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Waleed Saleh contra el feminismo islámico: «Es un movimiento conservador»

Waleed Saleh defiende en un ensayo que es imposible casar el feminismo con una religión que reprime a las mujeres y alerta de la ola reaccionaria que están provocando todas las religiones en el mundo

El profesor de estudios árabes e islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid Waleed Saleh (Irak, 1951) considera que es imposible casar el islam con el pensamiento feminista. Que eso del feminismo islámico, una corriente que gana cada vez más espacio en Europa, sobre todo en entornos progresistas y académicos, es un oxímoron. Y lo hace con conocimiento de causa, desde el laicismo y desde la izquierda.

Procedente de Irak, lleva desde 1985 en España y aquí ha estudiado en profundidad los textos islámicos, el Corán, la palabra del profeta, el islam de las Escuelas Jurídicas, el de los ayatolás y los códigos de las familias para concluir que es imposible que una religión que margina y reprime a la mujer pueda ser feminista. Por mucho que a los velos les pongan la etiqueta de una marca de moda occidental. Todo ello lo ha plasmado ahora en ‘Feminismo e islam. Una ecuación imposible’ (El Paseo Editorial), un ensayo interesante, seguramente polémico, pero muy bien argumentado y que sigue la línea de otros libros como ‘Siempre han hablado por nosotras’, de Najat El Hachmi.

De esta imposibilidad del feminismo islámico, un movimiento al que considera bastante conservador y que coincide con postulados de la extrema derecha, habla en esta entrevista en la que advierte de los peligros de la ola reaccionaria provocada por las religiones monoteístas que no solo atenaza al mundo árabe, sino también al occidental.

PREGUNTA. ¿Por qué se plantea usted que no puede haber un feminismo islámico?

RESPUESTA. En el libro quería, además de defender los derechos de la mujer, denunciar su situación en el mundo árabe islámico, porque creo que es importante generar un debate académico en torno a este tema. Hay otros libros escritos por académicos, sobre todo mujeres, que hablan del feminismo islámico porque piensan que las mujeres en los países de mayoría musulmana podrían conseguir sus derechos partiendo del islam. Para mí es muy difícil, si no imposible, poder obtener estos derechos partiendo de esta fe porque el islam, como las demás religiones monoteístas, es machista. Son religiones que discriminan a las mujeres, las marginan, las consideran ciudadanas de segunda.

P. Quienes defienden el feminismo islámico señalan que lo que ocurre es que el Corán se interpreta de forma radical, pero que en realidad no dice lo que dice.

R. Eso no es cierto. Hay algunas pocas aleyas que sí dignifican a la mujer, pero son como las flores de invierno, es decir, poquísimas referencias. La inmensa mayoría de los textos del Corán como los de la trayectoria del profeta son lo contrario. La mujer sigue siendo una «aura», en árabe, es decir, que les da vergüenza, y por eso hay que taparla, ocultarla y marginarla. Tiene que estar en casa sin salir a la calle, sin vida pública… Y el hecho de decir que esto se ha malinterpretado nos lleva a preguntarnos por qué, entonces, solo se ha malinterpretado aquello que tiene que ver con la mujer. Las señoras que dicen esto afirman que los intérpretes han hecho mal su labor, pero no dicen que lo han hecho mal en lo que se refiere a los castigos, a la peregrinación etc., etc. Por esta razón no es posible aceptar estas afirmaciones de malinterpretación. Además, si ellas y ellos creen en el Corán, este dice en sus primeras páginas que este es un texto escrito en árabe de forma clarísima, por lo que no debería haber dudas sobre lo que significan estos versículos cuando dicen “abandonarlas en el lecho matrimonial y pegarlas”.

«Decir que el Corán se ha malinterpretado nos lleva a preguntarnos, entonces, por qué solo se malinterpreta lo que tiene que ver con la mujer»

P. ¿Esta no es una posición etnocéntrica? ¿No es pensar que la cultura occidental es superior y que injerir en el islam es una postura neocolonial? Así lo estiman muchas de las personas que defienden la causa del feminismo islámico.

