Hacía 60 años, seis largas décadas, que el laicismo no ocupaba un lugar tan destacado en la agenda pública de la Argentina. La última vez fue allá por 1958, cuando se suscitó el conflicto laica o libre con motivo de la decisión gubernamental –tomada por el presidente Frondizi– de facultar a las universidades privadas a otorgar títulos habilitantes, un insistente reclamo de la Iglesia católica y otras instituciones confesionales. Es cierto que las polémicas parlamentarias en torno a las leyes de divorcio vincular (a mediados de los 80, durante la presidencia de Alfonsín) y matrimonio igualitario (2010) también produjeron un rebrote de las demandas de separación entre Iglesia y Estado, pero en ningún caso se llegó al nivel de visibilización y masividad de este 2018 en curso. Claramente, la desaprobación retrógrada del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo en el Senado de la Nación ha provocado una reacción laicista sin precedentes en la historia inmediata de nuestro país.
Desde un punto de vista sociológico y político, este nuevo laicismo, este movimiento social emergente que se ha materializado de modo orgánico en dos campañas por la separación Estado/Iglesia (la Federal y la Nacional), llama poderosamente la atención por cuatro motivos. Primero, su masividad. Segundo, su estrecha ligazón al feminismo (y también al activismo de las disidencias sexuales y de género). Tercero, su impronta juvenil. Y cuarto, su apartidismo (aunque hay un sector del laicismo fuertemente ligado a la izquierda, principalmente al FIT, que es la fuerza política más comprometida y coherente en la lucha contra el clericalismo).
Es evidente que no habría pañuelos naranjas y negros si antes no hubiese habido pañuelos verdes. Simplificando un poco las cosas (pero no demasiado), estamos en presencia de un laicismo feminista. Antes de 2018, lo que había era, por un lado, un laicismo minoritario ligado a algunas organizaciones de derechos humanos, logias masónicas, grupos ateos o anticlericales, y ciertos segmentos de la izquierda partidaria; y por otro, un movimiento feminista de masas con un sector laicista incipiente. Ahora, lo que tenemos es un movimiento emergente específicamente laicista, de masividad creciente, que está siendo traccionado por el feminismo de los pañuelos verdes. O sea, grosso modo, como ya se ha dicho, un laicismo preponderantemente feminista, con un fuerte protagonismo de las mujeres.
Hay un sentimiento de hartazgo con la Iglesia católica y el resto del establishment religioso, debido a sus constantes intromisiones en la esfera política. Esta injerencia, este lobbie contumaz dentro de los partidos hegemónicos y los poderes del Estado, está impidiendo, dificultando o retardando la ampliación de derechos: aborto legal, educación sexual integral, eutanasia, laicidad educativa, etc. En la medida en que la República Argentina no complete el proceso de separación entre Iglesia y Estado que quedó trunco a fines del siglo XIX, no será una república genuinamente laica, y por ende, tampoco podrá ser una república verdaderamente democrática.
No solo la desaprobación del proyecto de aborto legal en el Senado ha generado este revival del laicismo. Dicho factor es el más importante, sin duda. Pero no el único. La cruzada integrista de 2010 contra el matrimonio igualitario ya había generado una pequeña primavera laicista, de gran importancia cualitativa para el proceso de concientización y movilización que se desarrollaría luego, al calor del movimiento Ni una menos y la ulterior masificación de la Campaña por el Aborto Legal. La reforma del Código Civil, sancionada en 2014, también coadyuvó a esa primavera, dado que puso en escena varias cuestiones íntimamente relacionadas con la laicidad, como la reproducción asistida, el concepto de persona humana y el estatus jurídico de la Iglesia católica.
En el caso puntual de Mendoza, debemos mencionar también la experiencia precursora del Encuentro Laicista de Mendoza (ELM) y sus organizaciones fundantes, minoritaria pero de gran impacto público (defensa del principio de laicidad en el debate parlamentario por la reforma de la ley provincial de educación, querella judicial por la inconstitucionalidad de los actos escolares del Patrono Santiago y la Virgen del Carmen de Cuyo, campaña por la laicidad municipal, debates diversos con la derecha católica en medios de prensa, etc.). Esta experiencia se inició en 2012.
