Reconvenir a los obispos es predicar en el desierto. Frente a sus sofismas no hay que perder tiempo ni energías, pues son maestros en dar la vuelta a los argumentos y en acomodar los hechos a su conveniencia. La gente de progreso, incluso liberales honestos y moderados sensatos, apreció hace tiempo la ingratitud, intransigencia e intolerancia de nuestro tridentino episcopado. Por tanto, los naipes están sobre la mesa y clara la jugada. La Iglesia está donde está y el PP, si llega al poder, pagará la abultada factura que pasará al cobro la sucursal hispana del Vaticano.
Ceremonial trasnochado
Mejor haría la izquierda y mejor le iría si garantizase un compromiso electoral para poner en su sitio a la Iglesia, limitar sus prebendas y privilegios, asegurar la laicidad del Estado, eliminar toda ese ceremonial trasnochado que se aplica a la Corona cuando se relaciona con los eclesiásticos y, en una palabra, se comprometen a hacer de España, respecto a la religión, un país que transita por el siglo XXI. Ya vale con los obispos.