R. No. El feminismo es un movimiento laico, liberal, universal y para mí no admite etiquetas porque el día de mañana nos vamos a encontrar con un feminismo negro, otro islámico, otro amarillo… Esto es como la democracia. La democracia es indivisible. La democracia en Occidente debe ser igual que en China, los árabes, africanos… La democracia es la democracia y no se pueden poner epítetos porque menoscaban el valor que tiene la democracia. Y para mí este tipo de etiquetas dañan al feminismo, al ser este un movimiento liberal y laico. En realidad, el feminismo islámico es el hijo del islam político que ha acaparado toda la esfera pública del mundo árabe-islámico. Las mujeres de países árabes musulmanes, en los años 40 y 50 del siglo XX, no pensaban en absoluto cuando solicitaban sus derechos en el islam como una solución, sino todo lo contrario. Ellas luchaban en contra de la tradición islámica para conseguir sus derechos. Después llegó la revolución islámica del 79, la llegada de los Hermanos Musulmanes, los talibanes y, con la fuerza que van consiguiendo los islamistas, también ha dado lugar al feminismo islámico.

P. Hemos visto esta involución en los países árabes, pero es que en Europa también vemos cómo llega el feminismo islámico, como usted decía antes, incluso en la universidad.

R. Sin ninguna duda. Aquí han traído también esta tendencia y la encontramos en determinados sectores intelectuales en Europa que tienen trato con el mundo árabe-islámico. En la universidad nos estamos encontrando con una tendencia muy fuerte referente al feminismo islámico y yo, como profesor, he visto con claridad cómo muchas profesoras y profesores están continuamente con este tema organizando seminarios, congresos, mandando a los alumnos trabajos; se han hecho muchas tesis del tema como si fuera la panacea, la ideología más avanzada.

«El hiyab en absoluto es un signo de identidad porque las mujeres, cuando están solas en una casa, no lo llevan. ¿Se acabó la identidad?»

P. ¿Qué consecuencias puede tener? ‘A priori’, una de las más sorprendentes, y que ya se ve, es cómo esto ha impregnado a la izquierda que, históricamente, estaba justo en el lado contrario defendiendo un feminismo laico.

R. Exacto. Eso es una consecuencia que a mí me duele. La izquierda no debería admitir esto. La izquierda critica mucho a la Iglesia y la fe católica y otras religiones, pero, curiosamente, se muestra muy complaciente con el islam y temas del islam como es el feminismo islámico y otras costumbres que no son muy aceptables desde el punto de vista democrático. Y piensan que traer a una mujer con el hiyab o con el pañuelo es un signo de interculturalidad, de apertura, etc. Yo no estoy en contra de que una mujer con hiyab esté en cualquier sitio, en una oficina, en un partido político… Lo que no me parece bien es traerla como muestra de que ellos son unas personas abiertas sin pensar lo que es el hiyab, que es un signo patriarcal por excelencia, un signo que discrimina a la mujer. En absoluto es un signo de identidad porque las mujeres musulmanas, cuando están solas en una casa, no lo llevan. ¿Qué ocurre entonces? ¿Se acabó la identidad? ¿Por qué, cuando viene un hombre, todas tienen que ponérselo? ¿Y los hombres no tienen signo de identidad? ¿Solo les toca a las mujeres esta obligación? Todo eso de la identidad es un discurso bastante vacío y equivocado que no tiene ninguna razón de ser.

P. Es fácil ver que todas las religiones monoteístas quieren que las mujeres vayan tapadas. En el cristianismo ya nos hemos pasado algunas pantallas en este sentido, pero también existió el velo.

R. Sí. Fueron los asirios los que inventaron esta vestimenta para las mujeres para diferenciar a las libres de las esclavas. Las libres tenían que llevarlo y las esclavas no. Esto después llegó a Persia, al islam. Y también llegó al judaísmo y al cristianismo con diferentes significados. También significó respeto a la divinidad. El hombre también tenía que taparse la cabeza en el rezo, en momentos de luto… Pero luego fue adquiriendo otros significados, porque tanto en el islam como en el judaísmo consideran el cuerpo de la mujer en su totalidad como algo vergonzoso que hay que tapar.

