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Virgencita, que me quede como estaba

Uno cada vez está más convencido de que Javier Krahe, el cantautor que fue juzgado por cocinar un Cristo y mechar sus estigmas con tocino, se murió cansado de ver como la cuestión religiosa y su mayor interesada, la Iglesia, mezuquean en todos los asuntos habidos y por haber, sean celestiales o terrenales, y sobre todo hastiado ante la indolente permisividad propia de unos poderes públicos que, pusilánimes y complacientes, no solo jalean y aplauden semejante intromisión, sino que incluso contribuyen e invitan a que la clerigalla meta sus narices en los asuntos ajenos a la mínima de cambio.

La cuestión, sobre todo, clama al cielo cuando es un partido supuestamente de izquierdas, como el PSOE, el que transforma un edificio consistorial en templo de devoción donde se invoca a la protección de la santísima patrona, como ha acontecido recientemente en el Ayuntamiento de Navalmoral de la Mata (Cáceres), donde con el decidido apoyo del gobierno socialista se ha acordado entregar la vara de mando de la alcaldía, a título de perpetuidad, a una determinada Virgen, la de las Angustias, en espera de que la particular versión mariana de los moralos les guíe con buen tino en el afán de los días, como quien se encomendaba a Santiago Matamotoros en su guerra contra los infieles.

En mi pueblo, Montijo (Badajoz), ya pasamos por esto. El anterior alcalde, del Partido Popular, siguiendo el principio de cuius rex, eius religio, se empeñó también en hacer de su mandato edilicio un rosario de encendidas muestras de fe y beatas exaltaciones, para satisfacción de sotanas y cofradías.  También entregó la vara de marras a la patrona de la villa y, no obstante el sortilegio, a pesar de la rendida ofrenda, ni el fetiche supo guiar al alcalde de Montijo en su labor, rayana con el estropicio, ni le ayudó mucho a la hora del escrutinio en las urnas, visto el descomunal batacazo que su partido sufrió en este pueblo tras las elecciones locales, pasando de 9 a 4 concejales, perdiendo la mayoría absoluta y pasando a la oposición.

Cabe decir, además, que en Montijo existe aún una cuestión pendiente por parte de esta Virgen a la que en su día el alcalde pepero nombró alcaldesa: los hechos acontecidos a partir del 28 de agosto de 1936.

Ese día, como es habitual y marca el calendario de las fiestas, se trajo desde su ermita en Barbaño a la parroquia de Montijo la imagen de la Virgen patrona del pueblo. Tras la procesión del icono se celebró en la plaza un verdadero auto de fe. Se sacó a algunos de los presos republicanos que estaban recluidos en los edificios cercanos y se les hizo abjurar de sus convicciones y pedir públicamente perdón por sus pecados, delante de todos los vecinos del pueblo y de sus familiares. Sus pecados eran los de haberse mantenido leales a los principios democráticos. Posteriormente, ya entrada la madrugada del 29, comenzaron las sacas de los presos que estaban retenidos desde mediados de mes en el calabozo del Ayuntamiento y en la cárcel improvisada de la Casa del Navegante.

Al menos 14 personas fueron llevadas esa noche a las tapias del cementerio y asesinadas, entre ellas varios miembros de la corporación municipal democrática, dando comienzo a una represión criminal que no pararía hasta bien entrado 1937. A día de hoy sus restos aún no han sido identificados.

La fecha no fue elegida al azar, sino que se hizo claramente coincidir con la traída de la Virgen. Todo se hizo de forma orquestada, con el consentimiento y con el ánimo entusiasmado de la Iglesia y de los curas que oficiaban la procesión matutina de la víspera: algunos de ellos, incluso, delataron a quienes estaban escondidos por los campos, a pesar de conocer su paradero bajo secreto de confesión. Una vez asesinados el enterrador los cargaba en una carretilla y tiraba sus cuerpos a una fosa común, rociándolos después con cal viva.

A día de hoy los nombres de algunos de los que, con toda seguridad, participaron en aquel particular aquelarre de tintes políticos, pero sobre todo de tintes criminales, siguen en los azulejos del callejero de Montijo, donde también gobierna un partido socialista.

No sé qué pasaría en mi pueblo con la vara de mando de la alcaldía una vez el PP perdió las elecciones el pasado mayo de 2015. Tal vez el nuevo gobierno entrante envió a algún concejal devoto a por ella a la ermita para devolverla a la vitrina del Ayuntamiento, de donde nunca debió salir. Lo que sí es cierto es que la advocación de la Virgen nunca fue buena para Montijo, a la vista de los hechos acaecidos hace 80 años. Semejante desamparo debería servir de advertencia para aquellos consistorios que, como el moralo, miran más hacia los asuntos celestiales que los terrenales.

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