Lo cierto es que la actualidad del laicismo es, en Mendoza, considerable. Durante estos últimos años, se han registrado en la provincia numerosos conflictos en torno a la laicidad escolar, varios de los cuales tuvieron mucha repercusión en los medios de comunicación y las redes sociales, en la opinión pública y la arena política. Ha habido mucha controversia entre grupos laicistas y confesionalistas, al calor de reclamos administrativos, iniciativas gubernamentales, campañas y manifestaciones en pro o en contra, dictámenes del INADI, columnas de opinión y cartas de lectores, proyectos legislativos y debates parlamentarios, querellas y veredictos judiciales. La Iglesia católica, el Estado provincial, la sociedad civil, se han visto envueltos en esta disputa ideológica. Probablemente sea Mendoza la provincia argentina donde, en lo que va del siglo XXI, la laicidad escolar ha estado más en el candelero, a excepción, quizás, de Salta.
El proyecto de una nueva ley provincial de educación generó un fuerte debate, dentro y fuera de la Legislatura. Uno de los puntos más discutidos fue la omisión de la palabra «laica» en el articulado. Los sectores laicistas reclamaron su inclusión, mientras que los grupos confesionalistas defendieron la redacción original.
Por otro lado, el pleito judicial entre la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), filial San Rafael, y la Dirección General de Escuelas (DGE) de la Provincia de Mendoza, a propósito de la constitucionalidad o inconstitucionalidad de los actos conmemorativos del Patrono Santiago y la Virgen del Carmen de Cuyo en las escuelas públicas mendocinas, ha llegado hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El máximo tribunal de la República aún no se ha expedido. Continúa estudiando el caso.
No olvidemos mencionar el clima de anticlericalismo que ha suscitado la ola de pedofilia eclesiástica en Mendoza, sobre todo a raíz del escándalo y la tragedia del Próvolo. Otros incidentes a recordar son los de Monte Comán y el Verbo Encarnado, ambos en San Rafael; y también el caso Iván, en San Martín. Todos ellos fueron ampliamente publicitados por la prensa, aunque a menudo, más desde el sensacionalismo oportunista que desde la denuncia y la crítica contra el clero. Las polémicas declaraciones del cura Pato de Malargüe, justificando o minimizando la gravedad de la violación y el abuso sexual de menores, también fueron un caldo de cultivo.
Tal clima de anticlericalismo dio lugar no solo a la creación del Colectivo por la Restitución de Derechos a Sobrevivientes del Próvolo, de intenso activismo, sino también a un incipiente movimiento de apostasía. Este último movimiento, luego de un estancamiento, reverdeció con inusitada fuerza tras la desaprobación del proyecto de aborto legal en el Senado de la Nación. Las novedades en el caso Próvolo, y la polémica decisión del intendente de Luján de Cuyo –Omar de Marchi– de comprar el predio de dicha institución para trasladar la sede del municipio (o parte de ella), también contribuyeron al clima de hartazgo con el clero.
Por otro lado, tenemos el movimiento docente y estudiantil en defensa de la educación pública, en crisis a causa de las políticas neoliberales de ajuste. Si bien este activismo tiene como eje principal las reivindicaciones salariales y los reclamos presupuestarios, también ha presentado, en algunas provincias, una veta laicista. Tal es el caso de La Pampa, donde estudiantes de la UNLPam decidieron en asamblea remover la imagen de la Virgen entronizada en el hall de entrada. Y también de nuestra provincia, donde sucedió algo similar con la escultura mariana ubicada en la rotonda de ingreso al campus de la UNCuyo, que data de los años 90. Asimismo, el movimiento asambleario estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras enarboló –entre otras– la consigna «¡Fuera el Opus Dei de Filo!».
En este marco, en esta coyuntura nacional y local, no sorprende para nada, entonces, que se haya abierto en Mendoza, en julio del corriente año, una regional de la Campaña Federal por la Separación Estado/Iglesia, y que la misma haya concitado tantas adhesiones y apoyos. He aquí, a mi entender, las claves que nos permiten entender la renovada actualidad del laicismo.
Federico Mare
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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.