P. Infiero que usted se posiciona en contra del velo en los colegios.

R. Las niñas no deberían llevar velo en el colegio. No hablo de una prohibición porque, si llegamos a eso, debe haber un estudio muy profundo por parte de la administración y de los especialistas, y no solo del islam, sino de todos los signos de las demás religiones. Pero no debería asustarnos la palabra ‘prohibición’ porque, en un país de mayoría musulmana como Turquía, Ataturk lo prohibió hasta que vino Erdogan que ha ido reislamizando la sociedad. Durante los años 50, 60 y 70, hasta los 80, en Turquía las chicas no podían entrar en la universidad con el hiyab, tampoco en el Parlamento ni en las oficinas. Esto es algo que está en un debate continuo. Una mujer madura es libre de llevarlo y las hay que llevan minifalda, pero, cuando van a La Meca, lo llevan. Es una cosa voluntaria y nadie debe decir nada, pero, cuando a una niña pequeña la familia le pone el hiyab, a mí me parece inaceptable.

«Llevar ropa occidental debajo no deja de ser una actitud falsa y cínica, ya que visten a la última moda, pero luego, encima, el hiyab»

P. Esto me lleva a pensar en lo que también es una especie de feminismo de clase. Es decir, hay quien señala que las mujeres musulmanas ricas tienen libertad porque, aunque se tapen con el hiyab, debajo llevan ropas occidentales de grandes marcas. Y que eso ya es una liberación. Que la que lleva el hiyab y no se puede poner otra cosa es la pobre.

R. Sí, eso existe. Yo lo he vivido. En Irak, hay ciudades en las que he visto con mis propios ojos que llevan la abaya, que es una especie de chador negro, pero, cuando sopla el viento, se les sube y se ve que llevan minifalda debajo y ropa absolutamente moderna. Pero eso tiene que ver con las circunstancias sociales en cuanto a la economía y nivel de educación. Habría que intentar mejorar la situación de las otras clases sociales, sí, pero lo que has descrito no deja de ser una actitud falsa y cínica, ya que visten a la última moda, pero luego, encima, el hiyab. Lo mismo ocurre en Irán. En el avión, en cuanto despega de Teherán, la mayoría de las chicas lo que hacen es quitarse el pañuelo. Está clarísimo que no lo llevan ni por gusto ni por voluntad, sino porque hay una presión social y política sobre ellas.

P. Quería preguntarle por un caso que sucedió hace unas semanas en España: dos hermanas fueron engañadas para viajar a Pakistán donde dos de sus hermanos las mataron por no querer casarse con los hombres que les habían impuesto. ¿Qué puede pasar con las mujeres de segunda generación de los inmigrantes musulmanes en España? ¿Qué le parece que haya ocurrido esto?

R. Son casos puntuales muy lamentables, terribles, horrendos. Yo tengo familia en Irak y, en los últimos tiempos, los crímenes contra las mujeres se han incrementado de una forma alarmante. Se queman las caras de las chicas…, las mujeres se llegan a desesperar tanto que se inmolan, hay suicidios. En El Cairo, hace un mes, un alumno degolló a una compañera suya por razones sexistas. Son crímenes que se dan en Pakistán, pero también en Egipto, Irak, Palestina, Siria…, la mayoría de los países de mayoría musulmana. Ahora bien, en Europa yo soy un poco más optimista porque no creo que la inmensa mayoría de las familias —según las estadísticas, hay cerca de dos millones que vienen de países de mayoría musulmana— [sic], y los casos no creo que vayan a ser muchos. Espero, de hecho, que no se repitan. Yo tengo alumnos y alumnas de origen musulmán y depende mucho del entorno familiar. Hay chicas absolutamente integradas y son como cualquier chica española y otras son más conservadoras, algunas llevan hiyab, otras no…

P. Es decir, no ve usted riesgo de una radicalización en las segundas generaciones aquí en España.

R. No, no. Es muy difícil que sea algo seguido por mucha gente.

P. Antes hablábamos de cómo este feminismo islámico ha impregnado a cierta izquierda, pero es muy paradójico que, aunque la derecha se postule contra este islamismo, luego la derecha impregna de religión otras cuestiones relacionadas con los derechos de las mujeres como el aborto.

