A 500 años del 31 de octubre de 1517, fecha que se toma como referencia convencional para rememorar la irrupción de Martín Lutero en la palestra pública, añado ahora 17 tesis a las que expuse en un escrito precedente con la intención de encauzar una discusión objetiva sobre las consecuencias de dicha Reforma en la posteridad.
Las tesis son:
1. Aunque el concepto de libertad de Lutero es eminentemente teológico, la idea de la libertad como negación de la subordinación tuvo enormes consecuencias, tal y como quedó en evidencia en las Guerras Campesinas alemanas (1523–1526). Fue entonces cuando surgió la concepción de que esa definición de libertad debía ser entendida también políticamente.
2. La Ilustración y su sobrevaloración de la razón y valor de lo humano son una reacción contra Lutero, para quien la razón humana poco valía (“es una prostituta…”) ante Dios.
3. En notables ocasiones hubo enfrentamientos interconfesionales entre cristianos -algunos tan sangrientos como la Noche de San Bartolomé, en París 1572- todos los cuales quedan como testimonio de una era en que la tolerancia aún no había sido alcanzada.
4. La convivencia de diferentes confesiones religiosas bajo un mismo gobierno y la separación de la iglesia y el Estado, sin embargo, fueron efectos saludables derivados de los principios defendidos por la Reforma: que la religión se quede dentro del campo que le corresponde, pues no puede una cuestión privada convertirse en asunto público; y que el poder ejercido por el gobierno se oriente a mantener el orden y garantizar la armonía y la paz entre los ciudadanos.
5. En el siglo XVII ambas ideas de carácter eminentemente político encontraron una clara defensa y difusión por medio -entre otros- de Locke y Halifax quienes convirtieron aquellos principios en fundamentos de un buen gobierno y de un correcto orden social.
6. Si bien fue Lutero quien encendió la chispa de la Reforma Protestante, correspondió a Calvino la tarea de madurar y exponer sistemáticamente las ideas reformadas. Al día de hoy perdura esa incidencia por vía de Max Weber quien encontró en el pensamiento calvinista suficiente material para las hipótesis contenidas en sus escritos.
7. Ni a Lutero ni a Calvino les interesó promover la idea del individualismo político o económico inherente y consubstancial al régimen capitalista. Lutero defendió un conservadurismo político y una gran hostilidad hacia la emergente economía post feudal. Calvino, como evidencia lo acontecido en Ginebra, propició la subordinación obligada del acto comercial al precepto religioso y el apasionado repudio de la libertad de conciencia, razones por las que en su teocracia no hay sitio para la personalidad privada del individuo.
8. No obstante, entre el espíritu capitalista y el pensamiento reformado había valores comunes. De acuerdo con Lutero, en oposición a la vida monacal –a la que además de faltarle valor para justificarse ante Dios, la mantenía en pie un desamor egoísta que la desliga del mundo– aparece la idea profana y religiosa del trabajo profesional en calidad de amor por el prójimo.
9. Pero por sí sola, las consecuencias de la denominada “libertad luterana” son cuestionables. La pretendida libertad provocó la Guerra de los Campesinos, que creyeron las exaltadas prédicas luteranas contra las riquezas acumuladas por los señores terratenientes avalados por Roma, y dejó más de 100.000 muertos en los campos del Sacro Imperio.
10. Desde comienzos de 1525, tras la muerte de Hutten y Sickingen, Lutero se convirtió en el gran valedor de las oligarquías señoriales y en el garante teológico de un feudalismo tardío que mantuvo a Alemania en un estado de pobreza y atraso e hizo posible una supervivencia anómala del sistema feudal en Europa central.
11. Si bien es cierto que para Lutero lo religioso era del ámbito privado, empero, el príncipe es quien decide la religión que sostendrá cada principado.
12. Por eso mismo, la “libertad religiosa” en sentido luterano reforzó el principio medieval conocido como cuius regio, eius religio -según el cual, los súbditos deben tener la misma religión que su señor terrenal- y dio cobertura legal a los príncipes alemanes para obligar a las poblaciones de sus territorios a hacerse protestantes, lo quisieran o no, y no siempre con persuasivos y pacíficos sermones, como evidenció, por ejemplo, la Liga Esmalcalda.
13. Una explicación probable del interés de los príncipes alemanes en convertirse al protestantismo pudo haber sido que casi una cuarta parte de los bienes raíces del Sacro Imperio cambiaron de manos, dadas las confiscaciones de propiedades eclesiásticas y las de aquellos que abandonaron los territorios protestantes por negarse a acatar la conversión forzosa.
14. La doctrina luterana es ajena a la construcción de un modelo utópico de sociedad al estilo de Platón o de Campanella, osadía esa que podría considerar como un intento de imitar a Dios. El realismo antropológico de naturaleza luterana aparece como ajeno al buen salvaje del ginebrino Rousseau.
15. La concepción de Lutero sobre la justicia, llegada a Calvino, concluye que, tanto el sistema jurídico, como el gobierno en general, están al servicio de la promoción de una convivencia y un orden que de otro modo sufrirían graves amenazas y riesgos.
16. La afinidad de ese pensamiento con la noción de justicia sostenida por Friedrich Hayek es notable; ambos insisten en el carácter negativo de la justicia. No violar las normas de recto comportamiento que tienen que ver con la vida y la propiedad de los demás; tal es la exigencia que cae sobre todos los que quieren gozar de las prerrogativas de la vida en cooperación. Evitar que nuestra conducta produzcan daños a terceros es todo lo que la genuina ley debería perseguir.
17. Algunos pensadores reconocieron abiertamente haber sido directamente influenciados por las ideas de Lutero, por ejemplo, Goethe, Schopenhauer y Federico Nietzsche. Otros no fueron capaces de reconocerlo pero no escaparon a ellas (Kant, Fichte, Schiller y en particular, Hegel). En todos ellos predominaron las contrariedades inherentes al pensamiento luterano en función del cual el ser humano es -al mismo tiempo- justo y pecador, y por tanto transido de contradicciones a propósito de la conciencia, de la razón, de la libertad y del sentido y justificación de la vida.
En nuestro contexto nacional, para quienes no profesamos la religión luterana ni somos de la nación germana, gracias a Lutero podemos reconocer sin mayores reservas a quien inició las revoluciones modernas cuando proclamó la libertad de pensamiento y la universalidad de la justicia y del derecho.