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Los ‘buenistas’ rinden tributo a Puente Ojea desde la divergencia

Los representantes del materialismo filosófico, sistema de pensamiento creado por Gustavo Bueno (1924-2016), rindieron ayer homenaje al diplomático y ensayista Gonzalo Puente Ojea -recientemente fallecido- con un coloquio celebrado en la Fundación Gustavo Bueno de Oviedo. Un tributo ofrecido desde la discrepancia y basado en sendas polémicas sobre la obra de Bueno que mantuvieron el propio catedrático de la Universidad de Oviedo y Puente Ojea, con intervenciones -en ocasiones muy sustanciales- de discípulos del pensador riojano afincado en Asturias.

«Toda la obra de Puente Ojea es muy sugerente y muy interesante, pero pienso sinceramente que no tenía vocación de hacer un sistema filosófico ni de organizar un pensamiento sistemático; más bien creo que era un marxista de la línea dura», señaló Pablo Huerga, quien hizo público un intercambio de cartas con Puente Ojea, de contenido netamente filosófico y datado entre los años 1996 y 1998, con el libro de Bueno «El animal divino» como objeto de controversia. Los otros dos intervinientes en el coloquio fueron Marcelino Suárez Ardura y Tomás García.

Gonzalo Puente Ojea (Cienfuegos, Cuba, 1924-Guecho, España, 2017) falleció el pasado 10 de enero. Fue un personaje destacado tanto en el franquismo como en los primeros lustros de la democracia. Subsecretario de Asuntos Exteriores en época del avilesino Fernando Morán como ministro, entre 1985 y 1987 ejerció como embajador de España ante la Santa Sede. En su extensa obra sobre temas religiosos y de historia de la religión dejó patente su ateísmo militante y combativo. En el año 2007 participó en el I concilio ateo de Toledo.

«Fue un autor muy prolífico, sobre todo desde los años 70 del siglo pasado, pese a lo cual la noticia de su fallecimiento ha tenido una repercusión más bien escasa», explicó al inicio de la mesa redonda Gustavo Bueno Sánchez, quien agregó que las polémicas entre su padre y Puente Ojea -recogidas en buena medida en las revistas «El Basilisco» y «El Catoblepas»- comenzaron «hace 22 años» y desembocaron en 2002 con una crítica sistemática del materialismo filosófico por parte de Puente Ojea.

Prosa y coordenadas

A juicio de Tomás García, otro de los seguidores de Bueno que ayer participó en la mesa redonda, no cabe calificar a Puente Ojea de obstinado, sino considerar que teniendo en cuenta «las limitaciones de los elementos que ha tomado prestados de otros pensamientos», que le proporcionaban unas determinadas «coordenadas antropológicas y ontológicas», resultaba «imposible que pudiera dar entrada a la novedad que representaba el materialismo filosófico».

Marcelino Suárez Ardura destacó la brillantez de la prosa de Gonzalo Puente Ojea. «Utilizaba las armas de las letras de manera muy acerada», enfatizó. «Estaba instalado en la teoría del animismo, en la que la religión vendría a ser una elucubración mental que inventaron los hombres». Suárez Ardura señaló que una de las fuentes de las divergencias entre Gustavo Bueno y el ensayista y diplomático se centra en que según el primero «en el materialismo filosófico no hay principios, sino una serie de tesis generales; no es un sistema axiomático, sino estromático», puntualizó, por su similitud con un tejido. El discurso de Puente Ojea -prosiguió Marcelino Suárez Ardura- «casi permaneció en los niveles de la tautología, por eso no avanzaba».

Pablo Huerga calificó a Puente Ojea como «un personaje admirable». La relación entre ambos tuvo como punto de partida la ya mencionada crítica del ensayista a la obra «El animal divino», de Bueno. A Huerga le pareció «muy acerba y sin argumentos contundentes, más bien circulares». El discípulo de Bueno indicó que Puente Ojea era «un patriota convencido, profundamente preocupado por el problema de España y muy agradecido a algunas ideas sobre España esgrimidas por Gustavo Bueno». En las misivas que se intercambiaron Huerga y Puente Ojea -de las que el ensayista publicó más tarde algunas de las aportaciones propias-, el diplomático elogia la «gran hazaña intelectual» del filósofo riojano-asturiano, a pesar de las discrepancias entre ambos.

Tomás García calificó a Gonzalo Puente Ojea como «un sofista de nuestro tiempo». «Un sofista no ignorante, sino ilustrado», matizó. Un sofista al que ensalzó porque «se avino a discutir con nosotros» -en alusión a Bueno y sus discípulos- «al igual que lo hicieron los sofistas con Platón».

 

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