Cuando las creencias ya no cuelan a veces se echa mano de lo primero que justifique, del modo que sea, su pervivencia. Porque hay mucho detrás, de dinero, de personas, de subvenciones, de política, aunque cueste creerlo, y de poder. Me refiero, en concreto, a la Semana Santa y sus manifestaciones y folclorismo. A pesar de que las creencias que la han sustentado durante tantos siglos, que tienen que ver con el supuesto recordatorio de la supuesta pasión de la deidad del cristianismo son ya, a poco que se usen mínimamente las neuronas, muy difíciles de tragar; y prácticamente ya nadie participa en ellas con otra intención que la folclórica o la festiva, o la más primaria, la de drenar, a modo de catarsis, las emociones y las penas contenidas.
Por eso, porque la superstición religiosa ya no forma parte de las creencias de la mayoría de la gente (sólo el 69% de los españoles se declara católico, de los que casi un 50% se declara no practicante), ahora la cuestión es que la Semana Santa española es “Fiesta de Interés turístico Nacional”. Tienen una denominación de origen, regulada en un real decreto de 2006, y muchas de estas celebraciones han sido también declaradas “de interés turístico internacional”; con muy buen criterio, claro, porque muchos extranjeros, es verdad, se sienten enormemente interesados por un folclore popular que les resulta pintoresco, sorprendente y muy extraño. Hace unos años una amiga francesa me decía que venir a España en Semana Santa es como asistir a un enorme y larguísimo funeral, en el que todo está demasiado exacerbado.
La irracionalidad ideológica que hay detrás es increíble, aunque ya sabemos que todo en la dogmática religiosa es sinrazón. Irracionalidad que sigue consiguiendo, junto a la ignorancia que aún persiste, a las denominaciones de origen y las declaraciones de interés turístico pertinentes, que en el siglo XXI se siga aceptando el gasto público desmesurado que supone la Semana Santa, mientras los pensionistas españoles claman en la calle por unas pensiones justas y por una vejez con dignidad.
RTVE, la televisión pública de todos los españoles va a retransmitir, como cada año, los festejos, procesiones y rituales diversos de esta manifestación religiosa; en 2018 la ciudad elegida para la grabación de los ritos es Málaga, para lo que el presidente de la entidad pública ha firmado un convenio con el Ayuntamiento malagueño y diversas instituciones provinciales para la grabación de las procesiones y ritos varios. A modo de agradecimiento, José Antonio Sánchez, quien supuestamente nos representa a todos, expresó algo que nos deja atónitos: “…una Semana Santa que es un punto de referencia en la cristiandad”. La cristiandad como referente, (…) suena muy mal. Suena a la cruzada cristiana que fue la Guerra Civil, suena a fanatismo, suena a franquismo, a ignorancia y a miedo. Yo supongo que la cristiandad es el referente de algunos, quizás de muchos, de los que nos gobiernan con el Partido Popular por supuesto que lo es, pero desde luego para mí y para mucha gente que conozco, no lo es en absoluto, sino todo lo contrario.
Sin embargo, muchos miles de pensionistas de prácticamente todo el país están saliendo a la calle clamando por unas pensiones dignas, que no son caridad ni regalo, sino el derecho a una vejez digna, ganada con el trabajo de toda una vida, y pagada por adelantado por las retenciones para este concepto de sus salarios y nóminas, y no sale en la Televisión Pública. ¿En qué país vivimos?
Decía el maravilloso Eduardo Galeano que “El miedo nos gobierna. Ésa es una de las herramientas de las que se vale el poder, la otra es la ignorancia”. Y en eso siguen. No sé los demás, pero en estos días yo no celebro miedos, ni agonías, ni penitencias, ni culpas, ni castigos, ni valles de lágrimas, ni supersticiones ni supuestos duelos de hace dos mil años. Yo celebro la llegada de la primavera, la explosión de colores, el milagro de tanta belleza que nos regala la naturaleza en el cambio de ciclo de este equinocio. No celebro tristezas ni muertes. Celebro la luz del sol, la ilusión, la esperanza y la alegría. No celebro la muerte. Celebro el respeto a los Derechos Humanos, y celebro la vida.
Coral Bravo
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