Corría el año 1955 cuando en una reunión nacional de jóvenes evangélicos de Argentina se discutía la enseñanza laica. Un líder, que superaba en algunos años a los más viejos de los jóvenes, finalizó su ponencia a favor de la enseñanza laica manifestando que “Argumento estas posiciones, pero debo ser sincero, esto es porque los evangélicos somos minoría ya que si seríamos mayoría, y estaríamos en el poder abogaría, por la enseñanza religiosa en las escuelas”.
Ese líder firmaría convencidamente leyes como las que representantes de partidos políticos acordaron aprobar en el Congreso de Brasil y la que está en discusión en Argentina. Ambas legislaciones mantienen los acuerdos de los gobiernos de ambos países con el Vaticano legislan beneficios especiales para la Iglesia Católica Romana la que, en la práctica, se la considera como religión de Estado.
Hay que reconocer que los cristianos y cristianas tenemos un serio problema en este punto, pues el Primero y Gran Profanador fue el Dios de Jesucristo, que no respetó la distancia entre lo sagrado y lo no sagrado y se hizo un ser humano, según registra una de las principales creencias cristianas. La otra es cuando avasalló la frontera de la muerte.