Israel, eje del más dilatado, complejo y peligroso conflicto político de la actualidad, uno de los tres grandes contenciosos que han sobrevivido a la Guerra Fría, es también la sociedad más compleja, el país más dependiente del apoyo externo y el lugar donde la fe desempeña un papel más relevante. Sin importar las bombas atómicas y los soldados que posea, Israel es rehén de delicados equilibrios internos cuya ruptura no puede permitirse.
Hasta ahora, las élites políticas sionistas se habían comportado de modo impopular y agresivo respecto a los palestinos; en lo adelante es altamente probable que lo hagan también con sus propios ciudadanos. Habituado a reprimir a otros, Israel puede hacerlo ahora contra sus propios ciudadanos. El dilema no es sencillo. Alguna vez tenía que tocarles. Allá nos vemos.
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