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Zapatero acalla a los laicistas del PSOE contrarios a aparcar la ley de libertad religiosa

Considera que la reforma, una de las promesas estrella de su programa electoral, es «conveniente» pero en absoluto «urgente»

José Luis Rodríguez Zapatero dio ayer la puntilla definitiva a la reforma de la ley de libertad religiosa, una de las promesas estrella de su campaña para las generales de 2008. El presidente del Gobierno defendió en el Congreso que se trata de una iniciativa «sumamente conveniente para la convivencia democrática» pero en absoluto «urgente».
Aquellos que en el PSOE clamaban por rescatarla del cajón en el que había quedado abandonada por culpa -según se decía oficialmente- de la crisis económica, tendrán que tirar la toalla. Ahora el argumento no es ya que un debate tan polémico como este resulte inoportuno cuando la preocupación principal del país está en las cifras del paro, sino que no existe «consenso» suficiente para sacarla adelante.
Incluso entre los laicistas más beligerantes del partido socialista se respiraba ayer cierta resignación. Sostienen que en este caso no sería posible alcanzar una mayoría como la que permitió aprobar la nueva ley del aborto; un proyecto que, en cambio, no aparecía en el programa electoral socialista.
Las fuerzas de la Cámara situadas a la izquierda del espectro político querrían ir más lejos de lo que está dispuesto a llegar el Ejecutivo y revisar los acuerdos con la Santa Sede. Y tanto CiU (con una fuerte corriente democristiana) como el PNV, ahora socio 'estable' del Gobierno, rechazarían secundar al PSOE en algo difícil de entender por sus simpatizantes.
«No hay discriminación»
En su respuesta en la sesión de control al Ejecutivo a una pregunta del portavoz de ERC, Joan Ridao, Rodríguez Zapatero justificó el aplazamiento de la ley con el argumento de que la norma de 1980 «exige una actualización, pero no es urgente su reforma». Según señaló, en España la «libertad religiosa se ejerce sin ningún problema, no hay discriminación alguna por pertenecer a una confesión religiosa» y el principio de aconfesionalidad funciona con normalidad.
Ridao consideró paradójico que mientras Zapatero «renuncia a su agenda laicista para no pasar por anticlerical», venga el Papa a España y «desde las alturas le haga responsable de un laicismo trasnochado, que evoca casi la quema de iglesias de los años treinta».
El presidente del Gobierno replicó al portavoz de ERC que «le va a costar muchos esfuerzos convencer a la gran mayoría de los españoles que este Ejecutivo hace una política de entrega o devoción a la Iglesia, porque lo que hace es una política de respeto al espíritu y principio constitucional» de la aconfesionalidad del Estado.
Varios diputados del PSOE coincidieron ayer en criticar al Papa por las manifestaciones que ha realizado con motivo de su visita a España, tildando sus palabras de «provocadoras y ofensivas» y atribuyéndolas, entre otras cosas, a la revancha ante una sociedad que, como la española, ha madurado y se ha secularizado. También le recordaron que el hecho de que «España pretenda ser un Estado laico no quiere decir que su gente sea plebeya».
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