R. Sí. El islamismo radical se toca con la extrema derecha. Defienden lo mismo. El islam político, dentro del cual está el feminismo islámico, está en contra del aborto, en contra de las relaciones sexuales prematrimoniales, no están de acuerdo con cierta educación, defienden la religión… Coinciden en muchísimas cosas. El error que comete ahí la izquierda es que se mete en medio de dos extremos de derechas. El islamismo es una actitud conservadora de derechas.

«El islamismo radical se toca con la extrema derecha. El islam político, dentro del cual está el feminismo islámico, está contra el aborto»

P. En Occidente nadie habla de “feminismo católico”, de hecho, casi es un oxímoron, y hace tiempo que se consiguieron una serie de derechos para la mujer gracias a los movimientos que hubo desde el siglo XIX. ¿Qué pueden hacer las mujeres árabes para luchar por sus derechos sin caer en el feminismo islámico?

R. Ya tenemos algunas experiencias. Hay mujeres como Nawal El Saadawi…, yo nombro a algunas de ellas en el libro. Son mujeres laicas, muchas de ellas ni siquiera son creyentes, y defienden un feminismo universal, que podría ser válido para todas las clases sociales e independiente de cualquier religión. Ellas en ningún momento prohíben que las personas practiquen su religión porque consideran que la religión es algo privado, y yo también lo pienso. Pero no se debe llevar a la esfera pública, porque de ahí vienen luego las imposiciones a una persona no creyente, y eso es una presión tremenda. Yo eso lo conozco perfectamente porque vengo de esas sociedades. Incluso en Europa con amigos que practican no dejan de decirte: «Qué tipo de musulmán eres, ¿por qué no practicas?». Por esta razón, el feminismo islámico no debe tener ningún tipo de apoyo y, si lo tiene, que sepan de qué están hablando, porque a los que no conocen cuál es esta fe los puedes engañar pintándolo todo de maravilla. Ese ha sido también el objetivo de mi libro donde saco a la luz la situación de la mujer en los textos fundacionales, leyes, códigos de la familia, fatwas… para que la gente igual se lo empiece a cuestionar.

P. Por cierto, usted conoce muy bien el tema del que habla, pero ¿no teme que haya quien le critique por ser un hombre?

R. [Risas] Es probable, pero mi defensa es que estoy defendiendo a la mujer de una forma absoluta y total siendo hombre. De hecho, una amiga me escribió diciendo que le gustaba más que este libro lo hubiera escrito un hombre y no una mujer porque todavía tenía más valor.

P. Para terminar, usted en este libro critica el feminismo islámico por reaccionario contra la mujer. Más allá de los países árabes y del islamismo, en EEUU el aborto ha dejado de ser un derecho para toda la nación, en Europa hay gobiernos que también se oponen. ¿Estamos ante una ola reaccionaria mundial por las religiones?

R. Sí, sin ninguna duda. Para las mujeres y la sociedad en general. El deterioro que estamos viendo a nivel democrático, de los derechos y libertades, es bastante generalizado, viendo como ha estado Trump o Biden, que tampoco es que…, y luego BolsonaroOrban… En el mundo árabe hay unos regímenes terribles, Najla Bouden Romdhane, en Túnez, no deja al Gobierno que funcione; en Irak; Yemen… Las religiones están teniendo un papel muy negativo y están haciendo mucho daño a las libertades y a los derechos. La sociedad en general está sufriendo y espero que sea una ola que pase pronto porque, si no, va a dejar una influencia muy negativa en la vida de las personas que quieren ser libres.

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