Dicho cuanto antecede y teniendo en cuenta la diversidad de gentes que hoy componen el tejido social español (una diversidad que acrecentarán los millones de inmigrantes que están llegando para quedarse entre nosotros de forma permanente) o convertimos en laica nuestra sociedad o la convivencia en España será imposible. No hay peor enemigo de un dios que los otros dioses y no podemos confiar a la voluntad de una divinidad determinada las leyes que han de regirnos en escuelas, parlamentos, calles, hospitales, cuarteles, etcétera. Las religiones y divinidades que se sintiesen postergadas no tardarían en declarar guerras santas contra el dios que pretendiera imponerse a los demás. Esto debemos tenerlo en cuenta todos, pero muy en particular los ámbitos que se reclaman de un catolicismo hoy poco vigoroso que ve sus seminarios vacíos, sus iglesias con fieles escasos y envejecidos, sus monasterios cerrando o a punto de cerrar, su influencia cada vez menor en la vida y en el alma de los españoles. No ha sido ningún decreto gubernamental ni persecución laica alguna los que han vaciado los templos y los que han hecho que la gente se aleje de la Iglesia Católica . ¿Ha sabido la Iglesia actualizar su mensaje y ha sabido hacerse atractiva a los jóvenes y a los ciudadanos del siglo veintiuno? ¿La Iglesia se siente con fuerza para imponer ahora en España y en Europa sus dogmas sobre los dogmas de otras confesiones que parecen gozar de un entusiasmo mucho mayor entre los propios fieles? ¿No será la bendita laicidad la que más le convenga a ella y más nos convenga a cuantos anhelamos seguir creyendo en nuestro fuero interno lo que mejor nos plazca?
Adolfo Yáñez