dios” e incluso la creación de iglesias en su nombre, con feligreses y ceremoniales especiales. ¡Un talento iluminado! ¡Un ídolo de barro!
Vemos estos días el ejemplo de Radamel Falcao García, tal vez el jugador profesional colombiano más religioso, evangélico en su caso, y producto de la mezcla de las espiritualidades del fútbol y de la religión. Los “Locos por Jesús” le reconocen en Buenos Aires haber “convertido” a una docena de futbolistas argentinos que no encontraban paz ni dentro ni fuera de la cancha. Hasta una iglesia de Palermo lo seguían también otros colombianos como Kilian Virviescas y Jairo Patiño. Allí conoció a su esposa. San Falcao, como lo apodan, sólo decía: “Hay momentos en los que uno no encuentra respuestas a nada y la palabra te motiva, te da esperanzas”. Y pasaba a citar la Biblia como si estuviera celebrando un gol en el Monumental de River: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestros corazones”. “Así sea”, le coreaba la fanaticada de hermanos de alma y cancha.
Falcao es cristiano desde niño y se fortaleció en ese camino cuando conoció en Bogotá la iglesia cristiana La Casa sobre La Roca, a la que también asistía el exjugador de Millonarios Silvano Espíndola, quien lo vinculó a la escuela de fútbol Fair Play y luego lo conectó con el fútbol argentino. Ahora las principales iglesias cristianas de España ya lo persiguen vía twitter para vincularlo a sus cultos en la capital española, donde jugará esta temporada en el Atlético de Madrid, con un historial de pocos santos, incluido Jesús Gil y Gil. ¡Qué demonio!
En el mismo plan anda Johan Volanthen, el futbolista samario que se formó en Suiza e hizo parte de la selección mundialista de ese país, pero que ahora volvió a sus raíces y jugará con el Itagüí. Una cláusula de su contrato dice que nunca jugará los sábados porque su religión adventista se lo prohíbe. Y aquellos futbolistas que no son tan devotos exhiben escapularios, altares, fetiches y cábalas a los que les suman mañas como persignarse determinado número de veces, pisar la gramilla con el pie derecho, arrodillarse antes de comenzar el partido, agradecer a Dios las oportunidades no convertidas y las convertidas, no maldecir… o maldecir para adentro.
Hay equipos que han intentado utilizar ese fervor en beneficio institucional y deportivo. El Getafe F.C. armó hace dos años un escándalo en España por una campaña en la que difundía los siguientes mensajes: “Negarás a Dios… y a tu padre y a tu madre, y a quien ose ponerse por delante si esa noche juega tu equipo”. “Escúchame bien, quién te crees que eres para pensar que mataría a mi propio hijo sólo porque tú me lo pidieras. Cómo puedes creer que condenaría a mi alma a vagar durante 40 años por el desierto… Estás loco, loco, si piensas que arrancaría una costilla de mi propio pecho sólo por un capricho tuyo. Escúchame bien, por ti no… Antes está mi equipo”. Ya es extremo, pero muestra el peligro del arma ideológica en que se puede convertir el fútbol religioso. Nada despreciable cuando la FIFA habla de al menos 300 millones de personas practicándolo como deporte en los cinco continentes, incluido el equipo semiprofesional del Vaticano. La razón para que la entidad rectora prohibiera a los jugadores las manifestaciones religiosas en las camisetas.
¡A los templos de cada cual a orar y a darse golpes de pecho!
¡A los estadios de cada cual a jugar y a sufrir!
¡Encomendémonos al Milagroso de Buga para que el fútbol no deje de ser un simple deporte de pecadores!
¡Oye nuestra súplica!
Amén.