A pesar de las diferencias, cree «buena» la relación con el Vaticano. El jefe del Ejecutivo visitó al Papa por primera vez en cinco años, aunque en calidad de presidente de la UE
José Luis Rodríguez Zapatero cumplió ayer por fin un trámite diplomático que no ha sabido o no ha querido cumplir en cinco años, visitar a Benedicto XVI en Roma. El presidente del Gobierno visitó en su día a Juan Pablo II, en 2004 y ya muy enfermo, pero aún no había acudido a entrevistarse con su sucesor, elegido en 2005 y bajo cuyo mandato se han producido las más ásperas fricciones entre el Gobierno socialista y la Santa Sede. Sólo se habían visto en Valencia en 2006, con ocasión del viaje de Ratzinger a España. Ahora los momentos más tensos, tras la aprobación del matrimonio homosexual y el divorcio rápido, ya quedan atrás y se han ido recomponiendo las relaciones. La audiencia de ayer cierra simbólicamente esa distancia, aunque ha tardado. Según fuentes diplomáticas, Zapatero salió «muy contento», tras una entrevista de 25 minutos. Luego despachó en profundidad con el número dos, el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, durante 50 minutos. El portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi, definió la entrevista, en la que el jefe del Ejecutivo alabó la pronunciación española del Pontífice, como «cordial» y «muy positiva».
Sin embargo hay pequeños peros que recuerdan la tirantez de esta relación. Zapatero ha envuelto retóricamente la visita en sus obligaciones como presidente de turno de la Unión Europea, y así volvió a presentarla en su breve comparecencia ante los medios de comunicación. Fue lo primero que dijo. Es decir, como si ir a Roma tocara por razón de una agenda ajena. Al Vaticano podía servirle como excusa, pero no ha sentado muy bien que Zapatero calzara a última hora en la misma jornada una reunión con el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que eclipsaba la audiencia o relativizaba su importancia.
Como demostró en la farsa de rueda de prensa posterior a ese encuentro, con sendas declaraciones de obviedades sin preguntas sobre el euro y la crisis, fue una cita de lo más banal, salvo posibles asuntos económicos que no salieron a la luz, pues siempre está presente entre bambalinas el tema de Telefónica y Telecom.
Berlusconi, gran oportunista, habría presionado también para encajar la cita, pues la foto haciéndose carantoñas con Zapatero le viene bien para irritar a la oposición, que siempre ha apreciado al líder socialista español.
Churras y merinas
Zapatero luego se quedó solo y respondió a una pregunta de los periodistas italianos y a otra de los españoles, entre medio centenar de acreditados. Apenas sirvió para saber nada, pero este mismo trámite también fue un apaño para salvar la extraña situación que se había creado. La delegación española prefirió no celebrar un encuentro del presidente del Gobierno con la prensa en el patio de San Dámaso, a la entrada del Vaticano. En 2006 ya resultó muy raro porque al final Zapatero lo hizo en plena calle. Se optó por abordar las preguntas sobre la audiencia papal en la rueda de prensa con Berlusconi, pero hacerlo suponía otra afrenta, mezclando churras con merinas y restando importancia a la cita.
La solución fue dejar solo a Zapatero, una vez que Berlusconi, para pasmo del presidente del Gobierno, abandonó la sala donde se presentaron juntos. Los servicios auxiliares del primer ministro italiano colocaron la bandera de España detrás de Zapatero para que explicara entonces el contenido de la entrevista con Benedicto XVI.
Lo que se sabe del encuentro es lo habitual de estos casos. Muy poco, lo que quieren contar las partes. Zapatero explicó brevemente que hablaron de la crisis económica, de los valores en juego, del papel de la Iglesia en el diálogo religioso y la Alianza de Civilizaciones. Tras repasar los temas más europeos, el jefe del Ejecutivo sólo aludió a las relaciones bilaterales al final de su exposición, en la línea en que ha querido enmarcar la visita.
Afirmó que están «en un buen momento» y que al hablar de «educación y la libertad religiosa» cada cual expresó sus ideas en un «tono absolutamente correcto». Por último, añadió que España cooperará plenamente en la organización de las visitas del Papa a Santiago y Barcelona en noviembre, y en 2011 a Madrid.
Por su parte, el Vaticano divulgó uno de sus escuetos comunicados, que no contenía un solo adjetivo para evaluar el encuentro, aunque reconocía «la más amplia disponibilidad» en la organización de los viajes del Papa a España. Señaló que conversaron «sobre Europa, la actual crisis económico-financiera y el papel de la ética, los países de Centroamérica y del Caribe, así como de otras situaciones, en particular, Oriente Medio».