“Debes dejarte llevar y vivir la sexualidad sin tapujos”. La frase, dicha así, fuera de contexto, no tiene por qué escandalizar a nadie. Pero su autor, supuestamente, es un sacerdote, un hombre que predicaba moral, un presunto garante de los principios religiosos que predica la Iglesia. Román Martínez Velázquez de Castro, cura desde muy joven, procedente de una familia acaudalada de la zona Norte de la provincia de Granada, sermoneaba, al parecer, a sus víctimas en la cama. “Soy tu padre, tienes que dejarte llevar, no vives bien tu sexualidad”. El líder del grupo de ‘los romanones’ o los ‘romanes empleaba frases de este tipo para forzar a una de sus víctimas, un menor de edad por entonces, a realizar prácticas sexuales en contra de su voluntad. Así se desprende del sumario, de 1.600 folios, que este martes conocieron las partes.
El sumario contiene testimonios de cuatro supuestas víctimas. Entre ellas, el denunciante principal, D. R., que habría sufrido agresiones y abusos sexuales por parte de Román y otros miembros del grupo desde los catorce hasta los diecisiete años. Todo sucedió entre los años 2004 y 2007. D. R. comenzó a pasar mucho tiempo con los miembros del grupo en una casa parroquial y en un chalé, propiedad del grupo de los romanes, situado en la Urbanización Los Pinillos de Cenes de la Vega. El menor tenía catorce años. Román le proponía “quedarse a cenar para después quedarse a dormir y ver alguna película”. Le decía que veía en él “una gran vocación para el sacerdocio” y que por ello debía compartir el modo de vida del grupo de sacerdotes.
MASAJES EN LA ESPALDA
Al poco tiempo, el menor descubrió en que consistía el “modo de vida” del grupo. No era amor fraternal, sino sexo puro. Su líder empezó pidiéndole masajes en la espalda. Después, “completamente desnudo”, le pedía que lo masturbara. “Cuando estaba masturbándole, Román intentaba introducir sus manos en los calzoncillos de D. para tocarle los genitales”. El menor se resistía. Era entonces cuando Román recurría a frases como “soy tu padre, tienes que dejarte llevar”… Las prácticas continuaron en los años siguientes. Según el testimonio que consta en el sumario, en varias ocasiones Román “intentó introducirle su miembro viril en el ano”, lo que llegó a consumar pese a las reticencias del menor. “Román nuevamente” recurría al discurso “de vivir la sexualidad. D.R. llegaba a sentirse mal y terminaba accediendo a todo lo que le proponía el cura.
En la Iglesia San Juan María de Vianney, donde Román Martínez Velázquez de Castro ejerció de párroco hasta que fue cesado ‘a divinis’ el pasado mes de octubre, nadie sospechaba de la doble vida del cura, de que fuera una especie de doctor Jekyll y mister Hyde. Salvo sus víctimas. El relato de hechos construido a partir de los testimonios del sumario es de extrema crudeza. Los supuestos compañeros de orgías de Román, Francisco José Campos Martínez, exvicario judicial y Manuel Morales Morales, expárroco de Órgiva, también sacerdotes diocesanos, participaban en las ‘juergas’ a las que sometían al menor. “Francisco Campos y Manuel Morales también le efectuaron a D. masturbaciones si bien estos no llegaron a introducirle algún dedo u otro objeto en el ano”, dice el auto judicial. Y agrega: “Tanto Francisco Campos como Manuel Morales practicaron en varias ocasiones sexo anal y felaciones con Román y entre sí, en presencia” del menor, “y le ponían películas pornográficas diciéndole que se fijara, que era algo normal”.
AMENAZAS VERBALES
Según se desprende del sumario, todos los miembros del grupo, los diez curas y los dos laicos, imputados ahora como presuntos autores, cooperadores o encubridores de supuestos delitos de agresiones sexuales, abusos sexuales y exhibicionismo, eran conocedores de los hechos.
“Este grupo de sacerdotes apoyaba a Román ante D.R. provocando ante este un gran estado de ansiedad, llegando a sufrir amenazas verbales en el sentido de que si no vivía la sexualidad con claridad de miras, tendría que dejar el grupo”, dice literalmente el auto judicial.
EL ARZOBISPO MIRÓ PARA OTRO LADO
Todos estos hechos fueron conocidos por el arzobispo de Granada, Javier Martínez, mucho antes que el Papa, mucho antes que el fiscal y mucho antes que el juez que instruye la causa. Se lo contó el denunciante principal antes de ponerlo en conocimiento del Papa y de acudir a la vía judicial. Pero el prelado granadino miró para otro lado y sólo actuó, al cabo de dos meses, forzado por las circunstancias. Lo hizo después de que el joven acudiera a denunciar los hechos a la Fiscalía Superior de Andalucía. Pero se limitó a suspender ‘a divinis’ a los tres sacerdotes encausados como presuntos autores de las agresiones y abusos sexuales. Al seglar Sergio Quintana, profesor de religión, le mantuvo la ‘venia docendi’ hasta su detención.
Los otros siete sacerdotes, todos imputados como presuntos encubridores o cooperadores, siguen predicando desde el púlpito con el amparo del prelado granadino. Javier Martínez los protegió desde el principio y promovió a algunos de ellos dándoles las responsabilidades pastorales de los curas suspendidos de sus funciones. Aún hoy, pese al escándalo que sacude a la diócesis, los otros ‘romanes’, los encubridores, dan lecciones de moral y enseñan los mandamientos (incluido, el sexto) y ejercen sus funciones sacerdotales en parroquias de la Costa (Salobreña), en Loja, en Órgiva y en Granada capital.
EL JUEZ PIDE LOS EXPEDIENTES ECLESIÁSTICOS
El poder del grupo de los romanes se extiende por la geografía provincial, como el patrimonio que tiene. El sumario alude al importante patrimonio inmobiliario del clan. También incluye numerosos requerimientos del juez al arzobispo de Granada. En uno de ellos, el magistrado pide al prelado los expedientes eclesiásticos abiertos por el caso de los abusos sexuales. Según fuentes cercana a la investigación, en el sumario no consta la respuesta. Javier Martínez respondió a la francesa. Este martes, justo cuando se levantó el secreto de sumario, el arzobispo de Granada andaba en Roma buscando tal vez una foto con el Papa. Los curas supuestamente encubridores siguen oficiando misa. Y Javier Martínez, la máxima autoridad eclesiástica de la diócesis, vuelve a saltarse las normas de la Santa Sede que le obligan a tomar medidas contra los autores de los abusos sexuales a menores y contra los presuntos encubridores. El prelado sigue sin tomar medidas. Él está en otras cosas, buscando apoyos para aferrarse al cargo y desmintiendo que la Santa Sede le ha pedido explicaciones por sus descomunales gastos y la ruina a la que está llevando a la diócesis.