Tenemos un problema, una nueva religión que se está extendiendo, un islam reaccionario que niega la propia diversidad y fomenta el odio hacia el no musulmán
No diré que no tengo miedo, porque lo tengo.
No diré que no tengo rabia, porque la tengo.
No diré que no me siento impotente, porque así me siento.
No diré que no estoy triste, porque desde el jueves estoy muy triste.
¿Y saben qué otras cosa no haré? Hablar de religión, de civilización, de «nuestros» valores, de libertad y convivencia. Y lo que no voy a hacer de ningún modo es hablar de los peligros de la islamofobia. Con los cuerpos de las víctimas aún calientes no entraré en esto, no dejaré que la paranoia que ellos mismos han sembrado me haga trazar una línea inexistente, una separación que ya he borrado desde hace tiempo entre ‘nosotros’ y ‘vosotros’. Los terroristas forman un ‘nosotros’ suyo hecho de odio y muerte. Mi ‘nosotros’ es el de la persona y no van a conseguir que, de nuevo, empiece a fijarme en los rostros de quienes me rodean para averiguar si me miran de un modo distinto. Porque hay dos tipos de personas: los que rechazan y los que no, y a los primeros no les hacen falta terroristas para justificar sus posiciones. Ahora sacan toda la bilis porque tienen la oportunidad y se sienten legitimados, pero no se equivoquen, son los mismos de siempre.
No, no diré que la principal víctima es la comunidad musulmana. Las principales víctimas son las que se quedaron en el suelo de la Rambla, los que vieron la muerte, los que aún están intentando esquivarla. Las víctimas son los muertos, los heridos, los que se paseaban tranquilamente por el centro de la ciudad y toparon con el horror.
No, no es el tema principal, ahora mismo, prevenir el racismo. Esto ya lo haremos, pero en el minuto cero de los atentados es de locos empezar por aquí. Es cierto que los que tenemos estos nombres y apellidos llenos de sonidos extraños nos angustiamos cuando hay un atentado, pero sería injusto que el foco se desplazara hacia aquí. Sí, yo tengo mucho miedo cuando hay un ataque, pero he de saber que parte de mi miedo se alimenta de la paranoia que ellos cultivan. La sospecha de unos, la paranoia i la actitud defensiva de los otros, son dos caras de la misma moneda. Si no quiero que las personas con las que convivo pacíficamente empiecen a desconfiar, tampoco puedo hacer yo lo mismo intentando averiguar si desconfían o no.
El valor de las palabras
Que las redes son un basurero, sí. Que habrá insultos, pintadas, exabruptos de todo tipo, sí. Pero si los terroristas no representan a los musulmanes, ¿por qué los racistas van a representar a los que no los son? ¿Morderemos el anzuelo y empezaremos a trazar la línea divisoria que hasta ahora no existía dentro de ‘nosotros’? Sí, es cierto, en la plaza de Vic estuvo Josep Anglada, haciendo una payasada de las suyas, pero ¿saben qué? A su lado estaban los concejales del resto de formaciones que le plantaron cara. ¿Valen más las palabras de personajes como él que las de la alcaldesa de Vic, el ‘president’ de la Generalitat o la alcaldesa de Barcelona? ¿Son más importantes los cuatro ultras que querían manifestarse en la Rambla que los numerosos vecinos que los increparon?
No, esta no es la cuestión que nos tiene que preocupar, no es el tema principal. El tema más importante es que tenemos un problema, uno enorme, que no se soluciona diciendo que el islam no es terrorismo. Hay una nueva religión, distinta de la de nuestros padres y la de nuestros abuelos, que se está extendiendo. Es un islam reaccionario, que niega la propia diversidad, que fomenta el odio hacia el no musulmán, que quiere colonizar todas y cada una de las esferas del individuo.
Ideología, no espiritualidad
Es ideología, no espiritualidad, es proyecto político más que religión. Propone a los creyentes desarraigados una utopía al alcance, una adscripción identitaria segura y una pertenencia sin matices. Sí, este nacionalislamismo existe y está penetrando como no había hecho nunca, hasta el punto que muchos jóvenes cuando hablan de su religión describen, sin saberlo, esta nueva forma excluyente.
¿Cuándo vamos a hablar de esto? Aparte de decir que los terroristas no son musulmanes, ¿cuándo empezaremos un debate más profundo sobre los peligros de esta ideología totalitaria? ¿Saben nuestros jóvenes dónde acaba el islam y dónde empieza el fundamentalismo? ¿Saben algo de historia de su religión? ¿Podemos poner sobre la mesa estos temas sin que reaccionen a la defensiva y nos acusen de islamofobia? No, el racismo no se combate cerrando los ojos ante la realidad. Tenemos un problema importante que no solucionaran ni el miedo, ni la rabia, ni la impotencia: la posibilidad de que a nuestros jóvenes, encerrados en sus habitaciones, alguien les pueda convencer de que por el simple hecho de creer en lo que creen tienen derecho a acabar con la vida de quienes no son como ellos.