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La lucha política sobre el laicismo estalla en Turquía

Pocas palabras hay en Turquía más sagradas que el laicismo. Copiado del ordenamiento político francés en la década de 1920, aunque aplicado a su propia manera, es uno de los principios fundacionales de la República turca al que, además, la actual Ley Fundamental otorga la característica de “intocable”, es decir, que ningún Gobierno puede modificar. De ahí el revuelo que se ha montado en el país cuando el presidente del Parlamento, el islamista Ismail Kahraman, ha propuesto la eliminación del laicismo en el redactado de una nueva Constitución que sustituya a la impuesta por los militares en 1982.

“En la nueva Constitución no debería aparecer el laicismo (…). Como país musulmán, ¿por qué debemos retractarnos de la religión? Necesitamos una Constitución nueva y religiosa”, dijo este lunes Kahraman, alegando que el actual texto es ya religioso de facto al reconocer como fiestas nacionales las propias de la religión musulmana y establecer la obligatoriedad de la clase de religión. Inmediatamente, todos los partidos del hemiciclo se echaron encima de Kahraman, y el principal partido de la oposición, el socialdemócrata CHP, exigió la “inmediata dimisión” de quien, por su posición, es la segunda autoridad del Estado. “El laicismo es nuestra línea roja”, certificó la portavoz de la formación, Sayek Böke. También TÜSIAD, la principal patronal de Turquía y que agrupa a los empresarios laicos, calificó las palabras del presidente del parlamento de “preocupantes” e “inaceptables”, lo que ha obligado incluso al propio Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista) a decir que las opiniones de Kahraman “no representan la visión del partido”.

La polémica ha bastado para enervar a los grupos laicos, y diversas organizaciones izquierdistas convocaron el martes protestas en Estambul, Ankara, Esmirna y Eskisehir bajo el lema «La sharia no pasará», que fueron violentamente reprimidas por la policía incluso antes de que los manifestantes echaran a andar. Según el portal informativo Sol, en la marcha capitalina, mientras disparaban balas de gomas, algunos agentes gritaron a los manifestantes “¡No huyáis, bastardos de Atatürk!”, en referencia al fundador de la moderna Turquía y padre de la república laica.

Pese a las acusaciones que se le hicieron a su llegada al poder de mantener una agenda oculta destinada a islamizar Turquía y convertirla en un estado teocrático, lo cierto es que en casi tres lustros en el poder, el AKP se había cuidado mucho de atacar, al menos en público, el laicismo vigente. Es más, durante las primeras dos legislaturas de mandato de los islamistas (2002-2011) se ampliaron los derechos individuales y colectivos en un esfuerzo por adaptar la legislación turca a la europea. Pero, especialmente a partir de esa fecha, cuando el entonces primer ministro y ahora presidente de la República, Recep Tayyip Erdogan, se vio libre de ataduras tras su tercera mayoría absoluta consecutiva, se aceleró el proceso de conservatización de la sociedad para crear “una nueva generación religiosa” –en palabras del líder turco- a través de silenciosas reformas en la educación. Pero ni aún así se ha atrevido Erdogan a proponer lo dicho esta semana por el presidente del parlamento. Según el jefe de Estado, quien parece más interesado en que el nuevo texto incluya la conversión del sistema parlamentario turco en uno presidencialista bajo su batuta que en los debates sobre el laicismo, la nueva Carta Magna debería “mantener la misma distancia hacia las diferentes creencias”.

Más duro ha sido el primer ministro, el también islamista Ahmet Davutoglu, quien desautorizó al presidente del hemiciclo. “La naturaleza del Estado no es objeto de debate para nosotros. El principio del laicismo se mantendrá en la nueva Constitución”, dijo este miércoles, aunque matizó que “no será un laicismo autoritario, sino liberal”.

Poco se sabe lo que incluirá el proyecto de nueva Constitución en el que trabaja una comisión parlamentaria, aparte del mencionado sistema presidencialista, cuya inclusión ha provocado que parte de la oposición abandone las negociaciones. Según el columnista, Abdülkadir Selvi, cercano al AKP, se está debatiendo la inclusión “de una mención a Dios” y al carácter “musulmán” de Turquía, religión que profesa más del 90 % de la población.

Para modificar de forma unilateral la Constitución son necesarios los votos afirmativos de 367 diputados, algo imposible para los islamistas turcos, que ocupan 317 de los 550 asientos del Parlamento. Sin embargo, con el apoyo de los 40 diputados del partido ultranacionalista MHP sí que podría lograr llevar la propuesta a un referéndum –bastan 330 síes parlamentarios- y de esta forma su aprobación sería más sencilla ya que el apoyo electoral a los islamistas en las últimas convocatorias ha rozado el 50 %.

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